De librerías reales y virtuales

Hace un par de semanas abrió sus puertas en España el gran centro comercial on line Amazon. es en medio de una polvareda mediática con opiniones para todos los gustos, aunque con esto del mercado nunca se tiene la certeza si la apología y el vituperio son diferentes o primas hermanas.

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Este gigante del comercio electrónico que comenzó en 1995 en EE.UU. ha sentado sus reales en nuestro país, mejor diría sus virtuales por aquello del ciberespacio, con un catálogo inicial que  comprende más de 2.500.000 libros en español y otras lenguas cooficiales, 450.000 CD y 130.000 DVD y Blu-ray, sin contar los videojuegos. Hablamos de soporte físico, de libros y discos reales, sin contemplar las descargas digitales, que son harina de otro costal. Es normal que estas magnitudes asusten a la librería o tienda de discos más pintada.

Un catálogo de esta envergadura resulta muy atractivo para cualquier amante de los libros, la música y el cine, aunque no veo la razón para tanto barullo mediático, sobre todo cuando Amazon y similares existen desde hace años en Internet. La compra online siempre es ventajosa para aquellas personas que viven en lugares sin un mercado real bien abastecido. Pero si hablamos de personas que viven en grandes ciudades con comercios bien surtidos, debemos detenernos a reflexionar un poco.

Para explicarlo quiero centrarme en el libro real y en las librerías reales. Es obvio que las librerías, como a cualquier comercio, deben contemplar la venta electrónica y los nuevos libros en soporte digital. Un discurso apocalíptico al respecto puede resultar mediático, pero en el fondo no deja tener poca chicha. Como dice mi amiga Gloria Mañas, la flamante presidenta del Gremi de Llibrers de València, las librerías existirán mientras existan lectores. Lo importante son los lectores y los compradores de libros. Hay que comprar libros, no importa donde sea. Como decía Robert Hugues, la cultura de la queja conduce a poco, y más cuando el debate ha sido sustituido por el titular llamativo de periódico, no por el cuerpo de la noticia (la coletilla es mía). Es absurdo establecer un duelo en O.K. Corral entre libro real (Wyatt Earp) contra libro virtual (Billy Clanton), cuando lo importante es vender libros para mantener un comercio, una industria editorial, unos autores, unos ilustradores…

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Está claro que hay que comprar libros, como hacerlo y donde hacerlo es una cuestión comercial pura y dura, sin días de la Bestia ni otras tentaciones mediáticas de similar catadura. Y aquí quiero llegar bajando al terreno de lo prosaico, a las maneras de vender. Creo que hay sitio para todos, aunque hablar de dimensiones lo dejo para otro momento. Estoy convencido que  la venta on line de un libro real no supone ningún problema para las librerías reales, sino un ventaja. Lo he dicho bien, que nadie piense que estoy desvariando. Me sorprende que entre tanta conjetura milenarista sobre el supuesto fin del fin del libro nadie haya tenido un ápice de raciocinio en nuestro país para hacer apología de lo más sencillo, el bolsillo.

En España el libro tiene un precio fijo marcado por la Ley del Libro. Esto es para todos, reales y virtuales. Pero vayamos a un ejemplo para entenderlo. Supongamos que quiero comprar una novela que acaba de publicarse en nuestro país y que vale, según la ley, 10€ en todas las librerías. Veamos lo que ocurre on line. Al precio de venta del libro debo sumar los gastos de envío, unos 6 € aproximadamente. En la mayoría de los casos puedo evitar este incremento,  haciendo una compra mínima que puede fluctuar entre 20 ó 30€. Así, y al alcance de un clik, el libro pasa de 10€ a 16€, lo que supone un incremento del cincuenta por ciento sobre el precio de venta. Eso sin hablar de la estrategia comercial que para no pagar 6€ me obligaría a comprar por valor de 20 ó 30€.  Además, tengo que esperar como mínimo una semana para recibir el libro en mi casa, eso sin contar la dilatación del plazo por problemas de reparto, algo que para los impacientes es un sin vivir.

Ahora veamos lo que ocurre con el mismo libro en una librería real. Para empezar puedo tener acceso a un descuento de librería, algo que depende de la generosidad del librero que puede jugar con su margen de beneficio;  no pago gastos de envío y me llevo el libro real en el acto con el placer de tocarlo. Así,  lo que cuesta 10€ pasa a 9’50€. Lo mismo pasa con un libro poco común que no tiene la librería en ese momento. Cualquier librería, real o digital, cuando no posee un libro en almacén lo  pide al distribuidor o a la editorial. Evidentemente, tarda unos días en ambos casos. Como en el caso anterior la librería real puede hacer repercutir en el cliente su descuento de librería y no cobrar gastos de envío, resultando el libro más barato. Esto no sucede con la compra on line: esperamos igual y pagamos más.

Ante lo expuesto que cada elija lo que quiera. Para gustos, los colores. Pero que nadie tome este artículo como un ataque contra la venta de libros on line, sino como una defensa del bolsillo, que en los tiempos que corren es mucho. Vale. Este “vale” no tiene nada que ver, aunque podría, con la coletilla chulesca de Belén Esteban, sino con El Quijote. Con esta palabra acaba el libro de los libros. Los que no lo sepáis, lo podéis comprobar en real o virtual.

Manuel Gil

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