El periodista debe andar en la trinchera de los débiles y los que más necesitan. Un periodista no es ningún miembro de una ONG, pero anda ojo avizor para denunciar la injusticia. El periodista que se sienta en la mesa del fuerte, divierte con su ingenio floral al poderoso y se hace el sordo frente a una multitud que sufre bajo el mantel de vanidades; ese no es periodista.
Periodismo es una voz que sale del corazón de los que sufren y llega muy lejos. El periodista tiene las botas gastadas y la camisa sucia de tanto caminar en lo desconocido y bañar su ropa en aguas que saben a miseria.
Periodismo es llamar a puertas que nunca se abren y jamás dejar de intentarlo, porque sabes perfectamente que detrás de aquellos hombros que te empujan siempre verás un hueco de esperanza.
Periodismo es una hilera de historias que odian la mentira, aunque la mentira vista de oro, se exponga en las mejores tiendas y sus dueños quieran abrazarte.
El periodismo jamás muere aunque quieran matarlo. Porque decir no es más difícil que una sonrisa comprada y duelen las sonrisas que tienen un número.
No puedes sonreír a un gobierno corrupto, a unos jueces que nunca ven la dura piedra que aplasta a mucha gente; no puedes sonreír a unos militares que tuestan su barriga bajo un sol que no calienta todos.
No puedes abrazar a alguien que te roba la comida, a los que cierran tu casa, a los que, en nombre de un dios desconocido, te arrancan el corazón, secuestran tu voz y echan a los cerdos tu palabra.
El periodista no puede quedar anclado en la cuneta y esperar que el viento cambie. No puede buscar la casa de Pepito Grillo si llamas a tu propia puerta. En estos días, el silencio huele a soledad y a hierro caliente. Muchas voces rotas te esperan en la otra calle, periodista. No renuncies a lo que eres ni del lugar que vienes. El periodismo tiene tantas cosas que decir que nunca calla.
Foto: Carmen Vela
S.C.