Apadrinar un olivo

El abandono de los olivos en España ha provocado que personas conscientes de su valor promuevan su apoyo desde casa.

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A través de una experiencia emocional y familiar, Icíar Bollaín, en su película recién estrenada “El olivo”, nos acerca a una reivindicación de respeto a miles de olivos centenarios que reclaman desde muchos lugares de España por todo el valor cultural e histórico que aportan. Hay que destacar dos iniciativas que han convertido ese abandono en movimientos sociales y ecológicos, y que atraen a urbanitas concienciados de la importancia de estos árboles.

 

“Los olivos son arrancados con fines ornamentales o para leña. En su lugar se plantan en intensivo con un vida muy corta (diez años) y de máxima producción (industrial). Sin duda es una gran pérdida para nuestro patrimonio natural. Esta memoria histórica del pasado acaba en jardines pudientes de medio mundo. Bajo el espejismo de la producción rentable, ciertamente cuestionable, ¿cómo vamos a recuperar mil años de vida?”. Javier Navas es muy claro al explicar qué está ocurriendo hoy en día con los olivos en España.  

 

Testigo de cómo la historia iba desapareciendo decidió crear el proyecto ApadrinaUnOlivo.es que comenzó a andar hace casi cinco años en la subbética cordobesa, en el centro geográfica de Andalucía. “La conservación de olivar tradicional es un proyecto social, familias y familias viven directamente de olivar o de los servicios indirectamente realizados. Cuando participas ayudas a estas familias de su entorno de inmediato. La sostenibilidad del producto viene dada por la calidad del mismo desde el respeto al medio ambiente. La pérdida de comisiones en la cadena de distribución, en favor de la máxima calidad, lo hace apreciable en el mercado”.

 

Apostaron por el apadrinamiento como forma de apoyo al proyecto, a cambio de la cual el padrino o la madrina recibe en directo, del olivar a su casa, la producción en virgen extra de su olivo; aproximadamente el zumo natural de 100 kilos de aceitunas de la variedad hojiblanca. “Somos una empresa familiar en tercera generación y con mis hijas creciendo, a las que deseamos dejarles el legado de un nueva forma de vivir para que perdure la ilusión. Posiblemente tendremos muchos plantados por romanos o árabes que entonces vivían por estas latitudes”, afirma Javier. Se sienten satisfechos con su producción ecológica y de que no cuenten con apoyo económico o político que pudiera cuestionar el proyecto.  

 

Desde Oliete, en Teruel, Alfonso recuerda cómo comenzó apadrinaunolivo.org: “Hace ya más de tres años. Estaba en el olivar de mis abuelos, con mi familia. Estábamos recogiendo las olivas y al levantarme observé que desde ahí a dos kilómetros todos los olivos estaban abandonados”. Preguntó por la zona y en el ayuntamiento y supo que había más de 100.000 olivos en esa situación, todos con una antigüedad de entre 100 y 500 años. Desde 2004 la almazara del pueblo estaba cerrada. La producción no salía rentable y los propietarios de los olivos abandonaban su cuidado. “A eso se suma la despoblación rural. En el colegio solo quedan siete niños”.

 

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Alfonso comenzó a pensar y a idear un plan. En la Campus Party de Londres encontró a dos compañeros con los que iniciar este proyecto. “En mayo de 2014 comenzamos. Hoy en día hay 1.100 padrinos y 4.000 olivos recuperados. Queremos que el proyecto sea sostenible”. Y para ello han comenzado una iniciativa de crowdfounding para conseguir la primera almazara solidaria, social y sostenible del mundo.

 

También apostó por el apadrinamiento como figura de apoyo y de cercanía a los olivos. Por 50 euros al año eliges un olivo, le otorgas un nombre y puedes realizar su seguimiento a través de una aplicación. Recibe dos litros de aceite y puede visitar el olivo.

 

Estos dos proyectos han apostado por acercar la naturaleza a una sociedad cada vez más urbana, diseñando un producto de calidad que incorporan sus padrinos a sus platos, lo que encaja con la tendencia actual de cuidado de la alimentación y aprendizaje gastronómico. Pero no se quedan ahí.

 

Los sueños de Javier continúan. “Como pequeño agricultor de la subética cordobesa, hemos logrado crear este año una marca de máxima calidad, LivesOlives. Y prueba de ello es la Medalla de Oro conseguida en una competición internacional de aceite de oliva virgen extra en Japón”. Sin perder ni un ápice de reivindicación por el camino, al afirmar que “nos sentimos orgullosos de que esta iniciativa social haya calado en una sociedad cada vez más preocupada e involucrada en una agricultura más sostenible y cercana al consumidor sin intermediarios”.


@isariveraruiz

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