El amor adelgaza

Por Pilar García del Burgo, periodista

El amor adelgaza, no solo porque cuando dos personas se enamoran el mundo solo discurre a partir de su nombre y el estómago se cierra como un abanico al final de una tarde de toros, sino porque además el amor lleva consigo una agitación emocional, sensorial y física que se puede cuantificar en valor calórico. Acabo de leerlo en un interesantísimo libro sobre el tao de la energía sexual, la salud y la longevidad, una de las llaves del conocimiento milenario.

El maestro chino Chian Zettnersan que ha compilado esta sabiduría ancestral ha elaborado una tabla de equivalencias muy elocuente. Por ejemplo, cuenta el sabio que el beso de bienvenida del amado o de la amada consume una kilocaloría, lo mismo que los gruñiditos de satisfacción y agradecimiento que culminan el final del encuentro. Y que un abrazo efusivo y el cigarrillo después de… queman cada uno 3 kcal.

A medida que la temperatura del tallo y de la puerta de jade aumenta, el consumo energético se dispara. De hecho, un beso pasional consume 5 kcal y un besuqueo salvaje, 115. Después de conocer esta información, no debe quedar duda alguna de cual es el método más inteligente para adelgazar ya que el nerviosismo de antes de entrar en el dormitorio hace que se pierdan 60 kcal y liberarse de la ropa interior, 82. Los tocamientos intensivos consumen 100 más y los juegos preliminares con palpitaciones en el corazón, otras 50. Los suspiros y risas se llevan 7 y las caricias intensas y con experiencia (atención a este dato), otras 34. El salto del tigre quema 40 kcal y los aficionados al agua han de saber que el juego de amor bajo la ducha consume 63 kcal y buscar la toalla de baño, otras 13.

No quería despedirme sin citar el momento de la gran pérdida calórica del juego de amor pasional que hace que tiemblen los cimientos, suenen las campanas y salten las chispas de jade entre los sexos. Son 300 kcal. Y es más, hasta girarse de lado en la cama adelgaza 14 kcal. En total y si echan la cuenta, no hay régimen que supere al amor.

Marga Ferrer

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