Por Javier Montes
Esther Gronenborn firma un brillante trabajo en lo que supuso su debut como directora de cine. La película, alejada de tópicos, va enganchando al espectador poco a poco a pesar de que la trama es bastante simple y apenas tienen papel cinco o seis actores. alaska.de (2001) cuenta la historia de una pandilla de amigos de los suburbios de Berlín.
A ellos se une Sabine (Jana Pallaske) quien aterriza en el barrio para vivir con su padre. Allí conoce a Eddie (Frank Droese) y muy pronto es testigo del asesinato de un compañero de instituto. A partir de ahí surgen las intrigas. Entremezclando imágenes más propias de un videoclip que de una película, con una banda sonora muy acertada y algunas escenas que dejan ver los guetos construidos a las afueras de la capital de Alemania tras la caída del muro, alaska.de enseña el lado más crudo de la sociedad alemana. Jóvenes sin esperanza, dominados por la violencia y las drogas, sin rumbo. Esa parte de Alemania que permanece alejada de los estereotipos del país.
No hace falta sangre para saber que hay violencia. Tampoco enterrar a muchos protagonistas para acentuar la crueldad de la historia. Basta una navaja, un libro de Biología y esperar al momento preciso para ver que ninguno de los personajes de alaska.de tendrá un final feliz.
David Barreiro