Los abanicos y sus nuevos aires

Esta semana en 360 Grados Press hemos centrado parte de nuestra atención en un complemento de moda que, aunque bien conocido por la sociedad a lo largo de la historia, se mueve en un plano más discreto últimamente. No obstante, quienes todavía lo trabajan se han empeñado en promocionar todo aquello que abarca.

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Varios grupos de varillas descansan anudados sobre una mesa. Cada uno deellos se convertirá, posteriormente, en una pieza única. Sólo hasta este punto yase han precisado de, más o menos, diez pares de manos, las cuales se hanencargado de trabajar la madera desde la tala hasta el laminado. No obstante,el proceso continúa: ahora es el turno del montaje de la tela y, después, delpintado. A continuación, según el diseño, será el momento del calado – quepuede ser manual, a máquina o con láser – o, directamente, se procederá aaplicar una capa de barniz. Por último, se unirán todas las partes con elclavillo y se empaquetarán para su venta. Con todo, estos artesanos no miden sulabor en tiempo, sino que esperan una retribución en consonancia con la calidaddel producto final que ofrecen.

 

En resumidas cuentas, así es la ocupación de los abaniqueros, quienes de untiempo a esta parte están luchando por poner en valor sus creaciones y por sobrevivira pesar de las diferentes adversidades que les plantea la realidad, como son lapérdida de determinadas tradiciones y, sobre todo, la importación. “Actualmente, el 95% de los abanicos que sevenden proceden de China, los cuales pueden costar dos euros. Pero los hechos amano aquí en España no pueden tener ese precio“, afirma Guillermo Carbonell, el presidente del Gremio de MaestrosAbaniqueros de Valencia, una institución que ha cumplido recientemente su tercer centenario y quecomprende a prácticamente todos los profesionales que quedan en este sector,pues la producción nacional se reduce, en gran medida, a dicha provincia.

 

Una dificultad estructural añadida

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Guillermo regenta, asimismo, una
fábrica de abanicosjunto con su hija Paula, quien es laquinta generación de artesanos. Fundado a principios del siglo XIX, su negociobien podría representar el modelo imperante en este ámbito, porque la mayoríade empresas son de origen familiar o, en su defecto, son talleres de tradiciónabaniquera que, en cierto momento, decidieron ampliar su actividad pasando deuna función específica a controlar la fabricación en su conjunto. De estaforma, la continuidad del oficio pende de un reducido núcleo, a lo cual se sumala falta de opciones para una formación profesional. “La Escuela de Arte de Cádiz era la única que ofrecía abaniquería comotal en España. Y la media de edad del gremio es superior a los 40 años. Portanto, el relevo no está garantizado“, explica Manel Rochina i Tàrrega, que también es descendiente deabaniqueros, tiene una factoría propia y lleva 25 años dedicándose a esto.

 

Aspiraciones de futuro

Manel es, además, presidente de la Asociación de Abaniqueros Artesanos de Aldaia, una localidad que se ha consagrado como “la cuna” de dichos artículos. De hecho,25 de la treintena de profesionales que existen en el presente se ubican allí. Justamente,este colectivo decidió embarcarse hace dos años en un proyecto en común: la fundaciónde un museo dedicado a promocionar la tradición que les ocupa. En concreto, lainiciativa está cobrando forma en La Casade la Llotgeta, un edificio del siglo XVI que [Img #19930]
gestionan junto con elcorrespondiente consistorio. De momento, vienen funcionando con exposiciones temporales y organizan alguna actividad didáctica al respecto, pero el objetivofinal es contar con una muestra de 300 piezas, tanto históricas como actuales,realizadas por los abaniqueros de la zona o provenientes de coleccionesparticulares. “Aunque no se ha abiertooficialmente, la acogida está siendo buena. La idea es que sea un museo vivo,etnológico, no arqueológico“, apunta este abaniquero.

 

Por su parte, el gremio en su totalidad tiene planeada otra acción: la construcciónde una Ciudad del Abanico, la cualreúna en una misma área a todos los implicados en esta artesanía, así como uncentro de aprendizaje que asegure la vida del oficio. Sin duda, teniendo encuenta su coyuntura, Aldaia se baraja como uno de los lugares idóneos para suemplazamiento, aunque otros pueblos con recorrido en este ámbito como Alaquàs oGodella también podrían servir para afianzar el sello de Abanicos Españoles Artesanos, el cual ha ido renovándose con eltiempo y sigue abasteciendo a firmas de todo el mundo.

 

Otra misión: conservar la cultura

Más allá de proteger una profesión en peligro de extinción, estas dos ideaspersiguen, a su vez, mantener las costumbres que el abanico engloba. Este es elcaso de, por ejemplo, el lenguaje desarrollado a partir de él. Porque estecomplemento era usado como medio de comunicación en los siglos XIX y XX por lasdamas de la época, quienes enviaban mensajes a sus pretendientes condeterminados movimientos que eludían controles y chismorreos. Asimismo, seprocura preservar el sistema métrico propio, es decir, las “pulgadas valencianas“; a partir de lascuales se ha desarrollado una particular nomenclatura según tamaños, como pericones – unas 12 pulgadas o 32centímetros – o de bolso – unas 8pulgadas o 20 centímetros –, entre otros. En definitiva, el abanico representauna rama más de la artesanía que precisa de nuevosaires para despertar el interés general y no perder su identidad original.

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@LaBellver


José Manuel García-Otero

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