La fiebre del oro vuelve a Asturias

Una empresa canadiense comienza a planificar la reexplotación de los yacimientos mineros cerrados hace cuatro años.

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El subsuelo asturiano, famoso por sus ahora ruinosas minas de carbón, esconde el metal precioso por excelencia: oro. Su explotación siempre ha estado acompañada de mucha polémica, hasta el punto de que en el año 2006 se clausuró la de los yacimientos situados en los concejos de Belmonte de Miranda y Salas, en la zona central del Principado.

En casi una década de actividad, Río Narcea Gold Mines, como se llamaba la empresa titular de las minas, llegó a extraer 34 toneladas de oro, casi en su totalidad mediante minería de superficie, un negocio con un imponente impacto medioambiental. Enormes desmontes y la sombra de la contaminación generaron un aluvión de quejas de colectivos ecologistas y vecinales. La oposición fue tal que Río Narcea Gold Mines fue obligada a abandonar. Pintadas con lemas como ‘Oro no’ siguen formando parte del paisaje de decenas de casas situadas a ambos lados de la sinuosa carretera que lleva a un apartado valle de Asturias en cuyo subsuelo se estima que sigue habiendo decenas de toneladas de oro.

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Ahora, en plena crisis económica mundial, el oro se ha vuelto a convertir en la mejor inversión. Su precio se ha multiplicado, han aparecido hasta franquicias de tiendas de compra-venta e incluso una empresa acaba de colocar en un hall del hotel Ritz de Madrid una máquina expendedora de pepitas de oro. Es el resurgir de la fiebre del oro.

En este contexto, la canadiense Orvana Minerals, accionista única de Kinbauri, titular de las minas de oro asturianas desde 2007, ha decidido mover máquinas, contratar personal y reanudar la actividad en los yacimientos auríferos de Belmonte y Salas. Acaba de obtener una suculenta subvención del ejecutivo central y estiman que a partir de la segunda mitad del próximo año puedan comenzar la actividad extractiva.

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El modelo de explotación será diferente al de sus antecesores para evitar caer en los mismos problemas que les llevaron a echar el candado. Su idea es extraer oro mediante minería subterránea, construyendo pozos y galerías que les conduzcan a obtener en los próximos siete años 1,2 millones de onzas de oro, unas 39 toneladas, y 75 millones de libras de cobre, casi 35.000 toneladas. Ese es el tesoro que los canadienses creen que puede esconder el subsuelo de El Valle-Boinás y Carlés.

“Un balón de oxígeno”
De momento trabajan sesenta personas y cuando la mina esté a pleno rendimiento esa cifra se triplicará. “Va a ser un balón de oxígeno”, dice el alcalde de Belmonte, Roberto Pérez, el único en Asturias que no ha soltado el bastón de mando desde el inicio de la democracia. Este eterno regidor confía en que la actividad extractiva dure, al menos, siete años. La difícil situación económica ha provocado también que quienes antes se oponían con firmeza a la explotación aurífera ahora respalden el proyecto. Un reciente estudio hecho público por la compañía canadiense asegura que el 62 por ciento de los vecinos encuestados considera que la mina de oro es una gran oportunidad para generar empleo local.

La fiebre del oro ha vuelto a Asturias.

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