Visitamos el sexto país más pequeño de Europa. Detrás de Ciudad del Vaticano, Mónaco, San Marino, Liechtenstein y Malta se encuentra Andorra, un territorio que espera con ansia la llegada de las primeras nieves mientras sigue recibiendo millones de turistas de ‘un día’ atraídos por su condición de paraíso fiscal, licores baratos y rebajas de todo tipo. 360 Grados Press pasó 24 horas por este oasis de naturaleza y tarjeta de crédito.
Es la capital de Estado situada amayor altitud sobre el nivel del mar de toda Europa, la capital del sexto paísmás pequeño del viejo continente, la capital del único territorio donde elcatalán es la única lengua oficial, la capital del esquí y las compras. Andorrala Vella es peculiar. Enclavada en los Pirineos, es la capital de un territoriosoberano de casi 500 kilómetros cuadrados formado por siete parroquias dondeviven poco más de 75.000 habitantes. Durante mucho tiempo fueron unas tierraspobres y aisladas pero tras la Segunda Guerra Mundial, gracias al turismo y asu condición de paraíso fiscal su economía explotó hasta convertirse hoy en unoasis alejado de la crisis.
Andorra la Vella se encuentra en unode los múltiples estrechos valles que forman los escarpados picos montañosos delos Pirineos. Pinos y abedules a modo de inmensos mantos naturales cubren lasladeras sólo afeitadas por la acción del hombre para despejar las innumerablespistas de esquí, uno de los principales atractivos del territorio. Abajo, enlos valles, más de sesenta lagos garantizan el abastecimiento de agua para elregadío de las plantaciones de tabaco, cada vez más escasas.
Aunque sea el único estado del mundoque tiene el catalán como único idioma oficial no es raro ir por la calle yescuchar a la gente hablar en castellano, en francés o portugués, este último,debido al espectacular incremento de la colonia de ese país que se ha afincadoen el Principado (ya triplican a los franceses). Las últimas estadísticasseñalan que Andorra recibe anualmente a más de once millones de turistasatraídos por las estaciones de esquí, las excursiones de alta montaña o eldiferencial de precios en el comercio, en especial en tabaco, alcohol,electrónica, cosméticos y vestido (existe una tasa llamada ISI del 4%).
Si el paisaje está marcado por elverde y las pistas de esquí, Andorra la Vella es lo más parecido a una terminalde aeropuerto al aire libre. Apenas una calle principal jalonada por entidadesbancarias que presumen en sus carteles de ser las más rentables y solventes deEuropa, inmensas perfumerías, comercios donde se mezclan aparatos electrónicosy relojes con el tabaco y el alcohol, restaurantes de las principales firmas decomida rápida y franquicias de las marcas más conocidas a nivel europeo. Lamoneda de cambio es el euro aunque Andorra, hasta el próximo 1 de enero, noemitirá sus propios euros. Perfumes un cincuenta por ciento más baratos que enEspaña, cajetillas de tabaco dos euros más económicas, whisky a mitad de precioy teléfonos móviles de última generación que congregan frente al escaparatedonde se exponen a decenas de turistas cámara en mano, tal vez reciénadquirida.
Quizá el furor consumista no sea como el de la década de los ochentay principios de los noventa pero Andorra sigue atrayendo a cientos de miles deturistas con las carteras llenas pensando en hacer su agosto a base de comprary gastar. Los habitantes de Andorra son conscientes de que su economía giraalrededor de ese negocio y se desviven porque el visitante se encuentretranquilo. Uno puede llegar a una terraza y que el camarero le invite a lascervezas porque debido al ajetreo de la cocina no pueden atender las comandascon la rapidez que les gustaría aunque el cliente no haya pedido nada de comer.
El gracias y disculpe está en boca de todos en un país que parece anacrónico.El trajín sólo se ve en la calle principal que atraviesa cada parroquia.Decenas de coches forman una hilera de ida y vuelta permanente, de unaparcamiento privado a otro porque en superficie apenas hay estacionamientos.Tanto el paisanaje como el paisaje de Andorra la Vella hacen que uno se sientacomo en la terminal de un aeropuerto con la diferencia de que en vez de estarrodeado de aviones te encuentras en el corazón de los Pirineos.
Manolo Gil