Lo estamos perdiendo

Definitivamente, como dirían en una serie de médicos norteamericana, al jefe de Peláez “Lo estamos perdiendo”. Porque cada vez nos cuesta más comprender a este personaje incomparable. El pasado jueves nos enterábamos de que tenía una manzana en la nevera desde hace veinte años y el viernes insistía, mientras jugaba a los dardos en su despacho, en poner como foto de portada del diario un atardecer en Benalmádena.

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Peláez,con toda su flema, trata de llevarlo como buenamente puede, ahuyentándole laspesadillas, cosiéndole el botón de la camisa o pasando el paño por la mesa desu despacho, además de dedicándose a trabajar, a sacar adelante el periódico deprovincias del que ayer mismo estuvo a punto de ser despedido.

 

 




Jueves, 27 de septiembre

 

– ¿Ve esto, Peláez?
– Claro, jefe, no estoy ciego.
– ¿Y qué es?
– Una manzana.
– Se equivoca.
– ¿Ah sí?
– Sí, esto es una obra de arte.
– Si usted lo dice…

– ¿No la ve? Brillante como una estrella, verde como laesmeralda, intacta como la nieve virgen. Es de una belleza sobrecogedora.
– Ya… bueno… ¿y qué va a hacer con ella? ¿Exponerla en un museo?
– Y una mierda… zampármela, ¡ñam!
– ¡Jefe! ¿Qué le pasa? Se está poniendo azul…
– ¡Puajjjj! ¿Qué mierda es esta? Sabe a mojama.
– Sí que parece un poco seca, sí. ¿Cuándo la compró?
– En el 92, para merendar mientras veía al Dream Team en las Olimpiadas.
– ¿En el 92?
– Sí, pero al final no me apeteció y la guardé en la nevera. Ayer la vi detrásde una pera del 95.
– Es increíble lo que hacen.
– Acojonante, ¿cómo puede ser que no se arrugue ni un poquito?
– Los conservantes, jefe, así se venden mejor, lo único que importa es elaspecto. Que no cambie.
– Es cierto, que las cosas permanezcan para siempre.
– Claro…
– Es lo que tenemos que hacer con este periódico, Peláez, que sea inmortal.
– Totalmente de acuerdo, jefe, publicaremos reportajes que nadie podrá olvidar,noticias que otros desconocen, entrevistas que pasen a la historia, artículosque…
– ¡Cállese!
– Ups
– Déjese de tonterías, Peláez, ¿sabe lo que haremos?
– ¿El qué?
– Barnizaremos las páginas. Que brillen.
– Pero jefe…
– Pero nada. Vaya al chino a por barniz y una brocha. Y tráigame unos risketos,que esto no hay dios que lo coma.
– Brrr….

 

 

Viernes, 28 de septiembre

 

– ¿Jefe, puedo pasar?
– Sí, Peláez, pero agáchese.
– ¿Nos atacan los acreedores, jefe?
– No, cenutrio, estoy jugando a los dardos
– ¿Con la que está cayendo?
– ¿Llueve? Desde que tapié las ventanas no me entero de nada.
– ¿Pero por qué puso ladrillos?
– ¿Usted que cree? Porque no se rompen y no hay que limpiarlos. A ver, qué leñequiere, que estamos en medio de una partida.

– ¿Estamos? Está usted solo, jefe…
– Ya, bueno es que así gano siempre… ¿qué quiere?
– Tiene que elegir la foto de portada.
– Un atardecer en Benalmádena.
– Eso no es de actualidad, jefe.
– El atardecer de hoy en Benalmádena.
– Eso no es noticia.
– Mate a alguien en Benalmádena esta tarde y sáquele una foto.
– Es un delito.
– Pues mátelo poquito, solo para la foto, ¡coño!
– Eso es físicamente imposible.
– La puta física siempre jodiéndome, desde el instituto… No sé, no se me ocurrenada, improvise.
– Tengo una foto del presidente del gobierno fumándose un puro.
– Vale, saque el inútil ese… ¿no estará en Benalmádena por casualidad?
– No, jefe en Nueva York
– Bueno, menos da una piedra.
– De acuerdo, jefe.
– Pues hala, cierre la puerta que quiero seguir con la partida.
– ¡Adiós!
– Hasta nunca.

 

 

Lunes, 1 de octubre

 

– ¡¡¡¡Socorrroooooo!!!! ¡¡¡¡Socorrroooooooo!!!!
– ¿Qué pasa, jefe?
– ¡Peláez! Gracias a Dios que está aquí… acérquese ¿qué demonios es esto?
– Es su ombligo, jefe.
– ¿Mi ombligo?
– Sí, y alrededores.
– Uf, qué susto. Creí que era un agujero negro, que me caería en la nada yvagaría por el espacio sideral hasta la eternidad.
– Por ahora se quedará aquí, jefe, en este triste país llam

ado España.
– Pues mucho mejor. Seguro que en el espacio no hay chacolí.
– Nunca se sabe…
– En fin, debería coserme el botón de la camisa, en una hora tengo reunión conlos cuervos.
– ¿Con los cuervos? ¿Habrá más recortes?
– ¿Recortes? No… Bueno, van a quitarnos el suelo una temporada. Hasta que lacosa mejore.
– ¿El suelo?
– Sí, pero no se preocupe, nos colgarán de las vigas con un arnés.
– En esas condiciones no se puede trabajar, jefe.
– No sea quejica, hombre, que tampoco es para tanto… ¡juntaletras mimosón!
– Pero colgados, jefe…
– Pero nada, además, voy a negociar una tirolina hasta el bareto de la esquina,¿qué le parece?
– Me parece grotesco.
– Y grotesco significa…
– Ridículo.
– Ya, bueno, ya me lo dirá a la hora del pincho de las once. Y ahora traigaaguja e hilo, vamos a ponernos a trabajar.

 

 

Martes, 2 de octubre

 

– ¿Por qué mira al cielo, jefe?
– Se llama tortícolis, Peláez.
– ¿Noche loca en el Amazonas?
– Ya me gustaría ya… es que he pintado el techo de mi casa. Triple mano.
– ¿Tan mal estaba?
– Peor… unas caras me miraban, espero que no vuelvan a salir…
– ¿Cómo las de Bélmez?
– ¿Tiene barba y gafas el tal Bélmez?

– Es un pueblo, jefe.
– No me cambie de tema, cenutrio.
– Está bien, me voy.
– No, quédese un poco, cuénteme un cuento, esas caras me dan pesadillas.
– ¿Pero va a dormir, jefe? ¿Aquí?
– ¿Estamos en mi despacho?
– Sí
– ¿En la redacción del periódico?
– Sí
– ¿Son las diez de la mañana?
– Sí
– Pues claro que voy a dormir, como siempre.
– Entonces yo tendré que trabajar, jefe.
– Está bien, esquirol, pero suba un poco la persiana, que entre un poco deluz…Esas caras acojonan…
– ¿Así?
– Así, gracias. Hasta la tarde, Peláez.
– Hasta la tarde, jefe.

 

 

Miércoles, 3 de octubre

 

– ¡Peláez! ¡Hay polvo sobre mi mesa!
– Es que no la usa, jefe, se acumula.
– Pase un paño y no me diga lo que tengo que hacer, resabiadillo.
– Ya está, mire, hasta puede verse reflejado.
– ¡Hostia! ¿Ese soy yo?
– Claro, jefe.
– ¿Desde cuándo soy calvo?
– Desde hace décadas, jefe.

– ¿Y este bigotillo cantinflero?
– Se lo dejó así tras una apuesta hace años.
– ¿Ah sí? Caramba, no me reconozco, Peláez. Meto miedo.
– No, jefe…
– ¡Dígalo, hombre! Diga que soy más feo que un mono.
– Yo no…
– ¡Atrévase, carajo! Dígame que soy un sobaco con ojos, ¡dígalo!
– …
– ¡Dígalo!
– Es usted feo de cojones, jefe.
– Despedido.
– ¡Pero jefe, usted insistió!
– Quería explorar sus límites, Peláez.
– ¿Mis límites? Pufff…. Está bien, jefe, recogeré mis cosas.
– Deje antes su placa y su pistola sobre mi mesa.
– Soy periodista, jefe, no policía.
– ¿Ah sí? ¿Y yo?
– Director del periódico.
– Siempre se me olvida, carajo. Bueno, póngase a escribir o lo que sea quehaga.
– ¿No estoy despedido?
– Ni de coña, necesito a alguien a quien pisar.
– Gracias, jefe.
– De nada, nadie.


Los cables de las conversaciones que mantiene Peláez con su jefe (#Pelaezleaks) en la redacción de un periódico de provincias los puedes encontrar a diario en la página oficial en Facebook de 360gradospress.


La foto es de Marga Ferrer

Javier Montes

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