A veces parece que el criterio universal para tildar un cómic como ciencia ficción es que entre sus páginas aparezca, aunque sea remotamente, una nave espacial. Eso convierte el género casi en una convención dentro del mundo de las viñetas aunque en la mayoría de los casos hablamos de lo que comúnmente se conoce como Space Operas, epopeyas futuristas o espaciales. Sin embargo sí existen algunos títulos como La Guerra Interminable, que asumen con consecuencia la etiqueta y se atreven a especular sobre qué fronteras nos ayudará a superar la ciencia en los próximos siglos.
La Guerra Interminable parte de una hipótesis probable: el primerencuentro del ser humano con otra especie inteligente no será pacífico, podríaprovocar un enfrentamiento que desemboque en una escalada de violenciainterplanetaria. Eso es precisamente lo que sucede en esta historia. En unfuturo no demasiado lejano, el gobierno de la Tierra recluta un ejércitoespacial para someter a una especie extraterrestre con la que los primerosexploradores siderales han tenido un desagradable encontronazo.
El soldado Mandella se prepara junto a otro puñado de reclutas encondiciones extremas que terminan incluso con algunos de ellos paraconvertirse en la primera línea de defensa contra el supuesto agresor. Losvoluntarios son escogidos por su extraordinaria capacidad intelectual y por suforma física. Se les somete a una continua reeducación y adoctrinamiento y seles convierte en auténticas máquinas de exterminio. La premisa del gobiernoterrestre está clara: ante la posibilidad de que los alienígenas sean hostilesla mejor estrategia es la de golpear primero.
En su cruzada estelar, sin embargo, los soldados se ven sometidos aldesarraigo de la guerra que, en su caso, supone perder toda conexión con laTierra. Y es que, mientras ellos viajan por el espacio a velocidadescercanas a la luz, en la superficieterrestre pasan decenas o incluso cientos de años. De este modo se crea unpanorama desquiciante en el que los soldados viajan muchas veces a combatirenemigos que fueron eliminados siglos atrás mientras aquellos que los enviaronal espacio llevan ya décadas muertos.
El cómic de La guerra interminable,es el fruto de la titánica por el número de páginas adaptación de lanovela homónima de Joe Haldeman. Una obraclásica de la ciencia ficción, ganadora de los premios Hugo y Nébula, los más importantes delgénero. El autor se basó en su propia experiencia en Vietnam para criticarmilitarismo y la deshumanización que conlleva el ejercicio de la violencia.
Adaptado para el cómic por elbelga Marvano, en colaboración con el propio Haldeman, el tebeo vio la luzpor primera vez en los Países Bajos en 1988. La historia se publicó en tresvolúmenes que desglosan la carrera militar completa de Mandella. La acogida delcómic fue muy buena y se tradujo prontoal francés, al inglés, al español y al italiano.
Esta buena recepción permitió contribuir a divulgar la obra original ala que, de hecho, se mantiene completamente fiel. De hecho Joe Haldeman agradeció en su momentoel aporte visual que supone el cómic con respecto a la novela original enaspectos como la recreación de la vida de los soldados y el reflejo del cambio quepadece la sociedad terrestre tras siglos de guerra contra un enemigo casiinvisible.
El cómic tiene, además, el valor añadido de suponer una excelenteaproximación a un género literario taninfluyente como la ficción científica, sobre todo en su vertiente menospopular. Aunque la obra no sea optimista en absoluto. De hecho refleja con resignación, a veces hasta con cinismo,los fallos endémicos de la especie humana que se repiten una y otra vez a lolargo de una guerra interminable.
Javier Montes