Como sumergida en un halo de cuento medieval, la capital de la República Checa es capaz de atrapar al visitante desde el momento en el que levanta la vista y observa la belleza de sus monumentos, cargados de historias. 360gradospress hace las maletas hasta Praga para descubrirlas y compartirlas.
En 1490, unrelojero llamado Hanus se propuso crear el reloj más preciso, bello yespectacular del mundo. Cuando lo terminó, los ciudadanos que lo contemplaron dieronel reto por más que superado y se regocijaron porque ninguna otra ciudad, másque la suya, podía presumir de una máquina para registrar el tiempo tan sumamentehermosa…casi divina. Una noche, tres encapuchados entraron en casa delrelojero y, sin piedad, quemaron los ojos del hombre con una barra de hierrocaliente. Tanto gustó el reloj a los poderosos que encargaron su fabricación,que temieron que Hanus pudiera volver manos a la obra y construir otro que lehiciera sombra.
Esta es una de lasleyendas más conocidas de Praga, la capital de la República Checa, situada enel mismo corazón de Europa, desde donde emerge cada vez con más fuerza parapisar con contundencia en el viejo continente. Hay quien pueda dudar de la ceguerade Hanus, pero es imposible dejar de admirar el majestuoso reloj situado en laplaza de Stare Mesto, la parte más antigua de la ciudad. A cualquier hora seencuentran turistas fotografiando cada rincón de esa plaza, en un difícilintento de captar en una sola imagen tanta belleza acumulada en iglesias, comola de Nuestra Señora del Tyn o el templo Husita; estatuas, como la de Jan Hus,que incluso originó una religión; y pavimentos empedrados por los que paseóMozart hace más de 200 años. Fue en Praga donde compuso y estrenó Don Giovanni.El público, según la crítica de la época, enloqueció de puro placer.
Sin ninguna duda,los pies del viajero tienen parada obligatoria en el Puente de Carlos, dondeartistas callejeros se confunden entre las figuras levantadas en piedra queadornan el paseo sobre las aguas del río Moldava. Hay una cada diez metros ydetrás de cada estatua, una leyenda… o una cámara de fotos. Porque estepuente está lleno de vida, de día y de noche. Sus dos extremos acercan StareMesto y Mala Strana, un barrio checo que esconde entre recodos pequeñosdetalles, como una calle tan exageradamente estrecha que incluso está dotada deun semáforo para peatones. Si está descubriendo esta parte de la ciudad,probablemente dará con una enorme pared, convertida en mural, que brilla tantopor sus colores como por los mensajes de paz que pueden leerse en él. Es elmuro de John Lennon. El día que lo asesinaron, los checos, empujados por unarrebato espontáneo, homenajearon al artista escribiendo sus canciones y citasen su honor. Ahora, es un auténtico lienzo donde son pocos quienes se resistena dejar un mensaje esperanzador que tiende la mano a un mundo mejor.
Mala Strana estásituado bajo una montaña, coronada por el Castillo de Praga. Un monumento taninmenso y hermoso que impresiona desde la distancia y que enamora una vez queel viajero se sitúa a sus pies. Los checos presumen de que se trata delcastillo más grande del mundo. Lo sea o no, esta construcción gótica tiene unaenorme capacidad de atracción a quien la admira, porque sólo mirarla, esimposible. Los edificios ministeriales y el Congreso de los Diputados están enlos mismos alrededores, como el Palacio Real, donde se realiza el cambio deguardia a cada hora. No puede irse del Castillo sin contemplar la Basílica y elConvento de San Jorge ni, por supuesto, la Catedral de San Vito. El reto nosólo está en resistirse a pasar las yemas de los dedos por la pared del templocon miles de relieves esculturales; también lo está en intentar tomar una fotode toda ella en su conjunto, dada su altura y ubicación.
Todo un entramadode callejuelas conectan los edificios. De entre ellas, no deje de pasear por elCallejón del Oro, famoso por sus coloridas casitas donde vivió, entre otros, elescritor Franz Kafka. Conviene visitar esa calle a partir de las seis de latarde, por la sencilla razón de que a partir de esa hora, la entrada es libre. Elautor de La metamorfosis es parte del orgullo de los ciudadanos checos, quele han dedicado una estatua en el mismo barrio judío. Las Sinagogas Española y Vieja-Nuevaimpresionan… pero desde luego no tanto como estremece el Cementerio Judío. Unsinfín de lápidas se amontonan en escasos metros cuadrados de tierra, quecustodian en sus entrañas los cadáveres de unas 200.000 personas, según los últimoscálculos. Mientras los guías explican que en esa parcela hay doce niveles deenterramientos no es fácil dejar de imaginar cuántas y cuántas almas seesconden entre la arena, que se levanta seis metros por encima del suelooriginal. El gueto de Praga sufrió la persecución
nazi y, por ello, impactaespecialmente que la tienda de la firma Hugo Boss, la misma que confeccionó losuniformes de Hitler, esté situada en el corazón de este barrio judío. Y rebasala paradoja y la anécdota para convertirse tal vez en sabiduría, la actual utilidaddel edificio Rudolfinum, que fue sede de las SS y que ahora es una caja de música,donde ofrecen cnciertos y deleitan con danza y ballet.
La capital checatambién estuvo bajo la influencia comunista y protagonizó la Revolución deTerciopelo y la Primavera de Praga. Allí el comunismo forma parte del pasado…tanto, que el museo dedicado a esta doctrina está situado, ni más ni menos, queentre un McDonalds y un casino. No muy lejos de allí se extiende la Plaza deWenceslao, en Nove Mesto, donde la línea del horizonte la recorta la enormefachada del Museo Nacional.
Después de estelargo recorrido, no está de más echar algo al estómago. En esta ciudad esposible comer estupendamente por 248 coronas checas que, al cambio, son unosdiez
euros. Y para refrescar la garganta, nada mejor que probar una de suscervezas, como la Pilsner Urquell, Budweiser, Staropramen o Kozel.
Toda la ciudad estáperfectamente conectada por transporte público, especialmente, por el tranvíaque rueda sin descanso las 24 horas del día y que cumple con rigurosidad suhorario. Utilizarlo es una opción inteligente, pero el viajero no puededesaprovechar la ocasión de dar un paseo romántico por las fascinantes callesde Praga, donde es fácil enamorarse y dejarse llevar por el aire de cuento dehadas que desprende esta ciudad, bañada por el Moldava y vigilada por lasmiradas de cientos de miles de curiosos que suben hasta el mirador de losjardines de Petrin. La visión panorámica que regala de Praga se disfruta y segoza, pero siempre quedará coja al intentar reducirla a palabras.