Que los cuentos son escritos para ser narrados a los niños es algo que casi nadie discutiría. Sin embargo, muchos se sorprenderían al saber que éstos no buscaban esa finalidad en su origen. Sin quererlo, un conocido par de hermanos intervinieron en su devenir. Esta semana en 360 Grados Press nos hemos aproximado a un género literario que ha sido más trascendente de lo que parece en la historia de la cultura.
Dos niñas pasean de la mano de su abuelo. “¿Sabéis qué castigo le puso la madrastra ala princesa?“, les pregunta éste. Es tarde, pero ambas llevan puestotodavía el uniforme del colegio aunque están lejos de allí, tanto física comomentalmente. Concretamente, se encuentran en un bosque encantado, como si de uncuento se tratase. “No. ¿Cuál? ¿Qué lehizo?“, responden. Y el anciano prosiguió con su relato.
Esta escena tuvo lugar no hace mucho en el hall del MuseoValenciano de la Ilustración y la Modernidad (Muvim), el cual acoge hasta elpróximo 13 de enero una exposición dedicada a los hermanos Grimm. Así, elespacio ha sido invadido por escenografías de historias más que conocidas paratodos: Blancanieves muerde unamanzana envenenada y revive gracias al beso de un príncipe; Hansel y Gretel encuentran una casahecha de dulces tras ser abandonados por sus padres; Caperucita Roja regresa junto a su abuela después de recoger florespara ella y se da cuenta de que ha sido suplantada por un lobo; El Sastrecillo Valiente engaña a ungigante haciéndole creer que lanza una piedra muy lejos cuando en realidadsostenía un pájaro en su mano
Absurdos, fantásticos, agridulces y sencillos. Así son loscuentos populares, el género huérfano de la literatura, ése que carece de autorpero al que no le han faltado lectores. Justamente, Jacob y Wilhem Grimmtienen mucho que ver en ello. Porque estos dos hermanos de origen alemániniciaron una recopilación de los mismos en 1807. Su objetivo inicial era elestudio filológico de estas historias de la tradición oral, es decir, tomarlascon fines científicos. Sin embargo, las exigencias del público burgués les obligarona endulzar su contenido para que pudiesen ser contadas a los niños.
De esta forma, la primera muestra de su trabajo llegó en1812 con Kinder und hausmärchen (“Cuentos para la infancia y el hogar“),un libro que constaba de 100 textos y del que se publicaron 900 ejemplares. Ahoraresulta paradójico pensar cómo ambos hermanos tuvieron que insistir al editorpara que se decidiese a imprimirlo. “Seráun bonito regalo de Navidad“, argumentaron los Grimm. Pero las reticenciaseran más que comprensibles en aquel momento: obscenidades y referenciassexuales, como el embarazo de Rapunzel,no escaseaban en la obra. Por ello, a pesar de que los autores defendieron suexhaustivo trabajo en materia de filología, las posteriores ediciones fueron modificadasdebido a la presión social.
Resultado de ello son los cuentos que se conocen actualmente,con una estructura fácil de recordar, un léxico sencillo y una psicologíaasequible. De hecho, muchos de los personajes carecen de pasado y de futuro osiquiera tienen nombre. Porque lo que importa en este género es la sucesión delos acontecimientos que llevan desde una situación miserable hasta un final deaventuras. Seguramente, su sentido primigenio fuese el mero entretenimiento,pero con el tiempo se han convertido en historias sobre cómo hacerse mayor. Así,los celos entre hermanos, el desobedecer a los padres o el abusón de clase sonsituaciones que bien pueden extrapolarse a estos relatos. Sea como fuere, hayalgo que permanece inmutable: todos ellos contienen señas de identidad queayudan a forjar la tradición y el imaginario populares.
En definitiva, Elflautista de Hamelín, El prínciperana, Cenicienta y así hasta 585leyendas alemanas no serían las mismas si no hubiesen pasado por las manos deJacob y Wilhem, quienes las rescribieron una y otra vez con sus plumas deganso. Quizá, incluso los menos conocidos como El enano saltarín, Juan SinMiedo o El Rey del pico de tordo no hubiesen llegado hasta elpresente de no ser por su recopilación. Quién les iba a decir a estos doshermanos que, cuando se cumplen doscientos años de la publicación de su primervolumen de cuentos, éstos seguirían conquistando a ese público al que no se dirigíanen un principio: los más pequeños. Siempre les podría consolar que los adultos detodo el mundo también se han dejado enamorar por su trabajo y, sobre todo, sushistorias.
Adrián Cordellat