Por Javier Montes, periodista
Un guaperas (Jake Gyllenhaal) que trabaja de representante farmacéutico conoce a un pibón (Anne Hathaway) que tiene un parkinson de libro [sic]. El chico es un triunfador con buen pico y buen tipo. La chica no se sabe muy bien qué es pero también tiene buen tipo y un apartamento muy bonito.
El director Edward Zwick nos sorprende con este inclasificable bodrio poniendo a los dos actores a hacer el amor durante más de media hora. Anne Hathaway nos enseña las tetas y Jake Gyllenhaal el culo. Mucho sexo y poco sentido.
Él se mete en la bañera para hablar por teléfono. Ella se sube a un autobús para ir a no se sabe dónde ni para qué.
De repente el director da un giro a la película y del sexo insulso se pasa a un melodramón patético. Es absurdo pero es lo que hay. Utiliza la cinta para intentar destapar las miserias del sistema sanitario norteamericano pero es todo tan poco creíble que no entra ni con Viagra.
La industria cinematográfica está atravesando una crisis sin precedentes. Las salas de cine están vacías por culpa de las descargas ilegales y el top manta con el que pretende acabar la llamada ley Sinde. Amor y otras drogas es de esas apariciones que también contribuyen a la muerte de este sector.
S.C.