Miedo y asco en la redacción

La semana comenzó con el pánico en la mirada del jefe del periódico en el que Peláez malgasta su vida ante el temor de que los periodistas, tras las subidas en el transporte público, se estamparan contra los cristales al intentar arribar a la redacción en tirolina. Como lo que mal empieza, mal acaba, la semana concluyó de manera abrupta en una discusión entre el célebre redactor de provincias y su jefe pues este era incapaz de mantener una conversación sobre el asunto más sencillo. Puede, todo hay que decirlo, que se viera influenciado por el temor y el asco que sintió al ver a un banquero corretear por la calle –él lo confundió con una rata– o su incapacidad para diferenciar entre el salón de su casa y la redacción del periódico que, con más pena que gloria, gestiona, y a la que el pasado viernes fue en pijama y zapatillas.

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Sin más preámbulo –para utilizaruno de esos tópicos de los que tanto uso hace Peláez en sus escritos– mostramosa continuación los cables de la semana captados por la redacción de 360ºPress.

 

 



Jueves, 3 de mayo

 

– ¿Le pasa algo, jefe? Parece preocupado.

– ¿Por qué lo dice, Peláez?

– Por esa mirada perdida en la lejana línea del horizonte.

– Ni horizonte ni leches, Peláez, compruebo las ventanas.

– ¿Por qué?

– Por la subida del precio del transporte público. Un colegade Madrid me ha dicho que los redactores van al trabajo en tirolina.

– Serán los periodistas de investigación, siempre albor…de del abismo.

– Hasta el crítico taurino, Peláez.

– ¡Carajo!

– Al parecer han roto todos los cristales. Los cabrones seestampan contra ellos como palomas tuertas.

– ¿Y qué podemos hacer? ¿Quiere que las abra?

– No, eso no, que se va el aire acondicionado.

– No tenemos, jefe.

– ¿Y este puto frío?.

– Nos embargaron el techo, ¿recuerda?

– ¿Y si llueve?

– Ya nunca llueve, jefe.

– Eso es cierto, Peláez. Ábralas entonces, pero aproveche elviaje y pase un paño a los cristales.

 

Viernes, 4 de mayo

 

– Ya basta, Peláez.

– ¿No quiere más, jefe?

– No, estoy lleno. Guarde el resto para la merienda.

– Incórporese, tiene que eructar. ¿Me pasa el babero?

– Aquí tiene.

– Gracias.

– ¿Se acuerda de Valladar, el redactor jefe?

– Claro que me acuerdo, especialmente de ese olor afreidora.

– Cierto. Se pasaba el día en bares, el típo. Me mandabatodas las crónicas en servilletas de papel grasientas. ¿Sabe algo de él?

– Sí, somos amigos en Facebook.

– ¿Facebook? ¿El pub irlandés?

– No, la red social.

– Ah, vale. ¿Y qué se cuenta el ganapán?

– Trabaja en una revista de sofás.

– ¡No me diga! Ese era mi sueño de joven.

– ¿Y ahora?

– De colchones.

– Mucho mejor.

– Uno evoluciona, Peláez

– Es increíble la cantidad de gente que ha pasado por aquí,¿verdad, jefe?

– Cierto, Peláez, y aquí seguimos usted y yo, inasequiblesal desaliento, izando la bandera, soportando los embates del mar, apurando unúltimo trago de ron.

– Es sangría Don Simón, jefe.

– Déjese llevar, Peláez, déjese llevar.

 

Lunes, 7 de mayo

 

– ¿Qué hace así, jefe?

– ¿Así cómo?

– En pijama y zapatillas.

– Pues lo que me de la gana, para algo estoy en mi casa.

– No es su casa, jefe, es la redacción del periódico.

– ¿La redacción? ¿Pero qué día es hoy?

– Lunes, jefe. ¿No nota las caras largas, los gestos dehartazgo, el apoltronamiento generalizado?

– Ahora que lo dice… el director comercial me ha ladrado.

– Bueno, es que es un pitbull.

– ¡Coño! ¿Y qué tal lo hace?

– Mucho mejor que el anterior.

– ¿Qué raza era?

– Posgrado en derecho y marketing bla bla bla.

– Nos han jodío.

– En fin, jefe, debería cambiarse de ropa…

– Un momento, un momento, ¿pero no había puente?

– No, eso fue la semana pasada.

– ¡Mierda! ¡Me lo perdí!

– Entiendo que se líe, con tanta fiesta uno ya no sabe quéhay que hacer.

– ¿Cómo se las apaña usted, Peláez?

– Yo vengo siempre, jefe, usted me lo manda.

– Ah, bueno, qué suerte.

– Por mí me quedaba en casa en pijamita y zapatillas.

– Tampoco se columpie.

– Lo siento.

– Bueno, me voy.

– ¿A cambiarse?

– ¿Ahora? No, no es operativo.

– ¿Va a trabajar así?

– ¿Trabajar? ¡Ja! No, aprovecharé el atuendo y me echaré lasiesta. Después, ya veremos.

– Felices sueños, jefe

– Gracias, vasallo.

 

Martes, 8 de mayo

 

– ¡Peláez, una rata!

– No, jefe es un banquero.

– ¡Ah coño! ¿Y por qué corre?

– Porque el barco se hunde, jefe.

– ¡Entonces es una rata, carajo!

– Bueno, tienen cosas en común, pero que se sepa losbanqueros no son roedores.

– ¿Y qué son? Porque no parece humano…

– No, claro, son anélidos acuáticos con ventosas.

… – Ni puta idea de lo que me habla, hijo.

– Sanguijuelas, jefe, sanguijuelas.

– Ni que lo diga, Peláez, después de toda la vida con misahorros en el banco me han regalado una cuchara.

– ¿Sopera?

– De café solo.

– Quizás tenga usted razón, jefe.

– ¿En qué, Peláez?

– Son unas ratas.

 

Miércoles, 9 de mayo

 

– ¡Dios mío, Peláez, dígame que no es cierto lo que veo!

– ¿Qué ve, jefe?

– Ese tazón con agua turbia que tiene sobre la mesa, ¿es denuestras cañerías?

– No es agua turbia, jefe.

– ¿Ah no? ¿Y qué es?

– Café.

– ¿Café? Mire, Peláez, llevo toda la vida tomando café yninguno tenía ese aspecto.

– Es café americano, jefe, lo hacen así.

– Menudos zoquetes, ¿no?

– Es su estilo.

– ¿Y quién le ha engañado de esa manera, Peláez?

– Starbucks.

– ¿Quién es ese?

– Una franquicia.

– ¿Una facha de mierda?

– No, jefe, nada que ver, franquicia es la concesión paraexplotar una empresa en una zona determinada.

– ¿Una terrorista?

– ¡No, hostia!

– Uy, Peláez, no se cabree, que parece usted yo.

– Lo siento, jefe, me saca de mis casillas.

– ¿Íker?

– Brrrrrrrrrrrr…

Manolo Gil

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