Es la época idónea para ponerse al día en lo que a series se refiere. Esas horas tórridas que invitan poco más que a vegetar también sirven para empacharse de temporadas atrasadas o darse el atracón de uno de los títulos apuntados en la lista de pendientes. He aquí una sugerencia para ese segundo plan.
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Ya son cinco entregas que comprenden un total de 61 episodios. Eso sí, son cortos. Y adictivos. Cuando queráis daros cuenta os habréis merendado, sin exagerar, media docena. Porque Louie tiene algo de magnético. Quizá, no en la misma medida que decadencia en su vida y barbaridad en su humor, pero la cantidad es suficiente como para dedicarle unas horas de las vacaciones sin arrepentimientos. El buen rato está garantizado. ¡Ojo! O no, pues a este personaje bien lo adoras, bien lo odias. La propia carcajada es siempre la mejor guía en este sentido: una media sonrisa con el piloto es el indicativo de que podéis llegar a sintonizar con el talante irreverente, cruel y pesimista o realista, según se mire del protagonista. El mundo le ha hecho así y muchos espectadores le quieren tal cual.
En cualquier caso, esta es una de esas series que merecen una oportunidad solo por su originalidad en el planteamiento y la realización: Louie es Louis C.K. hecho ficción. Tras el tropiezo con la sitcom llamada Lucky Louie para HBO, el comediante ha vuelto a probar suerte con FX desarrollando otra fórmula totalmente distinta que combina escenas reales de stand up comedy con el guión de la historia central, la cual se basa en notas autobiográficas: un monologuista cuarentón, divorciado, gordo y padre de dos hijas al que casi todo le sale mal, algo que tiene asumido. Lo bueno de este álter ego es que se ensaña consigo mismo en primer lugar, que no tiene miedo a abordar ningún tema y que refleja la cotidianeidad cara A y cara B de una ciudad tan apasionante como Nueva York. ¡Ah! El propio C.K. actúa, escribe, produce, dirige y edita su obra cual Juan Palomo.
¿Vais a dejar escapar esta referencia?
Lorena Padilla
