La llegada del nuevo año chino a Filipinas

La población china budista ha celebrado entre el 2 y el 3 de febrero la entrada en el año 4.709 del calendario lunar. De forma similar a Occidente, el cambio de año es un momento de reunión para las familias, reunión en torno a la mesa. El encuentro gastronómico en ocasiones está precedido por ‘operaciones salida’ masivas que logran saturar los medios de transporte público de un país, China, en el que todo parece estar hecho a una escala superior a la que estamos acostumbrados, desde la Gran Muralla pasando por la presa de las Tres Gargantas hasta el bosque de rascacielos de Shanghai.

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Hemos sido testigos de algunas de estas celebraciones en Manila. El comercio entre el continente y las islas era muy activo antes de la llegada de los españoles en el siglo XVI. Siguiendo un razonamiento práctico o quizá por otras razones que no han sobrevivido al paso de los siglos, la corona española decidió conceder a los comerciantes chinos terrenos en la margen derecha del río Pasig, frontera natural de la ciudad de Intramuros, núcleo originario de la actual Manila. Así surgió Binondo, actual chinatown de la capital de Filipinas.

Pese a contar con un asentamiento físico, los chinos son parte de actividades muy importantes en Filipinas. Especialmente el comercio, la economía y las finanzas. Esto junto a algunos acontecimientos que han ocurrido  durante el año pasado, el año del Tigre propician que la celebración del nuevo año se diseñe como una muestra al aire libre de la cultura china. El epicentro de este festival de baile y música se situó en la tribuna Quirino, un emplazamiento perfecto por sus características y nada casual puesto que allí murieron por disparos de fuego ocho turistas de Hong Kong el pasado 23 de agosto en el transcurso de una desastrosa intervención policial. Desde entonces Filipinas intenta prodigar los gestos de amistad hacia el vecino chino y hacia el aún reacio gobierno de la región administrativa especial de Hong Kong.

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Allí, durante más de cinco horas y con cobertura en directo por parte de los canales de televisión más importantes de Filipinas actuaron músicos, bailarines y artistas de variedades intentando transmitir la imagen moderna de una cultura milenaria que, especialmente desde la pasada Expo de Shanghai, China quiere extender al resto del mundo. Un par de claves para entender este ‘trabajo remoto’ de mercadotecnia: aún está reciente la celebración en Madrid de la Feria Internacional de Turismo, Fitur. Durante ese encuentro se supo que China superaba a España en el cómputo de llegada de turistas, tendencia que puede mantenerse en el tiempo. Otra referencia a tener en cuenta es el crecimiento del 10 por ciento experimentado por el gigante asiático y la proyección hecha desde occidente acerca del tiempo necesario para que China pase a ser la primera economía del planeta: dos décadas.

La fiesta en la tribuna Quirino, en el kilómetro cero de las carreteras de la isla de Luzón acabó a medianoche con una cuenta atrás (sin uvas ni ningún otro fruto) seguida del lanzamiento de fuegos artificiales.

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Antes, en las calles de Binondo muchos turistas y curiosos extranjeros –fácilmente reconocibles por sus cámaras- vieron las danzas de los dragones. Los dragones son largas ‘tiras’ hechas de telas y otros materiales cuyo final a la sazón es una cabeza de dragón. Sujetadas por los danzantes mediante soportes, el dragón se desplaza enroscándose continuamente sobre sí mismo. Frecuentemente el dragón principal aparece acompañado de otros de longitud menor que atraen la atención especialmente de los niños. El acabado de todas las cabezas es más que notable en muchos casos.

El acompañamiento musical lo realizan músicos que interpretan melodías fuertemente rítmicas y repetitivas con tambores, gongs y platillos. Dependiendo del lugar y las preferencias de los músicos y bailarines pueden sonar también cantidades industriales de tracas y petardos, a modo de pequeña pero ruidosa mascletá.

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Como en cualquier otra celebración callejera, y quizá más en esta teniendo en cuenta las raíces históricas de la comunidad china el sentido principal de la fiesta es el mantenimiento de un comercio ya de suyo intensísimo. En cualquier lugar se pueden encontrar puestos con juguetes, conejos dorados a unos 35 céntimos de euro y otros muchos objetos o comestibles. Destacamos la masa de tikoy o pastel de arroz. Para comer el tradicional tikoy hay que freír en aceite de coco la masa rebozada en huevo y harina.

Y terminamos como empezamos, hablando del zodíaco budista. Si en Occidente los signos están basados en la posición del sol y el ciclo es anual, a razón de un signo por mes, en la cultura del lejano oriente este ciclo se extiende durante 12 años, a razón de uno signo por año. La referencia astrológica es la luna y no el sol. Por eso el comienzo de cada año varía en el tiempo.

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La narración religiosa y mitológica dice que el Buda convocó a todas las especies animales de la tierra para despedirse de él. Pero sólo doce acudieron. Son las doce que están representadas en este calendario unidas a un elemento, el metal, el agua, la madera, el fuego o la tierra. Así el año 4079 es el año del conejo y del metal, un periodo adecuado para alcanzar logros y acuerdos, deteniendo confrontaciones del pasado.

Hay muchas supersticiones asociadas y en la comunidad china hay personas que se las toman muy en serio. Una de ellas dice que durante la noche de celebración del año nuevo no hay que lavarse el pelo o, de lo contrario, el agua se llevará la buena suerte. También el cuatro es un número tabú, especialmente durante esa noche ya que cuatro se pronuncia o tiene la reminiscencia de ‘muerte’. Por ello en algunas torres de esta ciudad es posible pasar directamente del tercer piso al quinto.

Óscar Delgado

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