Archivo de etiqueta

Butacón del Garci - página 3

La calle que nadie conocía

Emil era una niña de cuatro años que en sus sueños dibujaba estrellas de colores. Emil también hacía lunitas con los fideos de la abuela y regalaba sonrisas que guardaba en un cestito de mimbre donde dormían su muñeca Nancy, el dinosaurio Cosme y una piruleta de fresa. Orgullosa, Emil le decía en la orejota a su perro que nadie poseía tesoros más valiosos que ella.

Puede

Puede que pienses que la noche no tiene ventanas y que la luz de la luna siempre alumbra el mismo norte; puede que tengas razón cuando dices que el horizonte es un cielo negro con los faros rotos y armadura de eternidad, que el hombre nunca encuentra al hombre y una sombra afilada los abraza.

Ni los viejos ni los niños cuentan

Jeremías Villapalos Pérez vive en el campo, sabe leer las estrellas y adivina en los ojos de las vacas cuándo la luz de la noche avisa del parto. Jeremías tiene los ojos gastados de contar las ovejas y sus ásperas manos respetan el espacio del gallo cuando se adentra en el corral. La Naturaleza siempre impartió justicia en su territorio, por eso no le asusta el aullar del lobo hambriento y apostaría su nariz por el olfato sabio de la ovejera.

Estampas de un tiempo inacabado

A veces uno quiere mirar una manzana desde distintos lados y, pese a todo, la manzana sigue con el mismo sabor. El mundo es una gigantesca manzana que la inconsciencia de los hombres ha ido pudriendo. Estamos locos, dijo Zacarías Martínez, alias Napoleón Bonaparte, mientras tomaba su porción de medicina y ondulaba el mechón caído de su frente. Una vez ingerido el tranquilizante, Zacarías Napoleón siguió inspeccionando los habitáculos de sus “mariscales”.

No insistas

España es así: no quiere saber nada de nadie. Somos una partícula minúscula en este océano de islas que es la piel de toro tantas veces despellejada y es muy difícil que me encuentren. Solo sé que vivo, lo sé porque respiro pero nada más. En el otro lado ya no conozco a nadie porque lo impide el agua o las dudas o el miedo o esa mano invisible que todos llevamos dentro.

La película que nunca quise ver y ellos nos cuentan

Llegaron los calores y el corazón se nos dispara, un hormigueo cruza el estómago de lado a lado y los nervios juegan al fútbol en lo alto de la azotea. No queremos mirar más allá de lo que acontece al cruzar la calle, porque puede que en la otra acera un caimán imaginario nos arrastre hasta el fondo del husillo.

En campaña somos pueblo

Mientras la corrupción se asoma por las esquinas y las calles y avenidas de la ciudad se cubren con caras sonrientes de gente que todos conocemos, esa gente nos da los buenos días con frases sacadas del recetario del hada buena de Caperucita Roja.

La bazofia periodística y los corruptos

En periodismo me enseñaron a luchar por mostrar la verdad y defender con dientes afilados a los lectores. Me lo enseñó un cura, el cura Javierre, uno de los tipos con mejor visión periodística que ha existido en el siglo XX. “A los lectores no le podemos dar basura”, decía el cura, “los lectores tienen que saber que la verdad está ahí, en medio del fango de la injusticia y nosotros, los periodistas, nos tenemos que manchar las manos y, si es preciso, dejar en el camino un reguero de nuestra sangre. Porque se lo debemos a ese señor que cada día se acerca a un kiosco de Prensa, saca unas monedas, y compra nuestro periódico. A veces, ese señor, se hace con tu periódico desviando un presupuesto dirigido a comprarse un bocadillo. Ese lector no se merece una mala información con faltas de ortografía.”

Sigan las ideas, no sigan a los hombres

“Sigan las ideas, no sigan a los hombres que caerán al precipicio”, dijo alguien y el mundo siguió su camino de tumbos y trompicones. Es evidente que seguimos a los hombres. Vivimos en un mundo de palabra fácil y acciones homicidas, un mundo donde los buenos son los que menos hablan y los malos somos los demás. Cuando se dice que aquel tipo tiene una sonrisa cautivadora, ponte a cubierto porque de lo contrario te alcanzará la metralla. Hay sonrisas que matan y palabras más destructivas y voraces que el fuego en medio de una gasolinera.

De niño quise ser periodista

De niño lanzaba una respuesta certera como un disparo de francotirador de sueños a la pregunta tópica de los mayores ¿Qué quieres ser cuando seas mayor? ¿Quiero ser periodista? Sentado en la umbría escalera de mi casa “viajaba” a cualquier parte para buscar buenas historias, que luego yo, vestido como Indiana Jones, escribía en una hispano-olivetti de nuevo cuño. Me metía tanto en el papel de reportero intrépido, que el tiempo se detenía y dejaba que las historias se hicieran de carne y el corazón latía en todos los corazones que mi mundo conseguía atrapar.

Alí Hassan quería la camiseta de Bale

Se llamaba Alí Hassan, tenía 16 años, y siempre veía los partidos del Real Madrid en la cafetería enfundado en una amarillenta y gastada camiseta con el 23 de David Beckham, que heredó de su hermano mayor Ibrahim, sargento del ejército, también madridista. Alí era zurdo y llevaba seis meses juntando dinares para comprar una camiseta nueva del Real Madrid, con el 11 en la espalda, la de su ídolo de ahora, Gareth Bale.

Huid de los aventadores del miedo

“Muchos no creen en nada, pero temen a todo”, dijo el poeta alemán Friedrich Hebbel, que murió hace casi dos siglos pero apuesto a que lanzó su último suspiro en dirección sur. En esta parte de la Europa más castigada, el miedo brota como grano de trigo, sale de las aceras, cuando la duda le abre las puertas a la ignorancia y los mediocres levantan murallas para resistir al asedio de los justos. Los aventadores del miedo son los que quieren que nada cambie, que el cielo siga gris y el sol quede encerrado para la gente sencilla.

El sueño de los espejos rotos

En estos días que los geranios y otras flores se pavonean al viento con una belleza reventona, el hombre se siente avestruz y a veces juega a hombre. Cosas de la primavera. Ha dejado de llover o eso creemos porque olvidamos el paraguas y nos sentimos valientes, aunque las nubes se abran y nos empapen el pecho. No llegamos a más. Soñamos un día con ser aquello que tanto envidiamos (ricos, guapos y sanos), pero nunca nos imaginamos ser más generosos.

El reino de Bertín

“¿Que qué me parece que la gente quiera pagar menos impuestos? Pues mire, lo ha dicho Bertín [Osborne] y si yo no fuera política haría todo lo que pudiera para pagar los menos impuestos posibles”. Son palabras de Esperanza Aguirre, la presidenta del PP de Madrid, política que lleva cuarenta años ejerciendo y viviendo muy bien a costa del contribuyente. Esperanza Aguirre ve con buenos ojos que los que más tienen lleven su dinero a los paraísos fiscales y como buena liberal hace la vista gorda ante las evidentes carencias sociales de este país tan desangrado que es España.

Manos sucias

“Me das 300.000 euros o te hundo el negocio”, esa frase la pronunció Luis Pineda, el presidente de Ausbanc a un empresario financiero. O pagas o te hundimos. No es conversación de película. No es el mafioso de la mascota y gabardina que, rodeado de un par de gorilas, entra en una tienda y señala al propietario con un dedo a modo de pistola. Pero se le parece. Él, Luis Pineda, y su amigo de Manos Limpias, Miguel Bernad, ultraderechistas los dos, ya están en la cárcel. Pero al viento quedan muchas cuestiones que cortan como hojas afiladas de cuchillo.

¿Qué le pasa al ciudadano?

¿Qué le pasa al ciudadano de este país que no encuentra la llave para hacer que cambie su destino? ¿Por qué golpea con su indiferencia las muestras de corrupción que vomitan los políticos, ministros, alcaldes, concejales y todos los que tocan el pelo envenenado del poder? ¿Es la forma que tiene el ciudadano de decir que nada va bien, que esta sociedad enferma respira aire intoxicado y todos caminan sobre las brasas de la mentira sin que nada duela?

Europa es el Edén de los usureros

El corazón de los gobernantes de Europa está tan podrido que dudo que ya tengan corazón. Los refugiados que tratan de alcanzar un trozo de paz y estabilidad en la vieja Europa se topan con una realidad hostil y miserable, casi tanto como los obuses y balas trazadoras que dejaron en el camino. Los refugiados tropezaron con guardias nada amistosos, alambradas de espino y una burocracia cuyas letras no hablan de la generosidad del hombre y se niega a repartir el maná heredado de antiguas generaciones.

El hombre no sabe si tiene corazón o una bomba

El hombre de estos días ha endurecido el corazón y trata de arrancarse el alma de cuajo. Le sobra el alma y apenas tiene indicios sobre la utilidad del corazón. El hombre de estos días deduce que existe algo en su interior que late y le arrecian las dudas; no sabe si es un reloj o una bomba.

La libertad no es esto

La libertad sólo reconoce la frontera del mar y las risas de los niños. La libertad no tiene rostros ni colores, solo la luz del día y el silencio fresco de la noche. La libertad es una mano abierta, el beso de las olas, el canto que nace del viento y que el viento suelta cada amanecer. La libertad eran los ojos gastados de mi abuela que nunca se cansaron de mirarme y siempre vieron amor más allá de las espinas.

Niño de aquí, niño de allí

Un niño de aquí sueña con los Reyes Magos, con Papá Noel, con San Nicolás, con la vuelta de un tío lejano que le traerá juguetes, con el regreso de papá después de una intensa jornada de trabajo, porque el niño de aquí sabe que papá, quizás mamá, guarda su beso más tierno, la mejor caricia de ángel, esa sonrisa tan luminosa que mañana, cuando vaya al cole, todavía le durará en sus mofletes. Papá o mamá, le contará un cuento tan real, tan mágico, que quedará sumergido en un sueño tan profundo y dulce como una colchoneta de algodón.

Gaspar Rosety

La primera vez que vi a Gaspar Rosety fue en 1982, en la semifinal mundialista que jugaron Francia-Alemania y que se disputó un mes de julio en Sevilla. Los de Antena-3 no tenían cabina, y estaban al raso en lo más alto del voladizo de preferencia del Ramón Sánchez-Pizjuán.

Gandhi y los corazones cobardes

Decía Gandhi: “Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena”. Este escuálido y sabio gran corazón derramó estas palabras rodeado de miles de corazones atónitos y esperanzados en la abrasadora explanada de la universidad de Delhi.

El 23-F en El Correo, aquel año del 81

Ese día había perdido el autobús. No tenía dinero para gasolina y había dejado mi viejo seat 124 de color mostaza en una zona de aparcamiento en la esquina de mi casa. Caminé un largo trecho desde el Polígono San Pablo hasta el periódico, sorteando charcos y encarando de la mejor manera latigazos de frío y humedad. Yo tenía 24 años y estaba en la sección de deportes. Llegué a eso de las tres y pico de la tarde, la redacción aún no había comenzado a hervir. La radio sonaba alto, porque había una votación en el Congreso, cuando de repente escuchamos un sonido raro, interferencias, chispazos, tiros. Requenita, el jefe de nacional, salió escopetado hacia el despacho del director, Guzmán, el de sucesos, encendió un cigarrillo, dio una calada profunda y soltó, como Humphrey Bogart, volutas de humo en círculos. Al poco, el genial Sentrañita le dijo a José María Gómez: “Creo que la abuela fuma, porque veo humo en el despacho del director”. Gómez le sonrió: “Aquí el único que echa humo eres tú, pero es cierto que está pasando algo fuerte, en el Congreso. Antonio, pon más fuerte la radio”.

Montoro y los artistas

No lo digo yo, lo escuché por ahí: “Montoro es un sapo que come elefantes”. Y quien lo dijo lo clavó. Pero no sirve para nada. Vivimos en una sociedad donde reinan las moscas y los leones se esconden detrás de las cortinas. Este es un mundo donde lo absurdo muestra fortaleza y la inteligencia es el arte de vivir en el alambre sin romperte los huesos en la caída.

Subir