El mauritano acogido por la parroquia pontevedresa de Aldán recibe una sentencia favorable para legalizar su situación
VÍCTOR SARIEGO, Pontevedra. Hace unos días 360gradospress.com daba buena cuenta de la historia de Hassane Moctar, un mauritano de 24 años que se dedicaba en su país a la pesca y que, como gran parte de sus vecinos, tuvo que salir de su casa en busca de mejor fortuna. Como gran parte de sus vecinos, hacia Europa, en patera, protagonizando una penuria tan habitual que ya apenas es titular en los informativos. Pues bien, de vez en cuando existen segundas partes buenas. Además tomadas de un hecho real, cercano y cotidiano.
Pocas veces los medios de comunicación tienen continuidad o reflejan nuevos acontecimientos de un hecho que parecía abocado a terminar, agria y negativamente como suele suceder en este tipo de casos. Pocas veces un medio de comunicación tiene la posibilidad de narrar un final feliz que significa un comienzo. Pocas veces se tiene la oportunidad de retomar un tema por su trascendencia. El joven africano llegó a Canarias hace cerca de tres años. De allí lo enviaron a la península y después de muchas vueltas, lo confinaron en un centro de acogida gallego. De allí lo sacaron varios vecinos de la pequeña localidad de Aldán, en el concejo pontevedrés de Cangas de Morrazo, conocido precisamente y entre otras cosas, por la dedicación de la mayoría de sus gentes a la pesca y a la agricultura, para acogerlo como uno más.
La familia Veiga lo adoptó literalmente en octubre pasado hasta tal punto que Miguel y Jessica, los hijos del matrimonio en cuestión lo defendían, definían y trataban “como a un hermano”. Le encontraron trabajo y total integración en una comunidad que siempre lo respaldó sin ambages y le otorgó incluso un posible futuro, si no fuera porque las fronteras políticas se empeñan en definir a los Hassane de este mundo como sin papeles para quienes lo estipulado por ley es la extradición, la expulsión. Igual que le ocurrió a Hassane. Desde ese momento, al igual que en Fuenteovejuna, en Aldán y Cangas, se luchó por una esperanza, por una utopía.
El 12 de marzo el mauritano fue juzgado en la capital pontevedresa para revocar la orden que dictaminaba su expulsión. Con él se presentaron en los juzgados multitud de vecinos y amigos que exigían públicamente la derogación de esta repatriación. Pancartas, un mural de manos negras y 5.000 firmas recogidas en apenas cuatro días eran sus argumentos. Los medios de comunicación de toda Galicia y gran parte de España (prensa, radio, televisión e Internet) dieron eco de un hecho al que no suelen estar acostumbrados. Tanto el propio Hassane Moctar como su abogada, Beatriz Cal, no tenían mucha esperanza en una sentencia que se iba a atener, supuestamente, a la ley.
Pero doce días después, el pasado 24 de marzo, en un tiempo récord para este tipo de asuntos, llegó la sentencia: Hassane Moctar no sólo no tendrá que pagar ninguna multa, sino que además se le concede un tiempo para tramitar su residencia legal y trabajo, del que tenía ya cuatro ofertas que ahora podrá aceptar. “Aún no nos lo creemos”, decía horas después Miguel Veiga, que contenido y aún un poco temeroso comentaba que “hasta que no lleguen los papeles no vamos a estar convencidos del todo”. Moctar, que esperaba ese día poder hablar con su familia en Mauritania, estaba también a la expectativa de dialogar con su abogada y la fiscalía para los próximos trámites, se mostraba “más tranquilo y muy contento”, al igual que todos en Aldán y gran parte de Cangas. Incluso como la abogada del mauritano, Beatriz Cal, que poco después de serle comunicada la sentencia, decía estar “encantada y feliz”, mucho más por la sorpresa de una resolución que ha sido “muy rápida” y “sorprendente, casi única”, pues es posible que no exista otro precedente similar en todo el Estado español. Cal, emocionada, manifestó que “imagino que el apoyo social de todo el pueblo de Aldán y Cangas ha tenido mucho que ver”.
Redacción Alicante