El confort sonoro en los locales de restauración se está convirtiendo cada día más en un valor añadido que sumar a la calidad del personal y de los platos que se sirven para que el disfrute de los comensales sea más satisfactorio si cabe.
“Camarero. ¡Camarero! ¡¡Camarero!!“. Cuántas veces habremos demandado la atención de la persona que atiende nuestra mesa elevando cada vez más el sonido de nuestra voz y con ello el dolor de cabeza o el enfado. Algunas veces hemos llegado a creer erróneamente que se hacía el loco para no acudir en ese mismo instante al llevar mucho trajín de trabajo. Pero lo más seguro es que, simplemente, no nos oyera.
Porque en estos establecimientos comerciales hay mucho ruido, en uno de los países con mayor contaminación acústica del mundo (el primero en Europa, según la OMS), en el que el 72,3% de sus vecinos considera que su ciudad es ruidosa y que piensa (91%) que la sociedad no está concienciada sobre este problema, según el estudio GAES-Ruida de 2015.
El sector de la restauración es también uno de los más afectados por las molestias ocasionadas por el sonido excesivo, ya que en los salones una simple comida puede convertirse en un verdadero quebradero de cabeza y una fuente de estrés para el cliente y para quienes le rodean: las conversaciones se transforman en competiciones de gritos en las que el perdedor principal es el disfrute del menú que se esté tomando, los camareros acaban cantando desafinados los platos y se produce un molesto efecto café debido a la reverberación y al eco de todo ese barullo que rebota en las paredes y techo del local.
Pero cada día más dueños de bares y restaurantes ponen todo de su parte para tratar de corregir esta situación y conseguir que el confort acústico sea un valor añadido. Y en gran medida está siendo gracias al trabajo de concienciación que está realizando la Fundación Oír es Clave, impulsada por la entidad benéfica británica de atención a la deficiencia auditiva CLAVE (@oiresclave), a través de la iniciativa Comer sin ruido para promover un mejor ambiente acústico en sitios públicos.
“No promovemos el silencio, porque la gente tiene que hablar, reír y divertirse, sino que entre el respecto de los comensales y el fomento de reformas de mejora de las condiciones acústicas de los locales no salgas del salón con dolor de cabeza por tanto gritar y puedas conducir ese buen hábito sonoro a tu propia casa“, explica Svante Borjesson, director general de CLAVE.
Una situación que también se da en otros lugares cerrados como las aulas, donde el ruido puede perjudicar el rendimiento escolar de los niños; las oficinas, en las que la productividad laboral se ve corrompida, o los hospitales, en los que se puede prolongar la estancia de los pacientes al no poder descansar adecuadamente. Molestias que pueden acabar en lesiones en los oídos a medida que la persona va haciéndose mayor.
Acondicionamiento acústico por el disfrute de los comensales
Muchos han sido los bares y restaurantes (desde estrellas Michelín hasta algunos de los que se pueden encontrar al volver cualquier esquina) que se han sumado o han apoyado esta iniciativa como Punto MX (Madrid), en el que el silencio es “fundamental para que la comida sea la protagonista“, según María Fernández, diseñadora del local; Alabaster (Madrid), en el que el cliente se hace a su ambiente tranquilo, que “le atrapa nada más entrar“, como asegura Fran Ramírez, jefe de sala; Naguar (Oviedo), que tiene al silencio como “un producto más de la carta“, según Manuel Gutiérrez, jefe de sala, que provoca que “la experiencia del comensal sea mucho más satisfactoria“, y otros tantos: Ricard Camarena (Valencia), Martín Berasategui (Guipúzcoa), DSTAgE (Madrid), Les Cols (Girona), La Finca (Elche), Coque (Humanes de Madrid) o Casa Solla (Pontevedra).
Las reformas acústicas han sido clave en la reducción del ruido en estos espacios. Por ello es importante tener en cuenta que, cuando el nivel sonoro sobrepasa los 80-90 decibelios se puede optar por cambios en los locales para que el sonido sea absorbido y no rebote. Entre ellos, diseñar un falso techo, optar por textiles como telas, cortinas y manteles gruesos, bafles, muebles y tapizados o evitar el cemento.
También se pueden instalar ventanas aislantes o puertas dobles y colocar macetas en la terraza para que el ruido de la calle no entre al interior; controlar el ruido producido por la maquinaria de la sala (aire acondicionado, cafeteras, neveras, etc.); poner tapas de goma en las patas de las sillas; reducir la música ambiente y el sonido de la televisión a un nivel bajo para que no entorpezca las conversaciones de los clientes; separar adecuadamente las mesas (incluso situar pantallas entre ellas) y estas de la entrada, del baño y de la cocina, y, sobre todo, transmitir la filosofía anti ruidos/ anti gritos al personal de sala y de cocina.
Métodos que los comensales agradecen y que ayudan a mejorar y a posicionar el nombre del restaurante, bajo el apoyo de un buen servicio y de una comida a la altura de la calidad acústica.
Javier Montes