A unos 80 kilómetros al norte de la grandeza y el bullicio turístico de Sevilla, perdidos entre el verde de los olivos, casi una veintena de pueblos forman la comarca de la Sierra Norte sevillana. En 360 Grados Press hemos querido conocer este maravilloso paraje de casas blancas que forma parte del Parque Natural al que da nombre. El sosiego y la tranquilidad de Constantina nos dan la bienvenida.
Los 6.500 habitantes de Constantina,corazón de la Sierra Norte, y los apenas 58.000 que pueblan toda la comarca,poco parecen importar a los gobernantes andaluces. Pocos votos como parainteresarse por una zona rica en naturaleza y belleza pero paupérrima enrecursos que no provengan del campo. Así, abandonada en cierto modo por lasautoridades provinciales y autonómicas, sobrevive en pleno siglo XXI la SierraNorte sevillana.
Ya a finales de los 90 y principiosde siglo las carreteras que unen a los pueblos de la comarca empezaron a serasfaltadas y acondicionadas para facilitar el cada vez mayor tránsito de cochesentre poblaciones. Ahora el viaje entre ellos por sus sinuosas curvas es undeleite para la mirada, un interminable trasiego de imágenes de gran riquezapaisajística en las que el verde de la vegetación y el blanco de las casastiñen con sus colores la bandera de Andalucía.
Entrando desde Lora del Río,Constantina reluce entre el verde que le rodea. La preciosa torre-fachada de laIglesia da lustre al perfil del pueblo mientras que desde las alturas, elCastillo, declarado Bien de Interés Cultural en 1.985, parece vigilar en sudecadencia el crecimiento de una población que, pese a su tasa de natalidad(alta si tenemos en cuenta el gran número de carritos con los que uno se topapor la calle), ve como sus jóvenes más preparados emigran en busca de lasoportunidades que les niega la zona.
Y, a pesar de ello, la vida fluye enConstantina. A salvo de las grandes cadenas de supermercados, sus callesestrechas y empedradas son un continuo ir y venir de gente haciendo la compraen las tiendas de toda la vida con los tenderos de toda la vida. Esas tiendasque, a pesar del paso del tiempo y de los cambios que ha experimentado nuestrasociedad, en pueblos como Constantina siguen siendo un centro social de reuniónentre vecinos, un lugar de conversaciones relajadas ajenas a las prisas de lagran ciudad.
En verano, además, Calle Mesones yLa Alameda, los dos principales paseos peatonales del pueblo, se llenan de vidagracias a las terrazas de sus bares. La cerveza Cruzcampo toma las mesasmientras los clientes degustan carne ibérica, uno de los grandes atractivos dela región. El sabor inigualable de la carne unido a la cocina con especiasconvierte a cualquier bar del pueblo en un restaurante digno de Estrella Michelín.Gastronomía andaluza con productos de primera calidad. Un manjar irresistiblepara quien visita el pueblo.
Para evitar excesos veraniegos,Constantina ofrece múltiples rutas de senderismo y cicloturismo. Para quien sepaseé por sus calles por primera vez, no está de más visitar el laberínticobarrio de la morería, y una vez en él, tomar el camino hacia el Castillo. Lasvistas del pueblo y de su entorno desde éste último son impagables.
Y ya a las afueras de Constantina, aunos dos kilómetros, la tranquila Ermita de Nuestra Señora del Robledo es unlugar idílico de parada obligatoria. Siguiendo la carretera cinco kilómetrosmás, el Mirador Puerto del Robledo, a unos 800 metros sobre el nivel del mar,ofrece unas vistas espectaculares de la vegetación de la sierra. El silencioreinante, sólo interrumpido por los sonidos de la fauna que puebla la zona, esun canto a la tranquilidad. Un momento para recordar cuando una vez abandonadoConstantina nos asalte sin compasión el mundanal ruido.
Adrián Cordellat