Lo prometido es deuda, así que ha llegado la segunda entrega del acuerdo que Netflix cerró con Marvel. Para sorpresa de muchos, no nos encontramos solo ante una gran producción, sino también ante un gran personaje.
Una superheroína retirada muy alejada de los estereotipos que existen al respecto. De hecho, hay quienes la califican más bien de antiheroína. Actualmente, trabaja como detective privado, pero cual mero trámite para subsistir y pagar las facturas. Su alimentación se basa prácticamente en los whiskeys dobles y su vida se desarrolla en un ambiente al más puro estilo noir con la ciudad de Nueva York de fondo. Intenta recuperarse de un trauma de su pasado reciente, por lo que tiene vulnerabilidades a flor de piel. Sin embargo, no por ello se presenta como una víctima, ni mucho menos: a fortaleza no le gana nadie. Todo ello, encarnado por una Krysten Ritter que bien se merece que nos quitemos el sombrero.
Así es la Jessica Jones que ha dado el salto del cómic del Universo Marvel al mundo de las series de televisión. La batuta, en manos de la guionista Melissa Rosenberg, quien parece que se ha resarcido de la adaptación al cine de la saga Crepúsculo con ello. Porque no solo se trata de una buena historia para los amantes del género, sino de una protagonista bien construida y bien rodeada de otros personajes femeninos que ayudan a romper cánones y prejuicios sobre las mujeres, sus relaciones, roles e imagen. Y no hay que olvidar, por supuesto, al antagonista: Kilgrave o, si se prefiere, el Hombre Púrpura; un villano de sobresaliente. No obstante, aquí tampoco se cumple con la norma: el objetivo no es salvar la ciudad de su dominio, sino de salvarse a uno mismo en unas perturbadoras circunstancias.
¡Ah! Y mucha atención a Luke Cage, porque en 2016 llegará su turno como la tercera ficción para Netflix antes de la miniserie The Defenders, que cerrará el ciclo.
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