Cada día, de 18.00 a 20.00 horas, el Museo Nacional del Prado abre su colección permanente de forma gratuita al público. Se cuentan por decenas las personas que aprovechan esas horas para disfrutar de cerca de algunas de las obras pictóricas más emblemáticas de la historia. 360 Grados Press quiso ser testigo por un día del ajetreo y de los andares sin tregua de aquellos que cuentan con dos horas para empaparse de arte e historia. Comienza la cuenta atrás.
Pese a las colas que pueden llegar aformarse, el acceso al Museo Nacional del Prado se hace de forma rápida yordenada. Entrada en mano, la Puerta de los Jerónimos marca el punto de partidade dos horas frenéticas en las que gran parte del tiempo se pierde en el caminoentre obra y obra. La inmensidad del museo y sus múltiples recovecos provocanuna estampa habitual: la de visitantes intentándose situar en el plano delPrado. Buscando, a veces sin mucho éxito por el estrés que provocan las prisas,la sala donde encontrar la obra objeto de su devoción.
Desde el vestíbulo central de lacolección permanente, que hace las veces de punto de información, uno puedeacceder de forma sencilla a la sala 60a. Allí espera uno de los clásicos deSorolla, Chicos en la playa, donde el pintor valenciano conjuga dos de lostemas que fueron objeto de su atención en muchas de sus pinturas, los niños yla playa, en una escena cargada de luz y expresividad.
Cerca, en la sala 64, empieza uno delos espacios dedicados a Francisco de Goya. Los fusilamientos del 3 de mayo enMadrid, seguramente una de sus obras más reconocidas, obliga al visitante aintentar apreciar todos y cada uno de los detalles, como esa luz que ilumina alos héroes madrileños que se levantaron contra la ocupación francesa. Una luzque escasea en las pinturas negras del artista nacido en Zaragoza. La sala 67está dedicada a ellas, a estas obras de pigmentos oscuros y temas sombríos,como Saturno devorando a su hijo, una de las más expresivas, símbolouniversal del miedo a perder el poder.
Nada mejor para huir del tenebrismoque desplazarnos hasta la sala 56a. Allí el colorido de El Bosco nos espera conEl Jardín de las Delicias, un tríptico abierto que muestra en tres escenas elpaso del Paraíso al Infierno, la decadencia de una civilización que se entregaa los placeres mundanos y a los pecados. Una obra compleja y enigmática,reconocible como pocas, que abre paso hacia la sala 56b, la sala de LaAnunciación de Fra Angelico, un retablo pintado para el convento de Santo Domingoen Fiesole, cerca de Florencia, y que constituye una de las obras de referenciadel museo.
Antes de coger el ascensor que noslleva a la primera planta, uno aún tiene tiempo de apreciar en la sala 49 ElCardenal de Rafael, que muestra la capacidad del artista italiano de pintar alas personas casi más reales de lo que son, con ese juego de luces que otorgaal cuadro unos espectaculares contrastes cromáticos. Abandonado el ascensor, laprimera planta del Museo del Prado invita al visitante a perderse en lagrandeza de la pintura de Velazquez. Las Meninas en la sala 12, Losborrachos en la 10 y La rendición de Breda en la 9 reclaman su tiempo.
Extasiados por la belleza de lasobras de Velazquez, el tic-tac del reloj inicia su cuenta atrás. Tiempo justopara en las salas 8b, 9b y 10b adentrarnos en el fascinante universo de ElGreco y de algunas de sus obras más emblemáticas: “La anunciación”, “Latrinidad” o “El caballero de la mano en el pecho”, una de las obras maestrasdel renacimiento español. Mientras contemplamos esta última suena a nuestrasespaldas la voz de una de las empleadas del Prado invitándonos a ir abandonandoel museo.
Nos quedamos sin ver a Rubens,Tintoretto o Caravaggio. También sin apreciar con detenimiento muchas de lasobras que nos hemos encontrado en nuestra carrera de 120 minutos por el Museo.Nos volvemos a encontrar en la salida con muchos de los que hace un ratointentaban situarse en el Prado mapa en mano. Ellos cogieron otros itinerarios.Quizás vieron a Rubens. Es posible que se perdieran a Velázquez. Dos horasentre tanta obra maestra dan para poco. Mañana a las 18.00 horas comienza unanueva carrera contra el crono por el Prado.
Laura Bellver