La balada del mar salado

Volveremos a hablar de aquellos aventureros tituló una vez Hugo Pratt. Y no se equivocaba. Aquellos aventureros eran London, Stevenson, Melville, Salgari y tantos otros que de pequeños nos lanzaron a soñar con selvas perdidas y tesoros ocultos más allá del último de los mares. Pero lo que Pratt no sabía era que él también iba a ganarse un rincón en ese selecto club aventurero gracias a su hijo más famoso: Corto Maltés. Un tipo cínico, descarado y de noble fondo que debutó en la historieta con La Balada del Mar Salado y que, ya desde entonces, se vio convertido en el más genuino representante del espíritu de la aventura.

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La balada del mar salado
nos lleva al día de Todos los Santos de1913. Tras una tormenta salvaje, el Pacífico amanece tranquilo y brinda unanueva oportunidad al capitán Corto Maltés que flota atado a un aspa después deque su tripulación se amotinase y lo dejase a la deriva. Pero esa oportunidadlo llevará a bordo de un endeble catamarán capitaneado por un viejo conocidosuyo, el desertor Rasputín, que se dedica a la piratería en las aguas de laNueva Guinea Alemana. Juntos se enfrentarán a caníbales, traficarán con carbónrobado y negociarán con el rescate de dos jóvenes australianos, navegando entreendebles alianzas en la antesala  de laPrimera Guerra Mundial.


Esa es la esencia de Corto Maltés: los escenarios exóticos, lossecundarios entrañables y un continuo y desmesurado afán de aventura que loacompaña casi desde la cuna. Corto Maltés,el personaje, nació en La Valleta a finales del siglo XIX. Hijo de una gitanaespañola y de un marino inglés, fue consciente desde pequeño de que sólo loshombres intrépidos pueden trazar su propio camino. Por eso cuando descubrió queno tenía línea del destino en la mano se la talló a su gusto con una cuchillade afeitar. Desde entonces él fue quien llevó el timón de su azarosa vida,viajando por los confines más remotos del convulso primer tercio del siglo XX.Desde la Guerra Ruso-Japonesa hasta la Guerra Civil Española, pasando por la PrimeraGuerra Mundial, la revolución de los boxers o las guerras coloniales africanas.


Hugo Pratt, elautor, construyó un personaje a la imagen y semejanza de los protagonistas delas novelas clásicas de aventuras  que  leía de joven pero también delos periplos por los que él mismo tuvo que pasar en su juventud. Nacido en losalbores de la Segunda Guerra Mundial, con tan sólo trece años Pratt ya habíavivido en la Abisinia colonial y evadió por poco el pelotón de fusilamientocuando las SS lo confundieron con un espía sudafricano. Después pasó porArgentina, exploró el Mato Grosso, recorrió el Amazonas y se mudó al vibranteLondres de inicios de los sesenta. Fue esa experiencia viajera, inquieta y vagabunda,la que después trasladó al cómic.


Su trayectoria, como dibujante, se remonta a la Italia de posguerraaunque su fama y sus primeros trabajos importantes los firmó en argentina. Enel país sudamericano creó sus primeros personajes célebres, como el SargentoKirk, colaboró con los autores más representativos del país y, quizá lo másimportante, recuperó el espíritu aventurero que forjó en su juventud.


Sobre estos sólidos cimientos volvería a finales de los sesenta cuando,de nuevo en Italia, fundó una revista ilustrada con FlorenzoIvaldi. En su número inaugural, publicado en 1967, verán la luz lasprimeras viñetas de La Balada del MarSalado con las que, casi de inmediato, comenzó la leyenda de Corto Maltés.


Su mayor atractivo estaba, sin duda, en el carisma de su personaje peroPratt supo conjugar también otros ingredientes que contribuyeron en buenamedida al éxito de la serie. El autor se interesó, por ejemplo, por ambientarsu creación en un periodo histórico que marcó profundamente el devenir de lahistoria contemporánea. Se centró en conflictos oscuros, países perdidos eislas ya olvidadas. Con estos elementos reconstruyó un universo y un imaginarioque hoy en día sigue teniendo un poder de evocación absolutamente literario.


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En el fondo Hugo Pratt se consideraba un  novelista, y aunque desdelos veinte años se ganó la vida como dibujante de cómics, siempre  pensóque con Corto Maltés había escrito una serie de novelas en las que las viñetasocupaban el lugar de las descripciones. Unas viñetas que, pese al trazomonocromo y esquemático,  reconstruyen los últimos estertores de eseuniverso colonial con extraordinario realismo – Pratt siempre se enorgullecióde la cuidada documentación con la que trabajaba. Su esfuerzo le valió elpremio más importante del cómic francés cuando la primera aventura de CortoMaltés se editó como novela gráfica en 1976.


La balada del mar salado es una pequeña joya no ya del mundo del cómic, si node la literatura de aventuras. Es la heredera de todo un imaginario que a lolargo de los años ha ido configurando el género de aventuras. Homenajea losreferentes directos de Pratt pero tampoco sería exagerado decir que hunde susraíces en la Odisea. Es digno heredero deLa Araucana, Gulliver, Robinson Crusoe o Gordon Pym.  Sin él es muyprobable que hoy en día los héroes de aventuras no fuesen los mismos en ningúngénero. A Corto Maltés le debemos Indiana Jones y también Nathan Drake. Sólo por eso ya valdríala pena echarle una ojeada.


@elplumilla

Laura Bellver

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