La calle que nadie conocía
Emil era una niña de cuatro años que en sus sueños dibujaba estrellas de colores. Emil también hacía lunitas con los fideos de la abuela y regalaba sonrisas que guardaba en un cestito de mimbre donde dormían su muñeca Nancy, el dinosaurio Cosme y una piruleta de fresa. Orgullosa, Emil le decía en la orejota a su perro que nadie poseía tesoros más valiosos que ella.