Siguiendo la estela de la taquillera ‘Mi gran boda griega’ y con la misma protagonista principal, esta película intenta ser una comedia pero pocas veces arranca una carcajada en el espectador. Mi vida en ruinas se desmorona a medida que pasan los minutos y únicamente acaban salvándose los fabulosos paisajes de Grecia. Tal vez para eso sea mejor ver un documental sobre viajes.
El título ‘Mi vida en ruinas’ le vaque ni al pelo a esta película dirigida por Donald Petrie en 2009, un largometraje insulso de esos que sólo seaceptan después de la hora de comer para echar una cabezada con algo de ruidoamable de fondo. Tal vez buscando el mismo patrón que la exitosa ‘Mi gran bodagriega’, este largometraje se queda cojo a los pocos minutos, plagado declichés y giros tan poco creíbles como absurdos, un poco del estilo de laspelículas de Esteso y Pajares (con perdón para los fans delproducto nacional).
La película se centra en la vida deGiorgia (Nia Vardalos) que trabajacomo guía turística en una agencia de viajes griega donde tiene que bregar congrupos de turistas desconsiderados, amargados y, en general, muy poco educados,aunque su principal problema es su compañero, un chulo griego que quierehacerle la vida imposible boicoteando su tarea diaria. Giorgia se afana encontarle a los turistas la historia que hay detrás de las maravillas griegaspero ellos están más fascinados por las tiendas de souvenirs, los helados o elligoteo (destaca -por malo- el papel de las actrices españolas María Adánez y María Botto haciendo de turistas españolas recién divorciadas).
El conductor del autocar (Richard Dreyfuss) que les lleva deviaje y un turista americano que es presentado como el simpático sin gracia delgrupo y que acaba siendo un sol van cambiando la perspectiva hacia la vida quetiene Giorgia. Todo es muy facilón, sin apenas argumento, poco original. Lomejor son los paisajes de Grecia pero, sinceramente, para contemplar eso lomejor es ver un documental de viajes. Una pequeña decepción.
S.C.