Imaginad la propuesta: un completo desconocido os entrega un maletín. Dentro hay un arma. También cien balas que, según él os promete, son imposibles de rastrear. Cualquier crimen que se cometa con ese arma jamás se castigará. O cualquier venganza. Porque el contenido del maletín incluye algo más: pruebas incontestables de que hay un culpable de que vuestra vida sea un asco. Un culpable del que vengarse. Y quedar impune.
Simple, brutal, descarnado. Negro. Así es el argumento de una de las mejores series de la historia del cómic. Incluso su título sabe ya a metal y a pólvora: 100 balas. Una crónica urbana de lo peor que puede engendrar la sociedad narrado con un pulso magistral por el que entonces era un absoluto desconocido y que, desde entonces, se cuenta entre el Olimpo de los guionistas de cómic.
Viajemos atrás en el tiempo; apenas quince años. El siglo XXI era una promesa que ya podíamos rozar con los dedos. Entonces no había Internet. Bueno, lo había, pero era un submundo extraño poblado por gentes todavía más extrañas. Como las tiendas de cómic. Y entonces apareció una serie que lo cambió todo. Sería pretencioso decir que 100 balas puso el cómic en las estanterías de los grandes almacenes, pero desde luego sí que logró que los adultos más jóvenes se diesen cuenta de que todavía había viñetas para ellos. Viñetas muy negras.
Brian Azzarello era un tipo poco conocido en aquel momento. Tenía una serie regular en Vertigo como guionista pero nada auguraba que estaba a punto de poner en el mercado una de las series más populares de la historia del cómic. Todavía hoy sus recopilatorios tienen en el mercado estadounidense una salud envidiable en lo referente a ventas.
El autor se basó en una experiencia personal para construir una trama compleja en la que reflexiona sobre la culpa y sobre el remordimiento. Partiendo de la idea de que todos los seres humanos seríamos capaces de matar a un semejante si se diesen las circunstancias apropiadas, Azzarello construye un juego macabro en el que elimina de la ecuación el miedo a la pena y enfrenta a sus personajes a una pregunta cruel: ¿serías capaz de tomar las riendas de tu vida?
Nueva y deslumbrante en el apartado gráfico gracias al personal estilo de Eduardo Risso, 100 balas se publicó durante casi diez años hasta llegar al planeado número 100. Se convirtió así en una historia cerrada, redonda y de lectura obligada, no solo para cualquier aficionado al cómic sino también para todos aquellos que alguna vez han disfrutado de una buena novela negra.
Quizá suene exagerado decirlo así pero es la verdad, premios a parte que los tiene 100 balas es una auténtica obra maestra. Y no hay nada más que añadir al respecto.
S.C.