Billete a la oportunidad

La situación económica en España ha desencadenado una crisis laboral. Jóvenes españoles con elevada cualificación se despiden de su tierra en busca de oportunidades que no tienen en su país. Esta es la historia de algunos de ellos que las encontraron.

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Hubo una época, cincuentaaños atrás, en la que los españoles hacían el hatillo con dos jerséis y unpantalón e invertían sus ahorros en un billete de tren que traqueteaba durantelargas horas hasta que se detenía en estaciones francesas y alemanas en sumayoría. No hablaban el idioma en destino y ofrecían sus manos y su empeño entrabajar como la mejor carta de presentación. Éramos emigrantes. Ahora,también.


Pero el perfil deaquellos que se lían la manta a la cabeza para encontrar un futuro mejor esbien distinto. Jóvenes con estudios universitarios, que dominan varios idiomas,con experiencia laboral en su sector y con un sentimiento de frustracióninmenso que les empuja a hacer la maleta, cargada de sueños.


La tasa de paro juvenilen España llegó al 46’4 por ciento en 2011, una cifra que supera en casi cincopuntos porcentuales la del año anterior. Estos datos, que llegan de Eurostat,sitúan a España a la cabeza en la clasificación de países europeos con el paromás elevado entre los jóvenes.


Según los datosoficiales, desde que empezó la crisis en 2008, un total de 300.000 españoles sehan ido al extranjero en busca de oportunidades. El exilio laboral, sobre todohacia países europeos, es ya una realidad de la que otros países han sacadotajada, en detrimento de España, que observa desde la desolación cómo toda unageneración preparada protagoniza lo que ha pasado a llamarse una ‘fuga decerebros’.


Alemania es uno delos territorios que ha sabido seducir a buena parte de la ola de exiliadosespañoles. La propia canciller Angela Merkel expresó su deseo de contratar ajóvenes desempleados pero preparados de este país.


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Desde octubre delaño pasado, Jesús Javier Vera, licenciado en Periodismo y cualificado con un mástercomo profesor de Educación Secundaria y Bachillerato, se levanta cada mañana enFulda, Alemania. Tiene 26 años y está contratado como profesor de español paraextranjeros, después de que también se preparara para ello en España. En supaís trabajó en medios de comunicación; empleos que compaginaba con otro en uncomercio de deportes. “Las condiciones que me ofrecían en las entrevistas querealicé en Valencia, Barcelona y Madrid eran muy precarias”, lamenta. “Ni conmi carrera, ni mi máster, ni mi alto nivel de inglés, lograba encontrar empleo”.Estuvo en paro durante ocho meses. “Estaba muy desmotivado porque no habíatrabajo ni en los comercios”. Abrió entonces sus miras. Envió currículos fuerade España y recibió una llamada. Ahora es el responsable de que los niñosalemanes de un colegio aprendan español. “Aquí me siento realmente útil. Tengoun trabajo en el que por primera vez en mi vida valoran lo que hago… muydistinto a lo que conocía”, admite.

 

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La vida de AlbertoGutiérrez también cambió recientemente, hace apenas un mes. Tiene 24 años y selicenció en Administración y Dirección de Empresas. Una entidad bancaria y una compañíade exportación e importación se fijaron en su potencial, que ‘compensaban’ con350 y 150 euros mensuales, respectivamente. “Al principio aceptas que no tepaguen mucho porque adquieres experiencia y crees que si te esfuerzas almáximo, te contratarán. Pero nada de eso, después de ti vienen más becarios”,sostiene. Hizo las maletas rumbo a Londres. Esta ciudad cosmopolita ha sido unode los destinos que más ha notado la huída de capital humano español. Según elperiódico The London Daily News,sólo en enero, más de 340 españoles se mudaron a la capital inglesa.

 

Alberto lo había hechoseis meses antes y entró como becario del programa Leonardo en unamultinacional de información financiera, ubicada en Canary Wharf, una de las zonas deLondres más punteras en el sector. “Cuando llegué, lo vi como una oportunidadde oro y me dediqué al cien por cien a esforzarme en mi trabajo”, explica  a través del hilo telefónico. “Mi sorpresa fuecuando al acabar la beca me reuní en el despacho de mi jefe. Pensé que comomucho me ofrecerían un contrato de seis meses. No sólo he firmado de manerapermanente, también el puesto está bien remunerado”, cuenta. Alberto es,oficialmente, evaluador de bonos de renta fija corporativa para Europa, Asia yOriente Medio. Lo tiene claro: “Londres me ha dado la oportunidad que no me hadado mi país”.


 “Trabajaba por amor al arte”

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También hastaInglaterra, aunque a la ciudad de Brighton, voló Irene Palop, de 25 años. Estálicenciada en Psicología y durante dos años puso sus conocimientosprofesionales a disposición de una asociación de ayuda a drogodependientes ypersonas excluidas. En 2011 se volcó de lleno como psicóloga en el centropenitenciario de Picassent (Valencia), donde trabajó con agresores sexuales.Fue terapeuta, además, en dos programas sobre Violencia de Género. En todosestos empleos Irene se sintió realizada, según cuenta desde Inglaterra, pero norecibió remuneración en ninguno de ellos. “Trabajaba por amor al arte”, admite.En Brighton está en un centro escolar donde cobra a cambio de su esfuerzo, loque “me ha aportado una independencia que a día de hoy no puedo tener enEspaña”. Irene reconoce que si hubiera tenido estabilidad laboral en su país,no habría dado el paso, “pero detrás de los momentos malos, como los que viveEspaña, pueden surgir nuevas oportunidades y, simplemente, he decididoaprovecharla”.


El estado españolha invertido en estudiantes que ahora son profesionales y que rinden fuera desus fronteras. Los países emergentes de Europa del este, como la RepúblicaCheca o Polonia, no están ajenos a la situación y tienden la mano a perfilescualificados que ayuden a culminar el desarrollo industrial. Sergio Martín tiene25 años y vive en Praga, de donde de momento no piensa moverse. Acaba de firmarun contrato como ingeniero en una empresa especializada en el control deoptimización de procesos automáticos. “Las condiciones se resumen en uncontrato fiable y seguro con el que puedes vivir económicamente”, asevera. “Noconozco a nadie de mi promoción, de hace casi tres años, que haya ascendido enEspaña. El 90 por ciento de los que trabajan cruza los dedos para mantener elpuesto. Y eso que, en su mayoría, no están valorados y están sobrecualificados parael trabajo que desempeñan”, mantiene con rotundidad.


Tanto a esteingeniero como al resto de profesionales que comparten su historia les gustaríavolver a España, pero también admiten que mientras la situación sea la misma,desde luego que no.

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