La grande bellezza

Considerada como la mejor película europea del año 2013 y con numerosos premios internacionales en su haber, La grande bellezza, del director italiano Paolo Sorrentino, es, sin lugar a dudas una de las películas más importantes y personales de los últimos años. Una obra que no deja indiferente a nadie. Un film que va de la exaltación de unos, como es el caso de esta crónica, a la denostación de otros, pero con un punto en común para todos realmente paradójico: tanto los defensores como los detractores aceptan que esta nueva película de Sorrentino, y gracias a la fotografía de Luca Bigazzi, posee las imágenes cinematográficas de la ciudad de Roma más hipnóticas de los últimos tiempos. Algo que sólo el cine ofrece de tanto en tanto, y éste ha sido uno de esos tantos. Amazing grace.

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Deudora de algunos films de FedericoFellini como La dolce vita, Giulietta degli spiriti o Roma, La grande bellezza  sigue eldeambular por la capital italiana del escritor Jep Gambaderdella -genial interpretación de Toni Servillo-, un periodista de éxito, autor de una sola novela, sinideas o sin ganas de contar y transmitir, y asiduo de fiestas y saraos por losque desfilan nobles de medio pelo, intelectuales de pacotilla, arribistas,delincuentes, cardenales, actores y actrices en busca de un papel, editores,políticos, stripers o una monja decrepita en estado de santidad en su periplointernacional para hacer caja –léase recaudar fondos para su ong-. Toda unafauna reconocible en cualquier sociedad de cualquier ciudad europea en estostiempos de neoliberalismo rampante. Un mundo de celebrities, que afortunadamente no quiere decir celebridades, peroque no están alejadas de los personajes de los Refranes holandeses de Bruegelo los  Caprichos de Goya.Jep,  al igual que el Marcello de La dolce vita, observa.


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Sorrentino se extasía y hace extasiarse al espectador al mostrar unaRoma bellísima y conmovedora: el decorado por el que caminan estas fieras. Aquíla película rezuma el síndrome de Stendhalpor todos sus poros, por todos sus fotogramas. Al respecto, resulta impactantela primera secuencia en la que un turista japonés se desmaya al contemplar laciudad desde los jardines de Gianicolo. Luego viene la modélica filmación deuna fiesta alocada en la terraza del ático del protagonista sobre el Coliseum, laotra cara de la misma moneda que sirve de presentación de esta fauna social y berlusconiana,aunque este adjetivo se puede mutar en fauna rajoiniana o sarkoziniana. Así seextiende el concepto y se personaliza. Es lo que tenemos: carne de photocall e higadillo de prensa de rosaamarillento. La misma fauna que podemos encontrar en el  Madrid de AnaBotella y ante una cámara del programa Sálvame.


 

En este contingente se desarrolla un contenido profundo. Una alfa y unomega, un Eros y Tanatos, una vida y una muerte. O un eterno retorno. Belleza yvacuidad para volver al recuerdo primigenio en un deambular de melancolía. Aquíse encuentra Fellini con Sorrentino, Freudcon NiccoloAmmaniti, Proust con Stendhal. Muy bien lo resume el protagonista en la últimasecuencia del film: la vida y la muerte, y la belleza sobre la vida en elcamino hacia la muerte. Fugacidad en la que sólo cabe el recuerdo. Un recuerdo.Un paraíso perdido. Un tiempo perdido que siempre se busca encada objeto, en cada obra de arte, en cada sensación. Melancolía.


 

Adrián Cordellat

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