Esclavos de sus tuits

Políticos y otros personajes públicos aún no valoran lo suficiente que un mensaje poco reflexionado puede acompañarles durante el resto de su vida profesional.

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6.000 euros de multa, reprimenda del juez y un duro revés no sólo para su imagen política, sino para todo el Ayuntamiento de Alicante y la ciudad que representa. La concejal Marisol Moreno, que se hace llamar artísticamente La Roja, no ha podido convencer al magistrado de la Audiencia Nacional de que los mensajes insultantes al Rey y la Corona escritos en su blog y difundidos a través de las redes sociales son algo del pasado y correspondientes a su faceta de monologuista. Puede dar gracias de haber salido bastante bien parada, pues exabruptos en contra del mundo taurino, la Policía e incluso miembros de partidos con los que ahora forma gobierno fueron descartados por considerarse enmarcados dentro de su activismo. Casi al mismo tiempo que la edil de Guanyar se sentaba en el banquillo de los acusados, otro político sacaba los pies del tiesto en Twitter. «Ciertos maridos existen porque ciertas mujeres no han querido quedarse solteras», escribía en la web del pajarito nada menos que el portavoz adjunto de Ciudadanos en las Cortes, Alexis Marí, y en plena escalada de violencia machista. El revuelo fue instantáneo y obligó al autor a dar explicaciones de inmediato.

 

Dos ejemplos en sólo unas horas, aunque los hay casi a diario, de cómo una herramienta comunicativa a la que los políticos llegan para hacerse ver entre los ciudadanos -y muy a menudo también en su partido- se convierte en un arma con la que algunos se disparan en el pie. A veces con carácter retroactivo, que se lo pregunten a Guillermo Zapata y el Ayuntamiento de Madrid.

 

Porque ese es otro de los peligros de las redes sociales: actúan de disco duro de expresiones y opiniones, registrándolas para que puedan ser desenterradas y consultadas en cualquier momento. En este sentido mucho juego está dando también estos días el perfil de Pedro Sánchez y sus mensajes en tono de colegueo con alguna que otra falta de ortografía e incorrección gramatical. De la misma forma que posiciones que dejan sin efecto ese arte tan político del “donde dije digo digo Diego”.

 

El esclavismo del tuit no es cosa sólo de políticos, artistas, deportistas y otras celebridades. El más común de los mortales puede también verse inmerso en un problema que si bien no trasciende en los medios puede tener funestas consecuencias para su vida profesional o privada. Las empresas lo saben, por eso no descuidan la vigilancia de los perfiles de sus empleados. No hace falta ser un experto para encontrarse con material comprometido de candidatos a un puesto de trabajo, y son cientos los que pierden una oportunidad laboral por haber abierto su corazón y su cabeza al escrutinio de los desconocidos.

 

Con todo esto, se hace difícil entender por qué muchos personajes públicos siguen usando Twitter como si se tratara de un servicio de mensajería privado donde decir lo primero que se les pasa por la mente. Algunos, cada vez más, ya confían a sus gabinetes o profesionales especializados la gestión de una comunicación que es tanto o más importante que la tradicional por la velocidad de difusión que en contextos de crisis puede llegar a alcanzar. Una forma inteligente de evitar problemas por escribir en situaciones poco dadas a la reflexión. Los que no, se arriesgan a ser reos de un simple movimiento de dedos durante el resto de su vida.


@Ivan_Munoz

David Casas

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