Remendando retazos del mar

El sector pesquero es una de las actividades más importantes en la economía de las ciudades costeras que bordean España. Pescadores, armadores, estibadores, subastadores o transportistas son figuras conocidas en su desarrollo. Sin embargo, existe otra igual o más importante que suele pasar inadvertida. Esta semana en 360 Grados Press nos hemos aproximado a una profesión sin cuyos arreglos la pesca no sería lo mismo.

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En un principio, la faena se encontraba en Cangas do Morrazopero, finalmente, ésta también ha llamado desde Vigo, al otro lado de la ría.Es lo que tiene depender de los barcos, que nunca se puede estar al cien porcien seguro de dónde van a atracar. En cualquier caso, ellos mandan y tresmujeres acuden a su encuentro ataviadas con mono de trabajo y ropa de abrigo.Por delante tienen horas de quehaceres junto a un frío mar de febrero. Se tratade las rederas. “Nuestra función esreparar y hacer aparejos de pesca para el arte del cerco“, explica Beatriz Molanes.

 

El tiempo les ha concedido hoy una tregua y el sol calientala zona de O Berbés, la correspondiente al puerto pesquero de la ciudad. Sinembargo, no siempre es así y las redes no entienden de adversidades en lameteorología: la carga de la pesca, el cruce con una baliza o el roce con elfondo del mar pueden causar una avería en la malla en cualquier momento y soloellas saben cómo intervenir. Porque, a diferencia de otras labores que han podidoser mecanizadas, ésta precisa necesariamente de la artesanía de unas manos. Enpalabras de Beatriz: “Este trabajo no lopuede hacer una máquina que funciona de manera rutinaria, ya que una mismapieza puede necesitar varios trabajos a la vez“.

 

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Claro ejemplo de ello es la estampa que protagoniza estaredera mientras habla: ella orilla una malla a la par que su compañera Evangelina Martínez hace un cañete enla misma. Y un poco más adelante también se encuentra María del Carmen Chamorro, quien hace lo propio con otra parte. Lavariedad de arreglos es tan amplia como diferentes son las redes, las cualespresentan diferentes materiales, características y nudos. Tanto es así, que laexperiencia nunca parece suficiente. “Yollevo unos 27 años como redera. A partir de los cinco años de trabajar empecé aadquirir destreza, pero todavía no era una profesional. Se necesita muchotiempo para aprender. Además, las cosas cambian con los sistemas de los barcos.Todos los días hay algo nuevo“, aclara Beatriz.

 

Con todo, ellas siempre responden a la llamada de susclientes. Aunque pasen de generación en generación, los barcos se mantienenfieles al grupo de rederas en el que han confiado durante toda la vida. De estaforma, en ocasiones el trabajo se puede programar, pero otras veces tocadesplazarse de improvisto allá donde estén, sea en otro puerto del nortepeninsular o en Portugal. Asimismo, hay temporadas sin convocatoria alguna, unade las contrariedades de esta profesión. “Lagente suele buscar una faena continua, pero aquí no siempre la hay. Hace tres ocuatro años que no sucede, pero anteriormente hemos pasado hasta meses en casasin trabajar. Y tienes que estar asegurada por lo que, aunque no cobres nada untiempo, debes seguir pagando tu Seguridad Social“, matiza Beatriz.

 

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Más allá de esta intermitencia, otro de los contras de seruna redera – por no decir el principal – es la dureza del trabajo. Con estemotivo, hace unos años fundaron OPeirao Redeiras Artesás, una federación que comprende los distintos gruposde trabajadoras existentes a lo largo de la costa gallega y que les permiteluchar en conjunto por sus derechos. Justamente, Beatriz es la presidenta de la Asociación de Cangas, ala cual también pertenecen Evangelina, María del Carmen y otra veintena de mujeres.Entre todas han logrado que les instalen una nave en el puerto, de manera quepuedan trabajar resguardadas. Pero sus necesidades van más allá. “Nos queda mucho por hacer. Por ejemplo,estamos intentando que se reconozcan nuestras enfermedades, porque todas tenemoslumbalgias, hernias o padecemos del túnel carpiano por el movimiento de lasmanos. Esto sería muy importante para nosotras. También demandamos, aunque porlo visto no va a poder ser, el coeficiente reductor para poder jubilarnosantes. Porque yo no sé si podemos aguantar aquí hasta los 67 años“,argumenta Beatriz.

 

Por todo ello, la continuidad de las rederas siempre está enel aire. La tradición manda por estos lares que el oficio lo desarrollenmujeres y que venga de familia, aunque algunas también se suman por larecomendación de conocidas. Sin embargo, encontrar interesadas en mantener laprofesión se plantea complicado en el presente. Y he aquí un gran dilema pues,a pesar de esta escasez, el futuro de la actividad pesquera requiere de suexistencia. “Está claro que pueden habermuy buenos barcos y muy buenos patrones, pero si no hay rederas que arreglenlos aparejos, no hay pescado. Somos una pieza muy importante“, afirmaBeatriz.


Quizá, un mayor reconocimiento por parte de lasociedad ayudaría a poner en valor la profesión y resolver en parte estacuestión. “¿Sabes cuando siempre tienesalgo y no te das cuenta de lo imprescindible que era hasta que te falta? Puesyo creo que lo nuestro debe de ser algo así. Porque, como siempre estuvimosaquí, se da por hecho y no se piensa que podemos desaparecer“, concluyeBeatriz. Cabe esperar que el mérito de las rederas se advierta antes de que seademasiado tarde. Mientras, ellas seguirán remendando los retazos que devuelveel mar.

@LaBellver

Javier Montes

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