El sueño de los espejos rotos

En estos días que los geranios y otras flores se pavonean al viento con una belleza reventona, el hombre se siente avestruz y a veces juega a hombre. Cosas de la primavera. Ha dejado de llover o eso creemos porque olvidamos el paraguas y nos sentimos valientes, aunque las nubes se abran y nos empapen el pecho. No llegamos a más. Soñamos un día con ser aquello que tanto envidiamos (ricos, guapos y sanos), pero nunca nos imaginamos ser más generosos.

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Hablamos de agrandar nuestra cuenta corriente, pero jamás hablamos de poseer un corazón bondadoso. Queremos ser grandes pero obviamos la humildad, ser sabios pero dejamos atrás nuestros zapatos y atravesamos, desnudos e ignorantes, el puente de los estúpidos. Votamos al que más grita y no al que más soluciona, buscamos la cola de los oportunistas y dejamos sin pan a los abnegados.

 

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Los espejos yacen rotos por tanta pregunta imposible, abrimos la puerta de la casa al que nos sonríe, a ese vendedor que adula los sucios rincones del alma y cerramos el corazón al profeta de las verdades. Todos tienen su Pepito Grillo menos tú que lo asesinaste el día que maldijo las cenizas de tus entrañas.

 

La estupidez es tan obstinada que nunca desaparece, por eso insistimos en actuar en el Gran Teatro de los idiotas, ese que aplaude las palabras vacías y deja que los ladrones se reinventen. El Universo gira siempre en torno a las mismas sombras, mientras la multitud busca una mano que emerja firme en la tormenta y deje sin voz a los que gritan silencio. Buscamos una paz para matar la guerra y un arma que nos dé vida. Ya es tiempo de caminar firme sobre las aguas y despertar del sueño de los espejos rotos.


@butacondelgarci

Foto: Carmen Vela

Isabel Rivera

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