Un par de razones para leer a Dostoievski

¡Qué mal vamos con los clásicos! ¡Qué poco se leen! Y es una pena. La mayoría de las veces tenemos que esperar a la conmemoración de un aniversario para que, al menos, con ese motivo se cuelen en las mesas de novedades y en los escaparates de las librerías para llamarnos a su lectura. Pero que aparezcan en las librerías en tales ocasiones no quiere decir que se lean. Tenemos un ejemplo reciente: el bicentenario de Charles Dickens. El año pasado se reeditaron sus novelas más famosas, se habló de ellas en la prensa, se glosó su figura, pero pocas fueron las personas que tomaron entre sus manos Oliver Twist o David Copperfield para disfrutar con su lectura.

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Con demasiada asiduidad condenamos alos clásicos al averno del olvido y simplemente los revivimos con lamemorización de su nombre en ese catálogo de producto en que se convierte lahistoria de la literatura en las escuelas. Memorizar el nombre del autor y eltítulo de la obra es el grado máximo de la cultura libraría para un escolar.Nada de leer y disfrutar. Es lo que hay.

Detengámonos por un momento en uncaso muy concreto, el de un autor  continuamente editado en bolsillo y raramenteleído a pesar de ser una de las cumbres de la literatura universal. Me refieroa Fiodor M. Dostoievski.

Alba Editorial, dentro de su colección de clásicosuniversales,  ha anunciado para esteotoño una nueva traducción al castellano de Loshermanos Karamázov, siendo la primera traducción al castellano en sesentaaños de esta indiscutible obra maestra de la literatura universal. Todo unacontecimiento editorial que espero que anime a los lectores a acercarse a unescritor tan fascinante y profundo como Dostoievski.

Los hermanos Karamázov fuepublicada en 1880. Es su última novela y funciona a modo de compendio de suestética y pensamiento. Como todas sus novelas, tiene varios niveles delectura. Por un lado es la historia de una familia, de unos hermanos muydiferentes (tres arquetipos) y del brutal asesinato del padre cruel, unparricidio que cobra tintes de novela judicial capaz de hacer las deliciasdel  lector más furibundo de novelapoliciaca. Pero por otra parte, tal vez la más interesante, platea el problemade la redención desde el conflicto moral en el que se debate el hombrecontemporáneo al converger en él la fe, la razón y el libro albedrío. Y aquítocamos hueso con el lector complaciente de novelas banales, muy común en unaépoca pensamiento ligero, de escasa reflexión, en el que la profundidadfilosófica no está reñida con el placer de la literatura, algo que muchos nosaben.

Dostoievski nunca es gratuito,siempre llama a la reflexión. Posiblemente algunos de sus planteamientosmorales, sobre todo los relacionados con el cristianismo, sean excesivamentedeudores de la sociedad rusa decimonónica y ahora resulten un poco denostados.No importa. Hay que adentrarse en el complejo mundo de los Karamázov  y reflexionar con él.  Es lo que tiene leer a los clásicos, y lo queno aporta, por ejemplo, Cincuenta sombrasde Grey, con mis respetos para E. L. James.

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Se publican muchas novelas, algunasdemasiado intrascendentes que rápidamente se elevan a la enésima potencia de lagenialidad. Leyendo a clásicos como Dostoievski descubrimos que gran parte delos hallazgos de la novela contemporánea ya son viejos. El desconocimiento y lacultura nos hace dar por novedoso algo que ya estaba en el pasado. LosKaramázov son un buen ejemplo. Aquí está todo. No os asustéis por el número depáginas que tiene  el libro. Adentrarossin miedo. Os aseguro que os atraparan Dmitri, Iván y Aliocha con sus historiasy no podréis abandonarla, convirtiendo la lectura en una aventura personal. Osaseguro que una vez finalizado el libro os entraran ganas de volver a releerlo.Esta es la grandeza de los clásicos, la grandeza de Dostoievski.


 

Adrián Cordellat

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