Parece que su trayectoria se escribe a golpe de casualidades, pero tener las ideas claras ha contribuido sobremanera a trazar el camino que le ha llevado al presente. El premio World Press Photo 2012 le ha puesto en boca de todos, así que él se esfuerza aún más por mantener los pies en el suelo. Oriente Próximo es su escenario y una cámara, su arma. Ambos elementos le han permitido desarrollar el estilo de vida en el que realmente cree. En 360 Grados Press hemos entrevistado a Samuel Aranda, un fotoperiodista fiel a sus principios.
Tus inicios enfotoperiodismo fueron precoces: con tan solo 19 años ya trabajabas en ello.¿Cómo te adentraste en esta profesión?
Fue un accidente. Yo no tenía ningún tipo de vocación.Pintaba grafitis y vivía en un barrio de las afueras de Barcelona bastantecomplicado. Hacía fotos de mis grafitis y nunca pensé en vender fotografía, perohabía mucha problemática social y empecé a hacer fotos de ello. Un día, unperiódico me compró fotos. Se me encendió la bombilla y pensé que a lo mejorpodía vivir de esto. Luego pasé a trabajar para la compañía del gas: mirabacontadores por las casas, lo cual me permitía estar en una moto dando vueltastodo el día por la ciudad y estar haciendo fotos de lo que veía. Al principio,a lo mejor vendía cinco fotos al mes, luego diez, luego quince Y al final pudevivir de esto.
Estos inicios accidentaleste llevaron a estar dos años más tarde, con 21 años, cubriendo el conflictopalestino-israelí. ¿Cómo fue la experiencia?
También fueaccidental. Yo no tenía ningún interés ni idea de lo que pasaba, pero nuncahabía salido de Europa y quería viajar. Uno de mis mejores amigos en Barcelonaera israelí y otro, palestino; pero no podía quedar con ellos dos a la vez. Esome suponía un choque brutal. Entonces mi amigo israelí me invitó a Tel-Avivpara conocer a su familia y explicarme porqué odiaba a los palestinos y miamigo palestino me invitó a Ramala a conocer porqué odiaban a los israelís. Meofrecieron casa, solo me tuve que pagar el billete de avión y me quedé atrapadoen el mundo árabe hasta ahora.
Como bien dices,llevas mucho tiempo en contacto directo con Oriente Próximo. ¿Crees queOccidente retrata esta parte del mundo con el objetivo correcto?
En el mundo árabehay cosas muy negativas, igual que en nuestra sociedad. Yo siempre hago unacomparación: Aquí, en España, tenemos un problema muy grave que es el de laviolencia doméstica. Lo que hacen los medios de comunicación europeos sobre elmundo árabe es como si los medios árabes vinieran aquí y solo documentasen esedrama de la muerte de la mujer a manos del marido. Está claro que hay cosas muynegativas en el mundo árabe, pero los medios de comunicación se focalizan soloen ellas y no explican la historia completa de esta parte del mundo.
Preguntafilosófica: Después de todos estos años, ¿cuál crees que es la razón de ser delfotoperiodismo?
A mí lo que me hasalvado y por lo que sigo trabajando es que la fotografía se ha convertido enuna militancia. Si no estuviese haciendo fotos, estaría tirando piedras. Lafotografía es un estilo de vida y una forma de lucha. Es continuar documentandolo que tiene que ser documentado. De hecho, hace tiempo tomé la decisión de quesolo iba a documentar problemáticas con las que me siéntese identificado,porque resulta mucho más fácil realizar sacrificios. Por ejemplo, los cuatromeses en Yemen fueron muy duros, pero al mismo tiempo conecté mucho con lagente, me ayudaron mucho y lo pasé muy bien con ellos. Era gente joven quequería un cambio, gente con los mismos principios que yo.
Justamente enYemen fue donde realizaste la foto ganadora del World Press Photo 2012. La atención se ha centrado en ti desdeentonces. ¿Cómo vives esta vorágine mediática?
Por supuesto, loagradezco muchísimo y para mí es un honor que me concedan este reconocimiento,pero también sé cómo funcionan los medios de comunicación. Tengo muy claroquién me ha apoyado todo este tiempo, que ha sido The New York Times en elúltimo año y medio. El World Press Photoha sido muy positivo porque me ha abierto muchas puertas. Ahora, muchos de loseditores que no me cogían el teléfono me felicitan. Pero este boom se acaba: no creo que dentro de unaño nadie se acuerde o me vaya a llamar. Siempre pongo el énfasis en que lo másimportante en nuestro trabajo son las personas que fotografiamos. Yo meconsidero un canal entre esas historias y la gente de aquí. No me gustan losfotógrafos que se meten en esto para ponerse medallas.
En este caso hasido un jurado el que ha elegido la mejor instantánea, ¿pero con qué momentoinmortalizado se queda el propio Samuel Aranda?
Es muy difícilelegir una imagen. No tengo ninguna foto favorita, pero sí puedo decir que unode mis trabajos más intensos fue sobre inmigración. Fueron dos años y medio yconseguí mucha conexión con la gente. Conflictos bélicos ha habido toda lahistoria de la humanidad, eso no va a cambiar nunca, pues parece que luchar vaunido a la condición humana. Pero el tema de inmigración fue muy jodido porqueesa gente que yo fotografiaba estaba muriendo en el mar por un sistema defronteras y pasaportes que es muy nuevo. Poner barreras y muros a nuestrospaíses desde hace 110 años me parece absurdo. Que haya decenas de personas quemueren cada año por intentar venir de Mali a trabajar a Madrid me parece penosoy me siento avergonzado muchas veces de tener pasaporte español. Ver morirgente por querer trabajar en otro sitio para luego volver a su casa a mí meproduce mucha frustración.
Comentabas que lomás importante del fotoperiodismo son las personas. Después de ganar estepremio conociste a Fátima y Said, los protagonistas de la foto. ¿Cómo fue elencuentro?
Yemen es un paísmuy especial. Tenemos que aprender mucho de ellos. Cuando me concedieron elpremio, lo anunciaron en Al-Jazeera y un amigo mío de Reuters, que vive enSaná, contactó con ellos y me puso con ellos al teléfono. Estaban muy contentosy querían que nos conociésemos. Yo tenía un poco de miedo, porque no sabía siél estaba muerto o qué había pasado, pues fue un momento de mucho caos; pero metrataron fantástico y sigo en contacto con ellos ahora por Facebook.
¿Por qué es tanespecial Yemen?
Yo lo resumiría enque son muy conservadores en el buen sentido, es decir, nunca imponen nada. Porejemplo, yo fui con mi chica allí y ella al principio llevaba el pañuelo, perola gente le decía pero por qué lo hacía si no era musulmana. A mí eso mepareció un ejercicio de tolerancia brutal. También me gusta mucho que tienen unsentido de familia y comunidad muy fuerte. En Yemen nunca vas a ver unaresidencia de ancianos.
Fuiste uno de lospocos fotógrafos que cubrió el conflicto en este país. ¿Fue esta cultura una delas razones por las que trabajaste allí?
Primero fui a Túnez,después a Egipto y luego a Libia. El periódico necesitaba a una persona enYemen y no había forma de conseguirlo. Yo, por suerte, por azar o por rebote,conseguí un contacto que me permitió entrar en el país. En ese momento no teníaun especial interés en Yemen, pero me alegro de haber ido porque ha sido todoun descubrimiento.
¿Piensas en elriesgo cuando estás trabajando?
No soy un fotógrafode primera línea. Cada vez más intento documentar el lado más humano delconflicto. Está claro que hay momentos en los que corres peligro y, porsupuesto, soy consciente de ello y tengo miedo. Pero este trabajo te brinda másexperiencias que te recompensan todo este riesgo. En Yemen fue muy jodidotrabajar y llegó un momento en el que pensé si merecía la pena todo el riesgoque estaba corriendo. Sin embargo, recuerdo que cuando me concedieron el premioy conocí a Said y Fátima me hicieron un pastel, me presentaron a toda lafamilia y Said me abrazó casi llorando y me dijo muchas gracias por haber elegido venir de tu país a documentar nuestrarevolución. Para mí ese tipo de experiencias personales son el motor detodo. Es un tipo de relaciones que aquí no tengo.
Has citado variasveces que trabajas para The New York Times. ¿Qué diferencias de gestión encuentrasentre un medio extranjero y uno español?
Yo básicamentediferenciaría que en fotografía existen dos sectores: España y el resto delmundo. Me acuerdo que cuando empecé aquí llamaba a muchos medios y cuando mecompraban alguna foto parecía que me estaban salvando la vida. Excepto en LaVanguardia con Pepe Baeza, para mí una figura a seguir como editor gráfico,todos los demás no sé en qué mundo viven. Y me sorprendí cuando empecé a tratarcon medios extranjeros. La diferencia principal es el trato, que es mucho máshumano y cercano. Además, los medios extranjeros están apostando actualmentepor la fotografía de una forma más intensa, porque se han dado cuenta de quepara sobrevivir en el mundo editorial tienen que dar algo muy diferente ehistorias propias bien documentadas.
A pesar de lasituación que describes en España, ¿crees que el fotoperiodismo ha evolucionadoalgo a lo largo de estos años?
Sí. Yo creo quepasa lo mismo en muchas disciplinas: casi todo el mundo se va fuera, triunfaallí y luego se le reconoce aquí. El nivel de fotoperiodismo en España es unode los más buenos del mundo. Tenemos una cantera de fotógrafos buenísima, comoFernando Moleres, Gervasio Sánchez, Cristina García Rodero Lo que no tenemosson medios de comunicación especializados en eso.
¿Qué le dirías aaquellos que quieren hacer camino en el fotoperiodismo?
Ahora que estoydando clases y conferencias, cuando me pregunta la gente joven siempre digo lomismo: lo más importante es fotografiar desde el corazón, cosas en las quecrees, y luego aprender inglés. No hay que perder el tiempo aquí.
Por último, ¿dóndese escribe el futuro de Samuel Aranda?
Voy a volver aYemen. Estoy pensando en buscar una casa allí, porque también es muy económicovivir. Como hay tantos fotógrafos y competencia, me parece muy importanteespecializarse en algo, que los editores sepan qué pueden esperar cuando yofotografío. Yo he elegido el mundo árabe, me siento muy cómodo y voy a seguirtrabajando allí.
Inma Aznar