“Sí” o “no” nuclear

360gradospress extiende su mirada a las contradicciones sociales de Zarra con motivo de ser uno de los municipios candidatos a acoger el ATC en España

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El futuro de los residuos de alta radioactividad generados por las centrales nucleares españolas pende de un hilo. Nadie sabe todavía qué municipio de los ocho candidatos acogerá el almacén ATC, aunque no hace muchos días la rumorología oficial dirigió el dedo hacia Zarra, un pueblo valenciano de apenas 550 habitantes cuya tranquilidad ha sido asaltada por incertidumbres que van desde el ‘sí’ o el ´no’ al almacén hasta otras que rayan el silencio.

Las siglas ATC significan Almacén Centralizado Temporal de residuos nucleares. De energía nuclear saben mucho en la comarca valenciana del Valle de Ayora. Allí se ubica una de las ocho centrales de ese perfil asentadas en España, en Cofrentes, puesta en marcha en 1984. No muy lejos, a unos 19 kilómetros en dirección al sur desde la N-330, que conduce de Requena a Almansa (Albacete), llegamos a la carretera que lleva a Zarra. Desde que el Gobierno recogió su candidatura para albergar el ATC, la vida, los dimes y diretes de los centros de la palabra en el pueblo, esto es, los bares y la plaza del ayuntamiento, giran en torno a la idoneidad o no de que el enclave acoja los residuos nucleares de las centrales españolas. 360gradospress estuvo esta semana por sus calles, conversando con los vecinos para medir la incidencia que podría tener para ellos un almacén de esas características.

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El cartel de ‘Bienvenidos a Zarra’ se difumina nada más llegar al municipio con pintadas y pancartas a favor del almacén acompañadas de frases del estilo de ‘porque quiero trabajar’, ‘desarrollo y futuro’ o ‘vida para la comarca’. Al llegar reina una falsa tranquilidad, la que han perdido sus vecinos desde que se pusieron en el punto de mira de la noticia. Antonio Hernández es camionero de profesión y es uno de los partidarios de que Zarra acoja el ATC. “Si lo montan aquí, no hará falta que la juventud se vaya, yo tengo la vida solucionada pero los que tienen que buscar trabajo tendrán una buena oportunidad, a pesar de que algunos piensen lo contrario”.

Entre el sí y el no
Conforme estableces contacto con más lugareños, los partidarios del sí hablan con más ligereza que los que apuestan por el no, cansados del impacto mediático y de posibles represalias por parte de la versión oficial, dirigida hacia el sí después de que el consistorio aprobara en el mes de enero por mayoría convertir el municipio en candidato al almacén. Con todo, los dos bares de Zarra representan ambas caras de otra realidad social en torno al ATC. En el bar La Torre, nadie quiere ofrecer su postura, incluso la pregunta de 360gradospress llega a interrumpir una partida de cartas y una conversación a cuatro celebrada en otra mesa.

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El establecimiento se vacía, y en él sólo quedan el propietario y dos parejas de ingleses partidarios del sí. Glyn Wilkinson lleva 3 años viviendo en Zarra procedente de Cumbria (Inglaterra), donde casualmente trabajó 28 años en la central nuclear de Sellafield. No habla español, por lo que su amigo Philip, Felipe como le conocen en el pueblo, hace de traductor del ‘sí’ al ATC. “Creo que puede traer trabajo y dinero a Zarra. Si la mayoría quiere el almacén, nosotros querremos el almacén. Tenemos muy buena relación con los vecinos, si no lo quisieran, nosotros tampoco lo querríamos”, señala.

Los Arcos es el otro bar, que regenta Carmen, partidaria, como la mayoría de los que lo frecuentan, del sí al ATC. “Cuando instalaron los molinos (energía eólica) en la casa rural del pueblo había a diario 8 ó 9 inquilinos y aquí comían 30 personas todos los días. En Zarra todos están por el sí, hay demasiado poco trabajo como para desaprovechar una oportunidad como la que nos daría el almacén: más vida, más gente, más niños… todo mejoraría”, explica la propietaria del otro bar del municipio.

Sin embargo, tras casi dos horas en Zarra todavía no encontramos justificaciones al no, por lo que constatamos que es más difícil de defender en público que el sí. Hasta que damos con Amparo, una maestra que afirma que “llevar la contraria al alcalde supone un castigo, por eso la gente contraria al ATC no habla. Pensamos que el almacén no es la solución para el pueblo porque ni siquiera, como dicen, va a significar más trabajo para los vecinos. Una instalación de esas características necesitaría de mano de obra cualificada para su construcción y mantenimiento, y la gente de aquí ni siquiera tiene el graduado escolar para trabajar ahí, aún así el alcalde está vendiéndoles que habrá trabajos de 2.000 euros”.

La maestra, que vive en Zarra y trabaja en una escuela de Almansa, lamenta “el maltrato psicológico a nivel social que sufres si estás en contra. A mí ni me saludan ni me hablan por no querer el ATC, el ayuntamiento ha borrado toda mención al no y ha pagado la pintura del sí; la suerte es que nunca he dependido de ellos para trabajar, siempre he trabajado fuera de Zarra”.

La versión oficial del no
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La Plataforma contra el ATC de Zarra se constituyó al día siguiente en que el municipio se erigió en candidato a albergarlo. Su portavoz, Pepe Cerdá, vecino de Ayora, pueblo cabecera de la comarca, justifica la oposición de la plataforma en que “los que vivimos aquí queremos que el Valle de Ayora sea reconocido por las 115 explotaciones apícolas que contempla, por los quesos o los yogures; no queremos dinero fácil que puede significar un lastre para siempre ni ser conocidos como el basurero nuclear de España”. De hecho, el portavoz recuerda que “ya tenemos la central nuclear de Cofrentes y los parques eólicos que han colocado en nuestra sierra, no queremos que todo lo malo caiga aquí”. La plataforma prepara un informe para contrarrestar el oficial que sitúa a Zarra como uno de los mejores candidatos a albergar el ATC.

Precisamente, según fuentes municipales, una de las ventajas de Zarra para tener el ATC es la parcela donde se ubicaría, que técnicamente es la que mejor preparada está a priori de entre los ocho municipios en España que optan a albergarlo. Se trata, según el consistorio, de una finca de 400 hectáreas con un terreno industrial de 86 hectáreas, “el mejor de todos los candidatos al ATC”, subrayan dichas fuentes. Con todo, Pepe Cerdá recuerda que en ese lugar, “ya se quiso instalar una incineradora que se paralizó a instancias del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana, de ahí que esa sentencia tampoco permitiría tener una disponibilidad inmediata del terreno para el ATC”.

Dejamos atrás Zarra. El tiempo y las decisiones políticas decidirán qué ocurre con el ATC y con la aspereza social que ha dejado ya como cerco en sus calles. De lejos, el ronroneo de la actualidad y de los titulares que, a modo de máquina del azar, pintará el veredicto definitivo de a dónde irá a parar el Almacén Centralizado Temporal de residuos nucleares. Sí, no.

David Barreiro

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