Por Javier Montes, periodista
Imagínense: un gran caserío inglés, con jardines, paredes de piedra y mucha solera. En el salón, un ataúd y, dentro, el cadáver del patriarca (bueno antes había otro cadáver pero fue un error de los empleados de la funeraria).
Sigan imaginando: familiares y amigos del fallecido se dan cita en la casa para asistir al funeral. Entre ellos hay un joven drogado hasta atrás que deambula desnudo por el tejado, un enano que muestra fotografías en las que aparece con el difunto en dudosas posturas, un anciano que defeca sobre la mano de un paranoico ¿Sigo?
Esto que les describo es solo una parte de la película de Frank Oz (año 2000) que pese a que no consigue arrancarnos unas carcajada continua sí logra provocarnos una sonrisa continuada.
El absurdo es la constante de una cinta que no solo entretiene sino que además permite al espectador pasar un buen rato, con momentos muy buenos. El humor inglés del que me confieso fuel seguidor- se brinda aquí en pequeñas pero brillantes dosis. Hace unos días leía que “en esta vida hacer llorar está chupado, que lo auténticamente difícil es hacer reír”, y ‘Un funeral de muerte’ lo logra. En el guión, muy golfo, muy del estilo inglés, donde la muerte es lo de menos, se mezclan una docena de personas muy peculiares: el hermano vividor, la nuera obediente, el anciano cascarrabias, el amigo baboso y pesado Ninguno es el protagonista principal porque todos juegan un papel en la trama y todos aprueban con nota.
Si quieren pasar hora y media de diversión han dado con su película.
Óscar Delgado