El núcleo que permanece latente

Apenas faltan días para que se cumpla el primer aniversario del accidente nuclear de Fukushima. En 360 Grados Press hemos querido aprovechar la ocasión para analizar lo acontecido y sus consecuencias en el presente. Para ello hemos contado con la colaboración de Carlos Bravo, responsable de la campaña de energía de Greenpeace España.

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Un trágico acontecimiento sacudió el pasado 11 demarzo de 2011 a Japón. Ese mismo día el tiempo pareció helarse durante horas entodas las partes del mundo: la humanidad estaba siendo testigo de cómo un paísquedaba totalmente devastado por un terremoto de 9 grados de magnitud y suconsecuente tsunami. Las informaciones se sucedían minuto a minuto. Obviamente,ninguna de ellas era buena. Finalmente, llegó la confirmación de lo más temido:la central nuclear de Fukushima había resultado seriamente dañada, tanto comopara que dejara de funcionar el sistema de refrigeración de uno de susreactores. A pesar de un cuarto de siglo de distancia, los ecos del accidentede Chernóbil siguen siendo tan intensos que nadie pudo evitar el estremecerseal escuchar “emergencia nuclear” en esta nueva ocasión.

 

Un año más tarde, la dimensión de esteacontecimiento parece haber varado en el olvido. La intensidad mediática hamenguado sobremanera, pero sus consecuencias en la población nipona se estimanpara décadas y más décadas vista. “Teniendoen cuenta que no se repartieron adecuadamente las pastillas de yodo, elproblema en Japón va a ser exactamente igual que en Chernóbil. Por ejemplo, elcesio 137 tiene una vida media de 30 años, lo que significa que hasta que nopasen 300 años no desaparecerá por completo. Y en los primeros 100 años va ahaber una contaminación radioactiva muy importante“, explica Carlos Bravo.

 

Así, la recuperación se plantea lejana, casiutópica, especialmente en la prefectura de Fukushima. Y gran parte de laresponsabilidad recae sobre un Gobierno al que se le cuestionó desde un primermomento la falta de destreza en su actuación. Organizaciones como Greenpeacefueron testigos de ésta. Así lo relata el responsable de energía de su oficinaen España: “Inmediatamente después delaccidente mandamos a un equipo de expertos en protección radiológica. Seacercaron a poblaciones como Iitate, que está a 50 kilómetros de distancia dela central, donde no se había evacuado a la gente. Dijeron que no hacía falta. Nuestrosexpertos detectaron científicamente niveles cien veces superiores a laradiación permitida. Más tarde lo reconoció la Agencia Internacional de laEnergía Atómica y el propio Gobierno japonés. De hecho, ahora esa zona está enuna situación muy preocupante“.

 

La dimisión de Naoto Kan como Primer Ministro traslos primeros meses de gestión de la crisis y el traspaso de poder a manos deYoshihiko Noda ha significado bien poco en este sentido: Japón sigueanteponiendo actualmente su imagen exterior a la realidad que alberga dentro desus fronteras. Por ejemplo, hace apenas unos días se anunciaba la reducción delradio de exclusión aérea sobre la central de Fukushima de 20 a 3 kilómetros,una medida un tanto precipitada a ojos de muchos. “El Gobierno está tratando de reducir las zonas de exclusión parareducir el impacto económico del accidente. También está intentando minimizarla cantidad de radioactividad que daría lugar a que determinados alimentos nose comercializaran. De hecho, una de las cosas que más se le criticó alGobierno japonés es que mientras el límite internacional de dosis radioactivaes de un MiliSievert al año, éste decidió elevarlo mediante un decreto aveinte. De esta forma hubo menos gente a la que evacuar y que indemnizar. Ahoraestá reduciendo el área contaminada artificialmente, no porque esté menoscontaminada, sino porque está aplicando unos criterios más laxos para que hayamenos gente que calificar como afectada. Es todo una maniobra política paraindemnizar lo menos posible“, apunta Carlos Bravo.

 

Mientras, la comunidad internacional desempeña unpapel meramente testimonial. “Formalmentenadie puede obligar a Japón a que haga determinadas cosas. El Organismo Internacional de Energía Atómica nopuede más que hacer recomendaciones. Todo depende de lo que quiera hacerel Gobierno japonés y de lo que fuercen sus ciudadanos“, matiza el expertoen energía de Greenpeace. Algunos países parecieron escarmentar de laexperiencia nipona y apostaron por un cambio radical en su política energética pocodespués del accidente. Fue el caso de Alemania, que cerró siete de suscentrales nucleares y se comprometió al cese de las restantes antes de 2022;una postura que también comparten Suiza o Bélgica. Sin embargo, otros casos siguenoptando por la invariabilidad: “En EEUUvan a abrir dos nuevas centrales nucleares y Obama ha concedido 8.000 millonesde dólares de subvención directa para ello“, afirma.

 

Lo que no cabe duda es que este episodio guarda unalección que, a pesar de las experiencias pasadas, no se termina de aprender.Siguiendo con las palabras de Carlos Bravo: “Fukushima ha supuesto un antes y un después a nivel internacional enmuchos aspectos, porque ha demostrado que la industria nuclear occidental espeligrosa. Es decir, no hay ningún estándar de seguridad que diferencie laenergía nuclear de diseño occidental con respecto de la de diseño soviético. EnChernóbil la industria nuclear occidental dijo que esto ocurrió en el mundosoviético por ser otro tipo de tecnología. Pero esto ya no se puede decir a partirde Fukushima, pues en otros países, como España o Estados Unidos, hay centralesdel mismo estilo“.

 

Por desgracia, las advertencias de este tipo tienenun coste inconmensurable: más allá de las víctimas mortales por el desastrenatural, miles de personas viven ahora refugiadas y expuestas a altos nivelesde radiación. “Dicen que las centrales deFukushima están estabilizadas y que han llevado a los reactores a lo que sellama parada fría. Esto es falso porque la parada fría es cuando logras quepare la acción nuclear. Pero ese hecho no se puede dar en los reactores deFukushima porque el combustible se ha escapado de la vasija del reactor. De ahísigue saliendo radioactividad“, concluye Carlos Bravo.

 

¿Puede retomarse la normalidad por el mero hecho deobviar el problema? La sociedad nipona está siendo obligada a lograr unimposible. Entretanto, el peligro subsiste encubierto.

Adrián Cordellat

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