El mundo es una encrucijada de lecturas

Existe una red a nivel global que promueve el intercambio continuo de libros. Una vez pasan a formar parte de dicho sistema, éstos inician un viaje de mano en mano que nunca se sabe cuándo ni dónde puede terminar, si es que lo hace algún día. Esta semana en 360 Grados Press hemos conocido de cerca el recorrido de esta práctica.

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Raquel Carlús guardó un libro enun táper, el cual selló con silicona y pegó a un corcho. Una vez preparado esteparticular dispositivo, fue a la playa de la Barceloneta paradejarlo flotar a su antojo en el Mar Mediterráneo. A diferencia de otras obras,de ésta no ha obtenido réplica alguna, al menos por el momento. Ella sabía deesta posibilidad, pero el simbolismo le pudo más que la razón en esta ocasión. Porquecon este gesto quería conmemorar sus cinco años como bookcrosser, es decir,como persona que “libera” ejemplaresde lectura en lugares públicos para que otros los encuentren, disfruten de ellosgratuitamente y los pongan de nuevo en circulación.

 

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Así, el de Raquel no es un caso aislado, ni mucho menos. Según los datosoficiales de la propia organización, la comunidad de BookCrossing en Españacuenta con 41.012 miembros, lo cual la convierte en la quinta más grande delmundo, después de Canadá (46.084), Alemania (69.410), Reino Unido (86.545) yEstados Unidos (336.115). Una cabina telefónica, un cajero automático, el bancode un parque… Cualquier sitio es susceptible de convertirse en una “zona de cruce“, desde el más transitadohasta el más insólito. De hecho, algunos ya se conocen por ser habituales. “Yo he llegado a liberar libros en elcongelador de un supermercado (risas). Luego hay lugares más míticos; porejemplo, la cola de uno de los leones de la Plaza de Oriente de Madrid“, afirma estamiembro del colectivo.

 

El rastro de loslectores como base de su funcionamiento

La idea de esta red no es sólo poner en circulación libros, sino tambiénpoder seguirles la pista. Por ello, toda su actividad se articula en un portal oficial, donde se debe dejar unahuella de cada cambio de manos y de ubicación. En palabras de Raquel: “El primer paso es registrarse con unseudónimo y una dirección de mail en la web. Acto seguido, se recibe unalibrería para registrar libros con un número BCID – BookCrossing Identity –. Esto genera una etiqueta que se debeimprimir y pegar en aquellos que se quieran liberar. Por su parte, las personasque los cacen tienen que introducir a su vez ese código en la web. De estaforma, se puede rastrear su recorrido“. Asimismo, en algunos países se handesarrollado réplicas u espejos de esta página, como en España, de maneraque se puede obtener información más específica.

 

Los gérmenes del BookCrossing

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Esta plataforma vio la luz el 17 de abril de 2001 en Misuri (EstadosUnidos) de la mano de Ron Hornbaker.Webs como PhotoTag – dedicada a seguir lasandanzas de cámaras desechables que se abandonan a su suerte con unasinstrucciones para que quienes se topen con ellas tomen fotografías y,finalmente, sean devueltas a sus dueños – o Where’s George – la cual hace lopropio con los dólares estadounidenses gracias a su número de serie –inspiraron a este programador informático. Así, tras comprobar que su idea derastreo de libros no tenía precedentes en Internet y lograr el apoyo de sussocios en la empresa de software y desarrollo Humankind Systems, Inc., Ron puso en marcha la maquinaria del BookCrossing.

 

Y ésta no ha dejado de funcionar desde entonces. De hecho, la organizaciónseñala que actualmente presenta más de dos millones de bookcrossers en 132 países, por los cuales están viajando cerca dediez millones de libros. Cierto es que la época de auge parece haber quedadoatrás – por ejemplo, el BookCrossingaterrizó en España en 2003 y su crecimiento se comprendió entre 2004 y 2006 –,pero la actividad continúa. “Aunque hansurgido otras iniciativas como el Geocaching– que consiste en la búsqueda de tesoros escondidos por otros miembros conla ayuda de un GPS –, no es que esto hayadecaído, sino que sencillamente nos hemos estabilizado“, matiza Raquel alrespecto.

 

Algo más quecompartir lecturas

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Con todo, la red de BookCrossingpone en contacto a personas con un interés en común, lo cual propicia laorganización de actividades complementarias. Es el caso de las liberacionespuntuales de libros, los encuentros mensuales por ciudades o la quedadanacional de varios días, que se ha celebrado anualmente hasta el presente 2013,cuando se ha decidido hacer un paréntesis. “Esteaño no la hemos realizado principalmente por la crisis, porque la gente notiene dinero para viajar, pero la idea es retomarlo“, apunta Raquel. Deesta forma, algunos bookcrossers hanpasado de ser extraños que permutan libros a buenos conocidos que emprendenjuntos iniciativas.

Precisamente, la experiencia de Raquel es buenaprueba de ello en este sentido. “Yo memantengo por la gente que he conocido. Soy de Barcelona, pero ahora sé quegracias al BookCrossing puedo ir a cualquier sitio de España porque tengoamigos allí. Hablo de unas treinta personas aproximadamente, que sonprincipalmente los encargados de mover los libros en sus zonas. De hecho, en2009 me fui con siete de ellos en un viaje a Japón“, explica ella misma.Así, lejos de estancarse, las ideas para con este movimiento siguen fluyendo.Por ejemplo, con vistas a Navidad, la comunidad de bookcrossers está barajando celebrar la tradición del Caga Tió en la Plaza del Rey de Barcelonacon libros infantiles en lugar de chucherías, entre otras acciones en el restode ciudades. En definitiva, todo apunta a que el mundo seguirá siendo unaencrucijada de lecturas.

@LaBellver


Todas las fotografías de este artículo han sido tomadas de Flickr contando con la licencia Creative Commons. Así, la firma corresponde con el nombre de usuario de los autores. 


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