Historias de cine 1.0

Rescatamos las vivencias vinculadas al concepto más clásico de disfrutar de los 8mm tras el cierre de una sala de barrio

ÓSCAR DELGADO, Valencia. Tique de papel color crema, acomodador y versión original. Ni palomitas ni refrescos. Sólo cine, y de autor a ser posible. 360gradospress visita esta semana el cine Albatros, penúltimo vestigio de esa forma de entender los ocho milímetros, alejada del ruido consumista de los centros comerciales y enclavado en un barrio de la ciudad, que a mediados del mes de mayo colgó el cartel de ‘cerrado’. La misma suerte que, como una larga fila de fichas de dominó, han corrido numerosas salas del mismo perfil en España, arrastradas por los centros de ocio, las nuevas tendencias de consumo abiertas por internet, el 2.0 y la prevalencia del concepto masivo de visionado de películas comerciales.

Una de las películas proyectadas en las salas del Albatros (nacido al albur de otras como el Alphaville de Madrid) fue Luna de Avellaneda, en la que Juan José Campanella exponía la situación de un club social venido a menos, sumido en la decadencia, y la lucha de sus socios por mantenerlo abierto pese a la crisis. El filme narraba de forma paralela historias personales de los protagonistas, con Ricardo Darín a la cabeza, unidas por la frustración de un cierre inevitable. Las mismas que encierra el cine Albatros una vez cerrado.

Una pintora en el cine
En las tripas del Albatros también quedan historias por contar. A pesar de que haya cerrado las puertas, el entierro se ha aplazado porque el cadáver conserva vida en su interior. Silvia Lerín, pintora abstracta afincada en Valencia, tiene desde hace 10 años su estudio en un espacio de la sala. La vivencia del cierre condicionará la producción que prepara para exponer en 2011 en Helsinki y en Berlín, ya que desconoce hasta cuándo podrá seguir como inquilina del cine. Lerín reconoce haber soltado alguna lágrima y, a la pregunta de cómo representaría el cierre del Albatros, la pintora lo vería “desde un punto de vista geométrico, pero en el que siempre cabría un hilito de esperanza”.

La artista defiende el modelo de sala representado por Albatros, “el de versión original sin palomitas ni coca cola; algo que supone un gran esfuerzo para una empresa pero que el público al que le gusta el cine agradece, por escuchar las voces de los actores, sin olores, en silencio”. Un modelo de preexistencia poco viable ante la apertura de centros comerciales con sus consiguientes salas y las modas: “Antes venían muchos estudiantes del politécnico pero de un tiempo a esta parte internet y las redes sociales habían mermado afluencia, también porque el día tiene 24 horas y el ocio se reparte de otra forma”.

El veterinario jubilado
Valentín Aguado es un veterinario jubilado vecino del barrio que lamenta el cierre del cine porque “es muy negativo para la zona; antes la gente venía a tomar algo antes de las sesiones, incluso a cenar. Durante las dos últimas semanas se ha cerrado todo y es muy triste no encontrar a nadie”. Un aspecto en el que coinciden todos los vecinos consultados por 360gradospress, que han acogido con tristeza el cierre de Albatros.

Sin embargo, sigue percibiéndose un goteo de gente que acude a ver la cartelera ajena a la noticia del cierre. Como Cristián Letelier, chileno afincado en Valencia que miraba las últimas películas proyectadas (Honey moons, Fish Tank, La nana, Ciudad de vida y muerte, Cinco minutos de gloria y El concierto) con escepticismo, preguntándose por qué no figuraban las nuevas. “Pensaba que en este tipo de cines era normal que la cartelera no estuviera actualizada, podría ser lógico”, explica el aficionado. “Siempre me ha gustado ver las películas en versión original y desde que vivo en Valencia me venía a esta sala, de la que no importaba tanto la ubicación, en un barrio, como la cartelera. Una lástima”.

Un cine menos, un barrio que pierde vida a la espera de conocer qué propuesta comercial ocupará la sala que ha permanecido abierta desde noviembre de 1986. El siguiente.

F.C.

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