Una mañana en mi barrio

La periodista asturiana Eva Sariego nos lleva de paseo a hacer unas compras por Valmiki Nagar, un barrio de la ciudad de Chennai, la antigua Madrás.

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“Ladie’s fingers”. Aunque sé que todos sabéis lo quesignifica, por si acaso os lo digo: dedos de señorita. Es lo que vi en laprimera tienda a la que entré en Valmiki Nagar, mi barrio; y no era un sexshop. Los “dedos de señorita” son a la dieta india como el ajo a la nuestra: uncondimento que usan en casi todos los platos.


Esta tienda era una verdulería y pude reconocer aduras penas dos o tres productos; el resto, nombres impronunciables y aspectomás bien extraño. ¡Pero qué rico sabe todo una vez cocinado!


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Frente al establecimiento de frutas y verduras hayuna panadería que puede ser, por aspecto, la de cualquier ciudad española. Peroentras, compras pan, te lo llevas a casa y te haces un bocadillo de chorizo(enviado por tu madre, por supuesto) y, o te gusta el agridulce o bocadillodesperdiciado: ¡el pan es dulce! Solución: estoy aprendiendo a hacer pan.


Hay dos supermercados en Valmiki Nagar: Spencers ySingapure. Y encuentras de todo, desde pasta Barilla hasta Ariel para lalavadora. Yo, ignorante, pensaba que no habría nada de esas cosas, y en mimaleta -a lo Paco Martínez Soria– había metido hasta dentífrico: ¡como si losindios no se lavasen los dientes! Pero me equivoqué, entrar en cualquiera deellos es como ir a hacer la compra al súper de la esquina. La única diferenciaes que, como en Chennai tienen problemas con la electricidad, todos los díasdurante dos horas cortan la luz, lo que significa que los congeladores yneveras de las tiendas no funcionan y, para mantener el frío, no te permitencoger nada de ellas durante ese tiempo.


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En estos supermercados hablan inglés, pero en lospequeños negocios familiares (la mayoría) solamente hablan tamil, lenguaoficial de este estado. No es un problema; es gente tan extremadamente amableque se desviven por entenderte y hacerse entender. Frente a mi casa, porejemplo, hay un señor cuyo negocio es planchar ropa. No tiene un local: es uncarromato de madera en medio de la acera, y usa una plancha de carbón. Sunombre es Shanmoravil y aunque no nos entendamos somos amigos. Su sonrisacuando me ve salir o entrar de casa me alegra el día. Huelga decir que nadieplancha la ropa como él, ¡y a 6 rupias la prenda!  A unos 10 metros de su puesto está el de suamigo sastre. Ni paredes, ni techo, ni nada: un sastre necesita una máquina decoser y punto, o al menos así piensan aquí, porque es lo único que tiene;bueno, eso y muchos clientes, así que debe ser bueno.


Y entre mi amigo Shanmoravil, su vecino costurero, elseñor que vende sandías a su lado, y los que entran y salen continuamente deltemplo de la esquina (aún no sé si van a rezar o a sacarse el carné), miscompras matutinas por Valmiki Nagar, mi barrio, han pasado a ser una rutinanecesaria en mi vida en la India.


¡Namasté!

 

 

Laura Bellver

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