Un nudo marinero de 48 metros

El Cabañal vive con la incertidumbre de su futuro y el recuerdo de su pasado. El proyecto de una avenida divide al barrio

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F.C., Valencia. Llegamos con el frío de la ola polar a El Cabañal (Valencia). Un barrio marinero, con una arquitectura modernista, marcado por un devenir incierto que se debate entre su rehabilitación y el derribo de las viviendas coincidentes con la prolongación de una gran avenida cuyo nombre evoca un pasado literario: Blasco Ibáñez. Durante la última semana, la actualidad ha redirigido la mirada hacia unas calles carcomidas por el paso del tiempo, el parón del qué ocurrirá, la división entre vecinos ante el futuro de sus fincas y la pugna entre administraciones por ver quién manda más. El Ministerio de Cultura (PSOE) defiende la rehabilitación de la parte del barrio afectada por el proyecto urbanístico del Ayuntamiento de Valencia (PP), que aboga por la demolición para ampliar la avenida de Blasco Ibáñez hasta el mar. 360gradospress ha conocido las posturas enfrentadas de los vecinos y ha reconocido el terreno a pie de calle.

Son 48 metros los que tienen la culpa de la división que vive El Cabañal desde hace más de una década. Unos son partidarios de que se tiren las viviendas para que el barrio recobre la vida perdida por la erosión del paso del tiempo, del abandono y de la presencia de “mala gente”. Otros, creen que el dinero que les pagará el Ayuntamiento a cambio de permitir el derribo de sus casas es muy poco, que debería “adaptarse al precio de mercado”. También están los que defienden la rehabilitación del entorno sin que se destruya lo que consideran un patrimonio “único, un barrio exclusivo de los que no se ven en otros sitios, comparable a Alfama, en Lisboa o a Montmartre, en París”.

Los de fuera, los que llegamos como curiosos, asistimos a un abandono generalizado del entorno afectado por el plan urbanístico, como si acabáramos de aterrizar en una barriada fantasma. Casas tapiadas, descampados convertidos en vertederos improvisados, pintadas que reproducen las posturas dispares del barrio con respecto a su futuro, venta de droga al menudeo, convivencia forzada entre etnias, pobreza vestida de riqueza y viceversa, miradas de reojo, desconfianza, convivencia cero.

“Mejor que vivir entre mierda”
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La calle Ángeles es un buen ejemplo del contraste de El Cabañal. Son pocos los establecimientos que permanecen abiertos en la franja de 48 metros afectada por el previsible derrumbe. El propietario de uno de ellos, que prefiere mantener el anonimato por miedo a represalias, dice sin rodeos que “los que vivimos aquí queremos que derrumben todo de una vez, y eso que me afectará a mi establecimiento, a la casa de mi madre y a un garaje que tengo. Es mejor eso que vivir entre mierda”. El propietario anónimo regenta su local desde hace 41 años y lamenta que desde “hace muchos aquí ya no hay vida. Lo malo es que todo es política, los que hablan lo hacen por intereses políticos, otros callan, como los que ya se han ido, perdiendo sus casas sin esperar a la indemnización”.

600 euros el metro cuadrado
“No quiero que la tiren, pero no hay más remedio”. Otro vecino explica, resignado, que mantiene su casa del barrio para que no caiga en el abandono, a la espera de que “mejoren el entorno y no se me meta ningún okupa”. Este hombre de 80 años vivió en El Cabañal durante 40, hasta que “nos fuimos a otro barrio porque aquí ya no se podía vivir. Pero la casa no la abandono, la mantengo bonita y la visito mientras espero el desenlace”. Sin embargo, el único pero que encuentra para el derrumbe es la indemnización que le han ofrecido por cada metro cuadrado: “Lo que no puede ser es el precio de saldo que están ofreciéndonos, 600 euros escasos por metro”. Ésta es, precisamente, una de las quejas más repetida que encontramos al preguntar a la gente del barrio sobre si están a favor o en contra del derrumbe de las casas afectadas por el plan urbanístico de la avenida de Blasco Ibáñez.

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Muchos se irían a cambio de un justiprecio que les permitiera adquirir una vivienda nueva o un local comercial sin tener que hipotecarse, “si no estamos hipotecados ahora, ¿por qué tendríamos que estarlo después de que nos echaran de nuestras casas y de nuestros negocios?”, se pregunta Muñoz, cuyos padres viven frente al bajo comercial que regenta, “por el que me han ofrecido 15 millones de pesetas, cuando una nave de similares características me costaría entre 50 y 60 millones. Tienen que encontrar una solución entre todos para que nadie salga perdiendo”, defiende.

“Pagaría para que lo dejaran bien”
Otros vecinos se han librado del plan, pero conviven con la dejadez actual de la zona al atravesarla a diario. Es el caso de Germán. Tiene 62 años, nació en el barrio y está deseando que “lo derrumben. Si hubiera que pagar, yo pagaría para que lo dejaran bien. Deben hacer algo ya. Es una zona precaria cerca del mar y se puede construir una buena avenida para dejarlo bien, favorecer el turismo y la mano de obra. Cualquier sitio al que vas con playa es mejor que esto, y eso que tenemos una playa bien bonita”.

La otra cara de la moneda
Las pintadas se suceden en nuestro paseo. ‘El Kabanyal es patrimoni valencià’, ‘No a la especulación’, ‘Rehabilitación, no demolición’, ‘Salvem el Cabanyal y el Levante a 1ª’… Conforme nos adentramos por la zona afectada, cada vez es más difícil cruzarse con alguien, las plazas de aparcamiento permanecen libres, las puertas tapiadas se suceden y la basura se amontona dentro de las viviendas que se mantienen a duras penas en pie. El contraste lo encontramos al enfrentarlas a otras que conservan su esplendor arquitectónico, cuidadas con recientes manos de pintura y las pocas reformas visibles que pueden apreciarse.

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“El Ayuntamiento no nos concede ni una licencia de obra, no nos permite remozar nuestras casas, prefieren que se caigan a pedazos para justificar su decisión”. Santiago, de 80 años, se queja de que el consistorio le esté obligando a irse. “Paso a paso, trayendo ponzoña e impidiéndonos hacer vida donde siempre la hemos hecho, nos están ahogando para que nos vayamos. Por una casa como la mía ofrecen seis millones de pesetas, ¿dónde iremos?”, argumenta.

Un barrio único en Europa
Al llegar a la última línea de viviendas del proyecto de ampliación, coincidente con las vistas más privilegiadas, las que dan al mar, encontramos a Mariano, de 68 años, y a Pepe, de 67, discutiendo, precisamente, sobre el particular. “Estamos totalmente en contra de los derribos, la alternativa de una gran avenida es la reproducción de otras 1.000 iguales. No podemos perder la oportunidad de rehabilitar un barrio único en Europa. Dicen que con ello abrirán Valencia al mar, ¿es que nosotros no somos valencianos ni Valencia?”, sostiene Mariano.

“Salitre en las manos”
Tanto él como su vecino llevan toda la vida viviendo en El Cabañal: “Quieren echarnos, quieren sustituirnos por otros. Quieren echar a los que hemos tirado del barrio desde su creación, tengo salitre en las manos”, lamenta Pepe. Ambos creen que el Ayuntamiento está “actuando a mala fe con nosotros. Han reducido el valor catastral de nuestras viviendas y han enviado a gente para favorecer el mobbing social, a mala gente que no colabora con la comunidad ni favorece la convivencia para alimentar nuestro hartazgo y que la gente de toda la vida de El Cabañal abandone su barrio”.

Marga Ferrer

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