Manos que piden ser escuchadas

Un intérprete de lengua de signos por cada 143 personas sordas en España. Las cuentas no salen para los afectados por diferentes grados y tipos de problemas auditivos, quienes se cuentan en más de un millón en nuestro país. A dicha escasez se suma, además, la falta de implementación en la cotidianeidad de este método de comunicación. De hecho, a pesar de su heterogeneidad, la sordera y su lenguaje propio siguen siendo desconocidos para la sociedad en general. En 360 Grados Press nos hemos aproximado a esta realidad.

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Actualmente, se estima que hay 20.000 personas oyentes aprendiendo lengua de signos. Se nota que hay más interés que hace unos años, pero todavía queda mucho“, afirma con moderado optimismo Reme Toboso, quien es miembro de la junta directiva del Centro Altatorre de Personas Sordas, el cual cuenta con más de seis décadas de trayectoria por la mejora de la calidad de vida en esta discapacidad. Y la sensación es compartida por todos los entrevistados para el presente artículo. Porque en poco tiempo se ha avanzado mucho en términos tecnológicos – audífonos e implante coclear – o en detección temprana de problemas de audición, pero la sensibilización al respecto no sigue el mismo ritmo. La lengua de signos bien podría servir como barómetro. Para muestra, un caso reciente en palabras de Reme: “Varios países emitieron la pasada edición de Eurovisión con traducción en la lengua de signos propia de la nación o en el sistema internacional. Aquí, la conocida página ‘Postureo Español’ en Facebook hizo bromas al respecto. Esto es una clara prueba de la ignorancia que existe sobre la accesibilidad para las personas sordas“.

 

Se busca complicidad mediática

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Las evidencias no quedarían ahí, ni mucho menos. Esta socia del madrileño Centro Altatorre prosigue: “Hace 25 años que en América Latina se emiten las noticias en lengua de signos. En España, cuando aconteció el 11-S, muchas personas sordas pensaron en un principio que se trataba de la promoción de una nueva película de acción, pues nadie nos garantiza información en directo“. De hecho, este derecho depende en su mayoría de medios específicos, como Webvisual TV, el primer canal digital para personas sordas de toda Europa que vio la luz hace doce años en Cataluña. “Antes, las propias asociaciones hacían un informativo semanal a modo de resumen. Era como si la información en general viajase en AVE y nosotros todavía fuésemos en tren de vapor. Por aquel entonces subir vídeos a Internet era muy innovador, pero nos decidimos por ello y llegamos a registrar 3.000 visitas al mes, lo cual no estaba nada mal teniendo en cuenta que la conexión a Internet no tenía nada que ver con la de ahora“, explica Albert R. Casellas, su coordinador. Con todo, este proyecto sentó precedente tanto nacional como internacionalmente – Suecia o País Vasco, entre otros puntos geográficos, siguieron dicha estela –, aunque no se ha contagiado a los medios generalistas, los cuales apenas cumplen un mínimo de programación en lengua de signos. Esta labor, además, tampoco cuenta con el suficiente apoyo. “Nuestra principal dificultad es encontrar patrocinio. El primer año nos financiamos gracias a la ONCE y a la Generalitat catalana, pero ahora sólo dependemos de esta última y el presupuesto es muy justo. Con la crisis hemos pasado de un equipo de ocho personas a ser dos a jornada completa y una a media jornada, por lo que nos hemos visto obligados a quitar sonido o reducir los subtítulos, por ejemplo“, relata Albert.

 

A la espera de un compromiso en firme

Pero la falta de ayuda no es una excepción del ámbito de la comunicación. Las voces consultadas también han convenido en apuntar que echan en falta mayor implicación por parte de las administraciones públicas. “La Ley 27/2007 de 23 de octubre prometía muchas cosas y depositamos muchas esperanzas, pero una vez publicada coincidió con el inicio de la crisis que ha servido como excusa para no aplicar casi nada. En líneas generales, garantizaba el abastecimiento de un intérprete de lengua de signos en el sistema educativo o en cualquier gestión cotidiana siempre que fuese demandado. Han pasado ocho años y no ha habido ningún progreso más que la creación del Centro de Normalización Lingüística de la LSE. Tenemos la sensación de que se ha actuado en aquello que no costaba nada“, argumenta Jose López, presidente de la Federación Española de Intérpretes en Lengua de Signos (FILSE).

 

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Justamente, este colectivo profesional representaría otro síntoma de la necesidad de intervención en la materia. Sus principales fuentes de trabajo son, por una parte, los movimientos asociativos relacionados con las personas sordas y, por otra, el sector educativo. En este último sentido, los intérpretes son considerados por la mayoría de comunidades autónomas como “fijos discontinuos” en sus centros públicos. Asimismo, las condiciones salariales – de tres a cinco euros por hora – no contentan a ningún trabajador, de ahí que se generen episodios como las manifestaciones que se están convocando en Andalucía en el mismo momento en que se escriben estas líneas. “Nuestros compañeros se han alzado en una reivindicación para mejorar su situación laboral aprovechando que está a punto de abrirse el concurso de adjudicación de contratación de intérpretes en lengua de signos. Exigen que la Junta asuma el compromiso de contratarles como a cualquier otro empleado del sistema educativo, desde los docentes hasta el personal de limpieza. Nunca mejor dicho, estamos haciendo huelga de brazos caídos y, por lo menos, se está generando ruido con ello“, contextualiza Jose.

 

La base de una transformación necesaria

Y las aulas son, precisamente, uno de los frentes fundamentales a lidiar. Está previsto que la titulación de intérprete en lengua de signos pase de ciclo formativo superior a grado universitario próximamente, siendo el cambio efectivo en el curso 2016/2017. En principio, a pesar de que el gremio tiene sus reservas, esto debería traducirse en un mejor estatus para dichos mediadores comunicativos. Sin embargo, lo acuciante sería dotar de contenido las políticas de integración para que las personas sordas pudiesen beneficiarse plenamente de sus servicios en el día a día lectivo. “Una mejor formación sería sinónimo de mejores puestos de trabajo para las personas sordas, pues ahora solemos optar, sobre todo, a empleos de baja cualificación“, declara Reme.

 

Así, los propios intérpretes siguen en la lucha por posicionar su trabajo como una actividad profesional imprescindible y no una simple “labor caritativa o social“, como define Jose. Del mismo modo, las correspondientes entidades implicadas no desisten en la ardua tarea de concienciar mediante actividades paralelas como, por ejemplo, el Festival de Cortometrajes en Lengua de Signos organizado por el Centro Altatorre, el cual propone un ejercicio de inversión lingüística para los oyentes. Y, poco a poco, las iniciativas al estilo de Webvisual TV también van proliferando con vistas a conseguir la plena incorporación a la sociedad de las personas que tienen esta discapacidad. En definitiva, se trata de que la sordera deje de ser “invisible“, ese adjetivo que todas las fuentes han coincidido en emplear repetidamente en sus intervenciones.


@LaBellver

La foto de la portada exterior ha sido obtenido bajo licencia Creative Commons de Flickr. Su autor es J.M. Grimaldi.

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