La puerta de los Pirineos

A la sombra de la Peña Oroel y mimada por el río Aragón, Jaca se erige como la base perfecta para recorrer el Pirineo Occidental y disfrutar de su amplia oferta cultural y patrimonial, sin dejar de lado la gastronómica. Platos sabrosos, consistentes y de agradable paladar, producto de una tierra de fuertes contrastes, de clima duro marcado por los primeros grandes gigantes de la cordillera, como la Peña Collarada, que con sus 2.886 metros es el gran coloso que domina esta tierra, vigilado de cerca por el Bisaurín y el hostil Monte Aspe.

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Vía de entrada natural hacia el valle de Canfranc que comunica conFrancia desde tiempos inmemoriales a través de Somport –el Summus Portus romano-, Jaca guarda un pasado de antiguos reinosmedievales, tensiones fronterizas y de revueltas fallidas –como el motín de loscapitanes Galán y Hernández en 1930-, ejemplificado por su ciudadelarenacentista en forma de estrella, una de las más importantes de Europa. Estecarácter fronterizo imprime un sello especial a esta localidad, que invita alvisitante a recorrer sus calles empedradas jalonadas de edificios blasonados ymodernistas. Siempre a merced del viento que baja de las altas cumbres, suscafés se convierten en un refugio para el viajero.


Jaca, ciudad coqueta, presume de tener uno de los cascos viejos mejorconservados de Aragón. La catedral de San Pedro es su epicentro. Estemonumento, una de las primeras catedrales de estilo románico de la penínsulaibérica, fue construida en 1077 por el rey Sancho Ramírez, y ya desde susprimeros años se convirtió en un punto clave para los peregrinos que se jugabanliteralmente la vida cruzando los Pirineos hacia Santiago de Compostela.


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Y es que Jaca es también ciudad jacobea, ya que el Camino Aragonés esuno de los brazos que forma la llamada “ruta francesa”. El otro es el que partede Roncesvalles, en Navarra. Así lo recoge la primera guía del peregrino que enel s.XII escribió Aymerid Picaud, el Liberperegrinationis del Codex Calixtinus.No es difícil, por tanto, observar en el empedrado de las calles alguna vieiraque marca la ruta a seguir para los esforzados peregrinos.

 

Primavera con esquíes

Un paisaje de pureza pirenaica tan extrema debía contar con unasinstalaciones para la práctica del esquí a su altura. Así, la estación deCandanchú se ha convertido en un destino de primer orden para los amantes deldeporte de invierno. La primavera es una época afortunada para este rincón, yaque su orientación  le permite alargar latemporada con unas condiciones inmejorables.


Esquiadores de toda Europarecorren las verticales laderas de este complejo turístico, complementado porla inhóspita estación del cercano valle de Astún. Desde su cota alta seobtienen unas de las mejores y más impresionantes vistas que puede ofrecer estacordillera, con el perfil agresivo de la Sierra de Aísa a un lado y, si laniebla no lo impide, el Midi D’Ossau, eterno centinela pétreo del Béarn francés,al otro.


Extracto del artículo de Viajes publicado por el autor en la edición trimestral número 20 de la revista Redfarma al Día

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