La capital de Portugal destaca por el encanto de su grandeza pasada y la interesante oferta de barrios modernos que habitualmente pasan desapercibidos para el viajero ocasional.
Lisboa cautiva al viajero por su mezcla de grandeza y decadencia a caballo entre el río y el mar, antaño gran puerta de entrada y salida de Europa recordada por los múltiples vestigios que hay en sus calles, combinación de colosales monumentos y edificios en ruinas. Sin duda el olvido y las crisis han hecho mella en ellos, ofreciendo en avenidas de gran tránsito postales típicas de ciudades de postguerra o dejadez similar a La Habana, donde además no es difícil toparse con despachadores de mercancías ilegales a plena luz del día, mostradas a manos abiertas sin ningún rubor. No por ello el visitante deja de recorrerlas con gozo, disfrutando de sus empinadas y adoquinadas cuestas para acceder a las iglesias, miradores o plazas que se sitúan en las colinas que se levantan a ambos lados de su centro tradicional, ampliamente referenciadas en cualquier guía de viajes.
El olor a pescado cocinado en parrilla al carbón se entremezcla con el de la bica, el café corto elevado a práctica nacional junto a su excepcional pastelería, tanto en pequeños establecimientos como en otros de refinada modernidad, algo que también alcanza a la cocina de vanguardia. Restaurantes gourmet mezcla de conceptos, tanto en su carta como en su ambiente. El Sea Me en el barrio del Chiado es ejemplo de ello. Una exposición del más exquisito y fresco pescado es mostrado como si de un mercado se tratara para la elección del consumidor y posterior cocinado. Bien en los fogones dispuestos a la vista tras una mampara de cristal como por sus especialistas en la elaboración de sushi. Todo ello en un local diáfano, con mesas corridas y música electrónica que es posible acompañar con un cocktail o afamado champagne. El Peixola o el Cantinho do Avíllez son otros de los que gozan de gran aceptación entre la parroquia local.
Hay sin embargo una Lisboa más desconocida que se abre paso justo donde comienza la plaza del Marqués de Pombal y lleva hasta la de Saldanha. Allí, en la esquina donde se encuentra el metro de Picoas, cuya boca confundirá al observador con la del parisino barrio de Montmartre famosa entre otras muchas cosas por su aparición en la película Amelie (se trata del “Acceso Guimard”, donado por la capital francesa a la portuguesa), se encuentra una ciudad totalmente nueva. Amplias avenidas y disposición en damero proporcionan al observador un escenario totalmente distinto, por el que discurren hombres encorbatados y mujeres en traje de chaqueta de camino a cualquiera de las múltiples oficinas, sede algunas de ellas de importantes multinacionales. Edificios de nueva construcción y amplias aceras donde en verano instalan sus terrazas restaurantes y bares de nueva creación. Una mirada a los materiales, arquitectura y construcción incitan a la confusión de encontrarse en cualquier otra urbe europea, o a barrios de prestigio o modernidad como tantos en Madrid o Valencia.
No por ello impide disfrutar de interesantes descubrimientos. Cafeterías y panaderías de exquisito gusto, centros comerciales donde se abre paso la fiebre ya no sólo por la comida dietética, sino saludable, para ser consumida de manera cómoda y rápida mientras no se pierde la conexión a Internet. O verdaderos templos gastronómicos lejos del tropiezo casual para turistas pero bien conocido por lugareños y amantes de la buena mesa. Entre ellos destaca el Laurentina, autoproclamado Rei de Bacalhau, y que sirve como no es difícil imaginar un amplio elenco de recetas elaboradas del pescado luso más famoso al auténtico estilo patrio: raciones generosas acompañadas de no menos abundante guarnición. Todo ello en un cuidadoso ambiente de restaurante de nivel y serviciales camareros sin que ello repercuta en una cuenta que tras postres y buen vino de la tierra puede ser similar a la de caza-incautos de las zonas más turísticas.
Hay pues una Lisboa cosmopolita y residencial, lugar ideal a sólo un par de horas de la frontera con España para vivir un ambiente distinto pero cercano a la vez, y excelente punto intermedio para en cuestión de minutos disfrutar del aroma de playas atlánticas y la exquisitez de localidades como Estoril, Cascais, la patrimonial Sintra o la también cercana Setúbal y sus poblaciones vecinas. Algo que merece artículo aparte.
Enlaces relacionados
Sea Me http://www.peixariamoderna.com/#/home
Cantinho do Avillez http://cantinhodoavillez.pt/cantinho-lisbon/
Laurentina – http://www.restaurantelaurentina.com/
Iván J. Muñoz