Desde que el mundo es mundo las fábulas nos ayudan a interpretarlo, a proporcionarnos enseñanzas útiles y morales. Esto lo digo porque la última película de Tim Burton, El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares, sin ser uno de sus mejores filmes, es una fábula espléndida para analizar algunos aspectos de la situación política española. La literatura de ficción siempre nos ayuda a darnos respuestas sobre la realidad, solo los necios no lo creen.
El hogar de Miss Peregrine para niños peculiares se basa en una novela juvenil de Ramson Riggs, un éxito de ventas en todo el mundo menos en nuestro país. Toda una paradoja, porque la historia de Jacob y sus singulares amigos puede tener aquí más sentido interpretativo que en otros países. Vayamos a la novela y veamos el por qué.
Jacob, un adolescente que vive en Florida, viaja a un pueblecito perdido de Gales para buscar el hogar de Miss Peregrine y aclararla muerte de su abuelo. Cuando localiza a esta dama, descubre que ella y los niños peculiares viven constantemente en un día de 1946, en plena Segunda Guerra Mundial. Viven encerrados en un bucle del tiempo, porque cada día, al anochecer, Miss Peregrine retrasa el reloj veinticuatro horas para evitar que la Historia avance y una bomba alemana destruya la casa y acabe con todos ellos. Así, al retrasar el tiempo, el día vuelve a comenzar y se repiten las mismas situaciones.
Es muy posible que cuando alguien lea estas líneas, Mariano Rajoy haya sido investido Presidente del Gobierno, salvo que los diputados y diputadas del PSOE hayan olvidado o no hayan querido atrasar el reloj, como Miss Peregrine, para evitar que la bomba destruya el maravilloso hogar de los niños peculiares, nuestro hogar, porque anda que no somos peculiares.
Iniciamos un periodo en el que algunos socialistas van a estar justificando su abstención en estado permanente con aquello de que había que salvar al país, que no podíamos estar más tiempo sin gobierno, que no nos podíamos permitir unas nuevas elecciones, que había que aprobar los presupuestos, quehabía que ceder a la presión de la UE.Milongas con bandoneón más falsas que la falsa moneda de la canción de Imperio Argentina. Cuando en este país alguien ha dicho “España no puede esperar más”, al pueblo llano se le ha hundido en el dolor y la muerte. Y es que entre los abstencionistas hay mucho iluminado penitente. Al Nuevo Testamento me remito, que las personas de cultura judeocristiana siempre sacamos mucha punta de los libros revelados. “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envío, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24).
Por mucho San Juan y sin ser apocalíptico, tales justificaciones en boca de algunos que se autodenominan socialdemócratas quedan de perdulario en un esperpento. Más que salvarnos nos condenan, porque aquí la autoinmolación en aras de la redención no existe. Hace unos días Enric Juliana escribía en La Vanguardia que lo previsible es que el PSOE seadurante el día, y de cara a la galería, muy beligerante con el PP para convencer a su militancia, pero por la noche, y en pequeño comité,pacte todo lo que se tenga que pactar, que no es poco.
La justificación de la gobernabilidad por la falsa salvación es uno de los efectos más perniciosos que existen del síndrome de Miss Peregrine en el afán de detener el tiempo. No obstante, esta falsa salvación es un efecto mercedario alucinógeno, del verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Los diputados abstencionistas, como siguen a San Juan, no se condenan y pasan de la muerte a la vida. Es decir, resucitan. Pero, como en la película de Paul Naschy El espanto surge de la tumba, a quien se condena a vivir en la injusticia, en la corrupción y en los recortes es a las clases medias y bajas. Detener la bomba es echar perfumes para que se mitiguen los malos olores de la podredumbre, y la porquería sigue. Es evitar un cambio en la Historia. Es condenar a que la Historia no cambie. Es hacernos creer que ha llegado el fin de la Historia y solo queda la eternidad. Y esto es grave. Ya lo hicimos en la Transición y ahora otra vez. Se echa tierra, cunde la desmemoria interesada y se nos impide salir del bucle del tiempo. Se nos impide despertar en otra realidad, porque la única realidad que intentan imponernos es la de los dinosaurios del cuento de Augusto Monterroso, que siguen aquí después de tanto tiempo. Pero otras realidades son posibles. La Historia es tiempo que avanza, jamás tiempo detenido.
Manolo Gil