360gradospress inicia una serie de reportajes sobre la conservación de la naturaleza en España, analizando algunas de sus especies animales más emblemáticas y amenazadas
ÓSCAR BORNAY, Aragón. Su silueta inconfundible, sus casi tres metros de envergadura y su modo de alimentación, único en el mundo, han hecho del quebrantahuesos (Gypaetus Barbatus Barbatus), un símbolo de la fauna de alta montaña. La vertiente aragonesa de los Pirineos alberga el 60% de la población europea de esta especie llevada casi a su extinción por la mano del hombre, y que ahora se intenta reintroducir en los Picos de Europa.
La situación de esta ave llegó a ser tan preocupante que en el año 1994 se puso en marcha un ambicioso proyecto de conservación que ha permitido triplicar las parejas reproductoras, que actualmente se cifran en casi un centenar. Para el jefe del servicio de Biodiversidad del Gobierno de Aragón, Manolo Alcántara, que la población pirenaica haya sido estabilizada supone un éxito del programa que, sin embargo, aún se enfrenta a un problema: el escaso éxito en la reproducción. «Aunque tenemos identificadas algunas causas, sigue siendo un misterio por qué casi el 50% de las parejas no saca adelante a sus pollos», indica.
Marionetas hiperrealistas
Para intentar remediar esta situación, desde hace años el proyecto desarrolla un método de cría en cautividad pionero en el mundo, basado en el que permitió la recuperación del cóndor californiano en los años 80. Así, se identifica a las parejas con el mayor nivel de fracaso reproductor y, tras una complicada operación en la que suele participar el grupo de montaña de la guardia civil, se «rescatan» los pollos directamente de los nidos. A continuación se les traslada al centro de cría en aislamiento humano localizado en Zaragoza, donde son alimentados por unas marionetas hiperrealistas, que imitan el comportamiento de los adultos. Después, los ejemplares jóvenes son llevados de vuelta al Pirineo, para que se vayan acostumbrando a su hábitat y a los demás miembros de su especie.
Eliminado prácticamente el peligro de la caza, cada año mueren ejemplares electrocutados o envenenados. «Se trata de envenenamientos indirectos. Esto quiere decir que el objetivo de quien pone el tóxico no es matar quebrantahuesos, sino otras especies, pero una vez puesto, el veneno ya no distingue», afirma Alcántara.
Fundación Quebrantahuesos
El proyecto de conservación no habría sido posible sin el trabajo de la Fundación Quebrantahuesos, fundada en 1995. Su persistente labor de muestreo, seguimiento y alimentación ha sido vital para asegurar la supervivencia de los ejemplares jóvenes y para restaurar la tradicional relación entre el hombre y esta ave, que se había roto por el abandono de la ganadería extensiva, la caza, el uso de venenos o la deforestación.
Su labor de educación ambiental entre las comunidades locales ha ayudado a convertir al quebrantahuesos en el ave «oficial» de Aragón y del Pirineo. Lograr la implicación de la sociedad en el programa ha sido un factor clave para su éxito, ya que «no sólo se percibe al animal como un tesoro faunístico, sino como un reclamo que favorece el turismo», aseveran desde la fundación.
Desde el año 2002, esta entidad se encuentra inmersa en el reto de crear el primer núcleo residente de quebrantahuesos en los Picos de Europa, de donde la especie desapareció hace 60 años. Contar con otro grupo estable fuera del Pirineo ayudaría a contrarrestar el riesgo por aislamiento y consanguinidad. «Este animal fue arrancado de la gran biblioteca de la naturaleza, así que lo que pretendemos es devolver a su sitio lo que fue extinguido por la mano del hombre», afirma el responsable del proyecto, Gerardo Báguena.
Del Pirineo a Asturias
Años de estudio han confirmado que grupos de quebrantahuesos viajan del Pirineo a Asturias, donde no permanecen más que unos meses. Son animales que retornan a sus raíces, por lo que para crear un grupo residente se necesita que el ave sienta los Picos de Europa como su lugar de origen, su hogar. Y para ello se necesitan varios elementos: el primero de ellos es la comida.
«Durante mucho tiempo se ha entendido que para triunfar, los programas de conservación debían alejar al hombre de la naturaleza», señala Báguena, «pero es un error. Los quebrantahuesos y los humanos han convivido durante miles de años, y sin la colaboración de las gentes del lugar, jamás lograremos nuestro objetivo», asevera.
El quebrantahuesos se alimenta, como su nombre indica, de huesos. Concretamente suelen ser de restos de ovejas, cabras o vacas. «Llevamos a cabo un proyecto transversal», sostiene Báguena, «ya que ayudar a reimplantar la ganadería tradicional en los Picos de Europa es una pieza esencial del engranaje que posibilitará la vuelta de esta especie ».
Los walkie-talkies de los pastores
Por ello, la fundación ha conseguido la ayuda de varios pastores tradicionales de la zona, a los que se les ha dado walkie-talkies para que puedan informar sobre los movimientos de estas aves, y para que puedan comunicarse con sus allegados mientras están solos en la montaña. «Su aportación es muy importante», dice Báguena. «En unos pocos años hemos ayudado a duplicar la cabaña ganadera, y mucha gente acude a estas zonas atraídos por el misterio de esta ave. Cuando la gente percibe el beneficio de la reintroducción, todo es más fácil, aunque es un proceso muy lento», indica. Por eso la Fundación Quebrantahuesos ha inaugurado recientemente un Centro de la Biodiversidad en Benia de Onís, para coordinar sus acciones en los Picos de Europa y apoyar su campaña de sensibilización.
Un ejemplo de la colaboración con los sectores tradicionales es Tito, pastor «de toda la vida» en los Puertos de Covadonga. Ayuda al proyecto desde hace casi año y medio, informando de lo que ve, siendo solitario testigo del reencuentro de esta ave con unas montañas que aún tardará en hacer suyas de nuevo. Por lo pronto, este verano ya se liberaron dos hembras, Leoncia y Deva, de las que se espera que sean la semilla, el germen de la vuelta de la especie a la cordillera cantábrica. Ellas encarnan el nuevo horizonte que volverá a sobrevolar el quebrantahuesos.
Marga Ferrer