Marruecos, una experiencia vital

Una búsqueda en Google convertida en impulso aventurero y solidario. Talia García, colaboradora de 360 Grados Press, cuenta en primera persona su experiencia viajera a Marruecos, que incluyó una estancia de 8 días en Errachidía, al sureste del país. Allí formó parte del grupo de jóvenes españoles y marroquíes que ayudan a la Asociación Elbassma a reparar una guardería, a impartir clases y a organizar tareas lúdicas para los más pequeños.

[Img #22051]
Tenía una ilusión, una idea y tres condiciones: la primera, la necesidad de cooperar con alguna organización en materia de ayuda humanitaria; la segunda, la euforia de aventurarme en un país cuya cultura fuese distinta a la mía pero que no quedase muy lejos del mapa; y, la tercera, algo tan sencillo y difícil a la vez como viajar sola. 

 

Así pues, introduje en Google la búsqueda “ONG en el extranjero” y descarté aquellas opciones que me llevaban al otro lado del mundo, que por muy atractivas me resultasen, al fin y al cabo no disponía ni de mucho dinero ni del suficiente tiempo. Marruecos fue mi elección y, con ella, la Asociación Elbassma, una pequeña organización sin ánimo de lucro formada por un grupo de jóvenes de nacionalidad marroquí y española, comprometidos con los niños del área de Errachidia, al sureste del país.

 

En un intento por “protegerme”, y después del continuo bombardeo de información dañina que nos llega sobre el mundo árabe, muchas personas de mi entorno me previnieron del viaje. Quieras o no, y por muy envalentonada que sea con mis veinte añitos, afecta, porque fueron más los “ten cuidado” que los “pásalo bien”, muchos de los cuales tengo que admitir, hicieron mella durante los dos primeros días de viaje.  Pero ahora, desde la distancia y sentada frente al ordenador, puedo afirmar que la mayoría de esas cosas peligrosas ya no lo son tanto y me alegro de haber vivido experiencias que no he dejado pasar por temor.

 

El autobús fue el medio de transporte por excelencia. Resultaba sorprendente que para ir de una punta a otra del país no se pagaba más de quince euros. Atravesé campos desérticos, pueblos tono arena que se confundían con el color del suelo, montañas rodeadas por lagos que con los últimos rayos de sol daba la sensación de poder tocarlas con tan solo mirar. Incluso cruzamos páramos nevados cuyos únicos habitantes eran sorprendentemente monos del Atlas. Definitivamente mi percepción de las distancias ha cambiado después de este viaje, en el que he llegado a salir de Errachidia, al noreste del país, hasta Essaouira, en la costa suroeste, en tan solo un día. Si miras el mapa pensarás, “bueno tampoco es tan lejos”, pero en Marruecos, las distancias no se miden echándole un ojo al mapa, ya que éstas se multiplican cuando tienes que atravesar una orografía compleja.

 

La guardería

La Asociación El Bassma desarrolla un proyecto en el que colaboramos durante los días en que estuve allí reformando una pequeña guardería de un pueblecito a las afueras de Errachidia a la vez que impartíamos clases a los pequeños y organizábamos actividades lúdicas para el resto de niños del poblado. El hecho de que algunos de los organizadores y voluntarios de la asociación fuesen marroquíes significó una gran oportunidad para aprender sobre la cultura musulmana y resolver las típicas curiosidades que solemos tener acerca del mundo islámico, ayudándome a abrir barreras, romper mitos, aceptar otras formas de ver la vida, pero sobretodo a darme cuenta que somos mucho más parecidos de lo que creemos.

 

Admiro profundamente la hospitalidad de la gente marroquí, gente que te mira a los ojos y te ofrece lo mejor que tiene por muy humildes que sean sus condiciones de vida. He descubierto allí un amor que da sin esperar nada a cambio, y ésta es para mí la mayor manifestación de amor que puede existir.

 

La rosquilleta y el amor

Os cuento una pequeña anécdota de mi estancia en el campo de trabajo que ha dejado huella en mí. Eran las cinco de la tarde  y mi estómago acostumbrado a la merienda ya empezaba a hacer de las suyas, así que mire en mi mochila y cogí dos rosquilletas que me quedaban, una me la comí y la otra se la di a un niño que en las puertas de la casa donde yo dormía no apartaba la mirada de la galleta. La cogió con ansia, con ojos de hambre, y yo, esperando a que la devorara rápidamente, me sorprendí viendo que el niño se acercó con la rosquilleta a su grupo de amigos, unos diez aproximadamente, y partió la rosquilleta en diez pedacitos pequeños, uno para cada uno. En esta acción tan sencilla no pude apreciar más amor. Me quedé contemplando la escena pasmada con los ojos llorosos.

 

El día de la despedida fue muy emotivo, jamás pensé que en ocho días podríamos crear una pequeña gran familia entre todos los voluntarios, gente maravillosa con un corazón enorme. Cuando esto sucede, me hace pensar en mis compañeros de Universidad, con los que has convivido durante tres años, de lunes a viernes y nunca te has parado a mirar a los ojos, preguntarles cómo están e interesarte sobre cómo son. Simplemente son desconocidos con los que compartes la mayor parte del tiempo y creo que es labor de todos abrirnos más y crear una sociedad menos individualista.

 

Essaouira

El resto de días fueron una auténtica aventura junto con cinco compañeros más, improvisando trayecto y estancia, con destino Essaouira. Esta pequeña ciudad costera me enamoró desde el primer momento y lo que iba a ser una noche, se convirtieron en tres. El encanto especial de sus calles, la bohemia que se respira derivada de una fusión entre la artesanía, la música y el ambiente surfista te atrapa. Fue para mí, además de la experiencia en  el campo de trabajo de Errachidia, uno de los lugares que no debes perderte si viajas a este maravilloso país.

 

[Img #22050]

 

En definitiva, veinte días han sido mágicos. Descubrir Marruecos me ha ayudado a descubrirme a mí misma. La distancia que implica un viaje como éste me ha liberado de juicios de terceros, a mirarme a mí misma y a pensar cómo quiero ser. Marruecos me ha hecho cuestionarme muchas cosas, valorar otras tantas, pero sobretodo me ha hecho crecer como persona. En este tipo de viajes se aprende, se disfruta, se experimenta y, sobretodo, se abre la mente. Ahora sé que con sentido común y respeto, nunca con miedo, se puede ir sola a cualquier lugar que te propongas. Definitivamente, el miedo lo único que hace es robar oportunidades y cerrar puertas.


@talitubie

332

Tags:

Deja un comentario

Your email address will not be published.

*

13 − cinco =

Lo último en "Viajes"

Subir