Loveless: una de vaqueros

Ahora que se acerca la época estival aumenta el tiempo libre y es buen momento para emprenderla con los títulos pendientes. Sobre todo con aquellos que, además de venir avalados por una buena crítica, han sido convenientemente recopilados en uno –o varios– contundentes tomos. Mi recomendación de esta semana es precisamente uno de estos títulos: Loveless, de Brian Azzarello.

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Loveless es la historia de un hombre, Wes Cutter, que luchó por el Sur en la Guerra Civil y fue capturado por el enemigo. Después de pasar un tiempo en un campo de prisioneros, regresa a su ciudad de origen, Blackwater. Pero el pueblo que encuentra es diferente al que dejó. La guerra ha cambiado las cosas y ahora su hogar está controlado por la Unión, su casa está ocupada y él es un paria que luchó por el bando perdedor.  Sin embargo Cutter encuentra una salida a su situación: convertirse en el sheriff de Blackwater.

 

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Esta es la tercera vez que reseño un cómic de Brian Azzarello y, como en los casos anteriores, si hay un elemento que no podía faltar en una obra del guionista norteamericano es el elemento noir. Loveless es la historia de un perdedor convertido en un agente de la ley al servicio de un gobierno que no es el suyo.

 

Se dice que los westerns son historias sencillas protagonizadas por personajes sencillos. Pero Loveless  es cualquier cosa menos simple. Las tramas se complican pronto y las implicaciones de las historias se hacen más y más complejas. De hecho Azzarello concibió este personal western como un relato coral que le permitiese repasar los aspectos más conflictivos de la historia americana, desde la Guerra de Secesión hasta la II Guerra Mundial. La serie no llegó nunca a tanto pero la profundidad de esa concepción impregnó el relato, dándole a Loveless cierta dimensión de epopeya.

 

Tal vez por eso las comparaciones con la obra magna de Azzarello, 100 balas, son inevitables. Por eso y en parte también por el apartado gráfico. El arte de Loveless está a cargo de Marcelo Frusin cuyo estilo es similar a Eduardo Risso en aspectos como el uso del color o las formas sencillas. También lo son en cómo ambos narran la acción gráficamente a través del empleo de las sombras.

 

Se trata de una buena opción para las tardes de verano. Una obra sólida y compleja, muy correcta en el apartado gráfico que, sin llegar al nivel brillante de 100 balas sí ha sabido ganarse a cierto público y consolidarse como un título a tener en cuenta.


@elplumilla

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