Dejemos de lado a Tarantino. Olvidemos por un momento conceptos como In Media Res o fragmentación narrativa. Empecemos las historias por el principio. Y el principio, al menos en lo que a novela gráfica se refiere, tiene un nombre propio: Will Eisner.
Hijo de una pobre familia de inmigrantes judíos que quería tener unfuturo brillante en el mundillo artístico de Nueva York, como no era lobastante rico ni lo bastante anglosajón para acceder a las escuelas artísticasde cierto prestigio, se dedicó a dibujar lo único que sabía y podía: tebeos.
En los años treinta un compañero de instituto llamado Bob Kane (el mismo tipo queinventaría a Batman a finales de esa década) convenció al joven Eisner de quepodría hacer un poco de dinero vendiendo sus tiras cómicas a algunas de lasrevistas que entonces apoyaban nuevos talentos.
La historia, a partir de aquí, se vuelve un poco tópica. Es la del American Dream que, en el mundo delcómic, significa encontrar un personaje icónico que trasciende la tira para convertirseen todo un fenómeno. Eisner no parió un Superman ni un Spiderman pero su The Spirit se convirtió, de igualmodo, en un gran éxito. En los años cuarenta se publicaba en más de 20periódicos y permaneció en las cabeceras durante más de una década.
Como la mayoría de profesionales del sector artístico, durante lasegunda guerra mundial Eisner sirvió en una unidad de propaganda del EjércitoEstadounidense. Allí empezó a profundizar en la capacidad formativa que teníanlas viñetas. Curiosamente esa experiencia le llevó, después de la guerra, adistanciarse un poco de la industria del tebeo para fundar AmericanVisuals Corporation, una empresa con una razón de ser curiosa: publicaba manualespara diferentes agencias gubernamentales en las que se usaba profusamente elelemento gráfico con fines formativos. No importaba que hubiese que educar alos ciudadanos sobre higiene o explicarles a los soldados cómo mantener untanque; la American Visuals Corporation podía crear un cómic que cumpliese conese objetivo.
La empresa fue bien y Eisner se convirtió en un empresario de moderadoéxito. Uno podría pensar que un directivo con algo más de sesenta años, pormucho que hubiese basado el éxito de su compañía en la ilustración, se habríaolvidado ya del mundillo editorial y del tebeo. Pero nada más lejos de larealidad.
En los años sesenta y setenta el cómic estadounidense vivió un boom conocido comola Edad de Plata. Este apelativoafectaba principalmente al mundo de los superhéroes porque, durante estos años,los guiones de Stan Lee o los dibujos de Jack Kirby y Steve Ditko habíanintroducido cambios en las temáticas y en la narrativa que habían dotado de profundidada los personajes enmascarados. Por otro lado, los lectores de The Spirit y del resto de famosospersonajes que poblaron los quioscos en los cuarenta y cincuenta eran yaadultos, muchos de ellos tenían sus propios hijos. Sin embargo estos padres defamilia todavía echaban un disimulado vistazo a los tebeos que traían a casasus vástagos.
Eisner, que vivía en contacto con la industria editorial, no era ajeno aestos cambios. Es muy probable que además se hubiese aburrido de idear manualespara el ministerio de Agricultura o para el de Hacienda. El caso es que laevolución que vivía la industrial del cómic le llevó a plantearse seriamente suregreso. Y así nació Contrato con Dios.
La que se conoce popularmente como la primera novela gráfica (aunque tantoel término como el concepto sean en realidad anteriores) supuso llevar el cómica otro nivel narrativo. Concebido como un relato coral, Contrato con Dios cuenta cuatro historias que comparten el rasgocomún de involucrar a los inquilinos de un edificio de alquiler barato de unazona ficticia del Bronx.
La obra tiene una importante componente autobiográfica pues incluyeepisodios vividos por el propio Eisner en su juventud. Muchos de los personajesque aparecen en estas historias están, además, basados en personas que el autorconoció en los años en los que su familia ocupó uno pequeño piso en uno deestos edificios humildes conocidos como tenements.
Contrato con Dios reconstruyeexhaustivamente las condiciones de vida de los inmigrantes pobres deprincipios del siglo XX hasta límites documentales. Las calles, las indumentarias,los oficios e incluso los rasgos de los personajes se reconstruyen con uninterés casi antropológico. Ahí es donde radica la novedad y también lagrandeza del relato: es una narrativa social y costumbrista que recuerda alnaturalismo francés en lo literario o al neorrealismo italiano en locinematográfico. Hasta cierto punto podría considerarse incluso un primoilustrado, por lo gráfico, de ese realismo sucio que por aquel entonces empezaba a hacercristalizar Bukowski.
Eisner completaría su retrato costumbrista del Bronx con otras dosnovelas gráficas: Ansia de vivir (1988)y La Avenida Dropsie (1995),configurando una trilogía clásica quepara todos los críticos supone sin lugar a dudas el inicio de la novela gráficatal y como la conocemos ahora: una obra literaria con cierta extensión,carácter autoconclusivo y que emplea el lenguaje visual de la historieta comoprincipal vehículo narrativo. La aportación de Eisner en ese sentido es tanimportante que lospremios que anualmente entrega la industria del cómic llevan su nombre. Escierto que hubo novelas gráficas antes de Eisner pero no alcanzaron la calidadni la madurez narrativa que logró imprimirles este autor. Por eso Will Eisneres el principio y por eso, puestos a elegir una obra cuya lectura resultaimprescindible, Contrato con Diossalta de inmediato a la cabeza de la lista.
Laura Bellver