Madagascar es uno de los países de África que más sufre el hambre, la pobreza y los peligros de las enfermedades infecciosas. Una problemática que afecta, en especial, a los niños de la isla, pero que una ONG española está tratando de solventar desde la educación y la música.
Madagascar es uno de los países que más sufre los graves problemas de pertenecer al llamo tercer mundo como el hambre (la mitad de la población sufre malnutrición crónica, la cuarta tasa más alta del mundo) y el aumento de la pobreza y de las enfermedades infecciones, para lo que no reciben apenas atención mundial. De hecho, el 80% de las personas que viven en el sur territorial sobreviven sin recursos económicos y solo el 1% de los seropositivos (el SIDA es una de las grandes lacras de la isla) tiene acceso al tratamiento retroviral.
Como en cualquier situación de crisis humanitaria y de escasez en cuanto a recursos vitales, los niños se convierten en los principales damnificados por esta situación. Y más concretamente, las niñas, un sector de la población que, además, sufre más que nadie la falta de derechos y la cosificación en su máximo esplendor. En el sur, por ejemplo, existen aldeas en las que las pequeñas son obligadas, como tradición, a tener relaciones sexuales con hombres adultos para demostrar que están preparadas para casarse.
Pero hace casi dos décadas que un veterinario granadino se estableció en este país, después de pasar por Camboya como voluntario, para centrar el foco de su apoyo en estas niñas y en su crecimiento educativo, ya que muchas de ellas acaban abandonando la escuela en pro del cuidado de la casa y de su familia. Se trata de José Luis Guirao, que, con la organización Agua de coco, que él mismo fundó, ha conseguido mantener en la escuela a 24.000 menores de la provincia de Tulear, lo que supone un crecimiento del 12% de la escolarización desde su llegada.
Hasta el momento han construido la Escuela de las Salinas, levantada en un depósito de sal del barrio de Ankalika para dar clase a los pequeños que trabajaban allí y gracias a la que consiguieron poner fin a la explotación infantil en la zona y prevenir el embarazo precoz de las pequeñas. Lo mismo han podido lograr con la puesta en marcha de su Escuela de los Zafiros, en la ciudad de Antsohamadiro, que cuenta con un internado para niñas de 8 a 14 años, provenientes de familias desfavorecidas que viven lejos del centro, que les aleja de las minas de zafiros en las que se ganaban difícilmente la vida.
Educación como motor de desarrollo, de salud, de deporte, de higiene, de medioambiente. Y también de cultura a través de un proyecto musical con el que están formando a las niñas y ofreciéndoles un ocio que les hace felices y les libera de su realidad.
La coral de canto Magalasy Gospel está formado por más de 200 niñas, que ensayan cada semana en el Centro de Arte y Música que Agua de Coco tiene en Tulear. Además, una selección de ellas, según su implicación en el grupo y en casa y sus buenos resultados escolares, recorre cada año Europa mostrando sobre los escenarios sus cualidades vocales y transmitiendo los valores que defiende la ONG: la protección de los derechos infantiles, la lucha contra la explotación laboral de estas y la inclusión social.
El grupo también incluye como solista a un chico invidente de nacimiento, Harid, que sufre la enfermedad ocular de Norrie y una discapacidad psíquica y auditiva que no le restan ni un ápice de un talento a la hora de cantar envidiable. “Con estos conciertos queremos transmitir una imagen positiva de las personas con discapacidad en África, dando a conocer sus sueños y sus aspiraciones“, apunta Guirao.
En sus canciones las jóvenes hablan sobre su día a día y las problemáticas que sufren, pero también sobre la belleza de su país, “una manera de trasladar otra imagen diferente a la que se ve en la televisión de un país olvidado en el que no hay catástrofes ni conflictos bélicos, pero sí hambre y corrupción“, añade el fundador de la ONG.
En pocos años la coral ha realizado un centenar de conciertos por España, Francia, Suiza, Andorra, Bélgica y Madagascar y miles de personas se han rendido a sus voces y a su historia. Un objetivo que Agua de Coco también quiere seguir cumpliendo ahora en países del océano Índico para que las voces de las niñas no callen en la defensa de sus derechos y en la búsqueda de su mejora personal, familiar, social y de futuro.
David Casas