Por Javier Montes
Tengo que reconocer, querido lector, que es la primera vez y espero que la última- que escribo unas líneas de una película de la que sólo he visto 35 minutos. Imagino que con este comentario alguno de ustedes habrá dejado de leer esta columna pero los que seguís mis aventuras cinéfilas seguro que entenderéis mi postura. Dejando al margen la elección de la cinta de esta semana, no tengo explicación, con Brácula: Condemor II uno estalla a carcajadas recordando las apariciones televisivas de Chiquito de la Calzada. Para darle más picante al asunto Bigote Arrocet hace de Rigodón. Las risas están aseguradas aunque inexplicablemente y para suerte del director, Álvaro Sáenz de Heredia, no por el argumento de la película.
Volver a escuchar a Chiquito con sus pésimos chistes y ver sus gestos es una antología del absurdo sublime. La trama, sin sentido, es imposible de seguir cuando los ojos se empañan de lágrimas y falta la respiración para seguir los diálogos. Claro está que tanto cachondeo dura lo que uno soporta un tsunami de risas. Tras ese tiempo, en mi caso 35 minutos, lo normal es caer en un profundo sueño porque la película no da para más. En la carátula de la cinta figura que tiene una duración de 88 minutos pero basta esa media hora inicial para darse cuenta de que no hace falta llegar al final, la misión del director está cumplida: hacer pasar un buen rato al espectador. A buen seguro la intención de Álvaro Sáenz de Heredia no era pasar a los anales del cine con Brácula: Condemor II sino entretener al personal, ya sea cinco minutos o la película entera.
Por cierto, el largometraje narra como Condemor y Lucas abandonan el Oeste e intentan llegar a Europa en barco pero en el trayecto se produce un misterioso asesinato. La víctima ha sido mordida en el cuello por un vampiro y una terrible tormenta hace zozobrar al bergantín en el que viajan. Condemor y Lucas luchan contra unos tiburones no tienen desperdicio- consiguiendo alcanzar la costa de una misteriosa isla sometida al terror del Señor de Valpurgis, un vampiro sanguinario que confunde al Condemor con el Conde Drácula y que pretende esposarle con la doncella virgen Lucía (Carla Hidalgo, la presentadora de Nosolomúsica). Lo dejo ahí porque el resto, como ya he dicho, no lo he visto.
Querido lector, estamos ante un director de cine como la copa de un pino; Álvaro Sáenz de Heredia es un maestro, parió un bodrio de película pero seguro que realizó el rodaje más divertido de su vida.
Adrián Cordellat